Sabemos que Estados Unidos es el país más poderoso del mundo, pero se menciona menos un corolario maligno de esta realidad: la locura política americana es también la más dañina del mundo. Saltémonos por un instante el obvio ejemplo de Trump para centrarnos en un problema que tiene décadas: la esquizofrénica política que allá aplican al tema de las drogas. Cuando el traficante es un latino o un negro que vende papeletas de cocaína en la esquina de un barrio pobre, le caen encima con todo. En cambio, no quiera Dios que el traficante sea una farmacéutica multinacional, porque entonces el Estado americano no solo no la persigue, sino que se convierte en su agente vendedor*.
Pocas cosas hay más perversas que la relación de Estados Unidos con las drogas en general y con las adictivas o psicoactivas en particular. Basta con encender un televisor local en horario estelar para verse inundado de anuncios de medicamentos legales, ¡con párrafos de letra menuda incluidos! Hay farmacias por todas partes. El país como un todo está sobremedicado. ¿Esto los hace más sanos? Para nada, Estados Unidos figura en el puesto 31 en expectativa de vida en el mundo. Antes bien esta sobremedicación ha desembocado en este siglo XXI en una epidemia de muertes por sobredosis de opioides que sobrepasa todo lo conocido en la materia, convirtiendo las viejas crisis con la cocaína, la heroína y el crack en juegos de niños. Desde 2000 han muerto 200.000 americanos por esta causa. Y la tendencia no cede. Contempla uno esos extensos suburbios de gente sedentaria, casi únicos en el mundo, e imagina que el gran aislamiento los hace el hábitat ideal para una epidemia de suicidios. Ah, y viendo las fotos de los muertos se nota que, aunque no faltan los muy jóvenes, en su mayoría son cuarentones y cincuentones blancos decepcionados, solitarios y fracasados.
Las farmacéuticas son lo más cercano a la imagen de la multinacional sin hígados que ha pintado siempre la izquierda internacional. Las investigaciones de numerosos medios, pero en particular las abajo citadas del Washington Post y CBS, demuestran a las claras que el tándem de farmacéuticas y distribuidores mayoristas saben con total claridad que sus políticas de mercadeo de estos medicamentos son mortíferas. Les importa un comino. Por lo demás, las ventas de opioides se multiplicaron bajo la mirada bovina de las autoridades, pues a diferencia de las drogas ilegales, las legales dejan un rastro exacto. Son impulsadas por “narcotraficantes con batas blancas”, graduados de las mejores universidades, como los describe Joe Rannazzisi, un alto cargo de la DEA que ha sido el principal denunciante consultado por el Post y CBS.
Ahora viene la reacción, pues 200.000 muertes prevenibles van a ser una fuente de litigios casi inagotable. Los gringos tienen la manía de dejar que las cosas se salgan de control para después adelantar demandas colectivas que terminan en compensaciones multimillonarias. En todo caso, la hipocresía institucional está desbaratando el edificio de la prohibición, lo que sumado a la ola legalizadora que se cierne sobre Estados Unidos, debería conducir a replanteamientos dramáticos en los próximos años. Ojalá.
andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes
*Para una información detallada y completa de lo anterior, refiero a mis lectores a dos enlaces: este del Washington Post, http://wapo.st/2zeSN54, y este otro de CBS, http://cbsn.ws/2xLskjl.
Sabemos que Estados Unidos es el país más poderoso del mundo, pero se menciona menos un corolario maligno de esta realidad: la locura política americana es también la más dañina del mundo. Saltémonos por un instante el obvio ejemplo de Trump para centrarnos en un problema que tiene décadas: la esquizofrénica política que allá aplican al tema de las drogas. Cuando el traficante es un latino o un negro que vende papeletas de cocaína en la esquina de un barrio pobre, le caen encima con todo. En cambio, no quiera Dios que el traficante sea una farmacéutica multinacional, porque entonces el Estado americano no solo no la persigue, sino que se convierte en su agente vendedor*.
Pocas cosas hay más perversas que la relación de Estados Unidos con las drogas en general y con las adictivas o psicoactivas en particular. Basta con encender un televisor local en horario estelar para verse inundado de anuncios de medicamentos legales, ¡con párrafos de letra menuda incluidos! Hay farmacias por todas partes. El país como un todo está sobremedicado. ¿Esto los hace más sanos? Para nada, Estados Unidos figura en el puesto 31 en expectativa de vida en el mundo. Antes bien esta sobremedicación ha desembocado en este siglo XXI en una epidemia de muertes por sobredosis de opioides que sobrepasa todo lo conocido en la materia, convirtiendo las viejas crisis con la cocaína, la heroína y el crack en juegos de niños. Desde 2000 han muerto 200.000 americanos por esta causa. Y la tendencia no cede. Contempla uno esos extensos suburbios de gente sedentaria, casi únicos en el mundo, e imagina que el gran aislamiento los hace el hábitat ideal para una epidemia de suicidios. Ah, y viendo las fotos de los muertos se nota que, aunque no faltan los muy jóvenes, en su mayoría son cuarentones y cincuentones blancos decepcionados, solitarios y fracasados.
Las farmacéuticas son lo más cercano a la imagen de la multinacional sin hígados que ha pintado siempre la izquierda internacional. Las investigaciones de numerosos medios, pero en particular las abajo citadas del Washington Post y CBS, demuestran a las claras que el tándem de farmacéuticas y distribuidores mayoristas saben con total claridad que sus políticas de mercadeo de estos medicamentos son mortíferas. Les importa un comino. Por lo demás, las ventas de opioides se multiplicaron bajo la mirada bovina de las autoridades, pues a diferencia de las drogas ilegales, las legales dejan un rastro exacto. Son impulsadas por “narcotraficantes con batas blancas”, graduados de las mejores universidades, como los describe Joe Rannazzisi, un alto cargo de la DEA que ha sido el principal denunciante consultado por el Post y CBS.
Ahora viene la reacción, pues 200.000 muertes prevenibles van a ser una fuente de litigios casi inagotable. Los gringos tienen la manía de dejar que las cosas se salgan de control para después adelantar demandas colectivas que terminan en compensaciones multimillonarias. En todo caso, la hipocresía institucional está desbaratando el edificio de la prohibición, lo que sumado a la ola legalizadora que se cierne sobre Estados Unidos, debería conducir a replanteamientos dramáticos en los próximos años. Ojalá.
andreshoyos@elmalpensante.com, @andrewholes
*Para una información detallada y completa de lo anterior, refiero a mis lectores a dos enlaces: este del Washington Post, http://wapo.st/2zeSN54, y este otro de CBS, http://cbsn.ws/2xLskjl.