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No es corriente titular una columna con el nombre de una compañía, pero creo que en el caso presente se justifica del todo. De tarde en tarde las empresas privadas se encargan de abrir caminos trascendentales.
Como lo saben algunos lectores, llevo años interesado en el tema de la energía nuclear, posiblemente la mejor solución para el futuro. Debo repetir aquí una obviedad necesaria: no existe ninguna energía con 0 efecto ambiental. Ojo, que no producir energía y dejar a la gente en la inopia también causa graves daños ambientales, por ejemplo cuando los lleva a usar leña para cocinar en vez de hidrocarburos.
Mucha gente le tiene un odio irracional a la energía nuclear y no hay discusión de que los accidentes de Chernóbil o Fukushima produjeron daños vistosos, si bien comparados con los que a diario producen el carbón y el petróleo son minúsculos. Miren, por ejemplo, lo que hoy pasa en Alemania. Allá les dio la ventolera biempensante de cerrar las centrales nucleares y ahora están reviviendo la peor fuente de energía de todas: el carbón.
Pues bien, en paralelo con otras personas, Bill Gates ha dedicado un capital importante al desarrollo tecnológico de la energía nuclear, ahora por intermedio de TerraPower. Su decisión es sabia. No se casa con una sola opción o tecnología; les apuesta a varias y, según vayan madurando, pondrá en operación una u otra. O varias.
Van adelante en la carrera dos, una reciente y otra vieja. La vieja son los reactores de sal fundida, que operaron en los años 60 y 70 del siglo pasado. Investigaciones más recientes se han centrado en las ventajas prácticas de un ciclo de refrigeración de alta temperatura y baja presión, lo que además permite que los reactores sean más pequeños que los clásicos de fisión. Las sales fundidas se pueden utilizar como fluidos de transferencia de calor, al igual que para el almacenamiento térmico, lo que de paso permite generar electricidad adicional en las horas pico. Este almacenamiento térmico se usa comúnmente en plantas de energía solar concentrada.
La segunda tecnología que se investiga son los llamados traveling wave reactors o reactores de onda. La idea allí, de inmensa complejidad computacional, es tener un hogar de uranio enriquecido en el centro de un reactor y rodearlo de una cama mucho más grande de residuos de combustible nuclear semigastados, aunque con gran energía remanente. Se presume que esta energía residual se sumará a la que contiene el núcleo nuevo, un proceso que podría durar décadas encendido y generando calor. Las centrales podrían ir bajo tierra. Se dice que un primer reactor de estos podría estar funcionando en Kemmerer, Wyoming, para 2030.
Es indudable que la agresividad de Putin ha dado un potente empuje a la energía nuclear, que se puede desarrollar sin que Rusia intervenga en ella, pese a que hoy es una importante fuente de uranio enriquecido. Se trata de organizar misiones, por el estilo de las propuestas por Mariana Mazzucato, es decir, emprendimientos públicos y privados en simultánea. Se deben resolver, claro, los problemas reputacionales. De ahí la importancia de involucrar a personajes como Bill Gates, entre varias luminarias más.
¿Será mucho pedir que el Gobierno de Colombia, tan enemigo de los hidrocarburos, se afilie a estas nuevas tecnologías? Ojo, es fácil decir que no, pero la energía del futuro vendrá de aquellas fuentes a las que se les diga que sí. Digamos que sí a esta.