Primero lo primero. La constituyente, la reforma amañada a la justicia, la presunta eliminación de la división de poderes causada por dos o tres discursos de Iván Duque no son sino cháchara, sueñen lo que sueñen los huerfanitos de Uribe. Ni en las curvas del pantano existen las mayorías necesarias para imponer nada semejante. Por lo demás, el Poder Judicial actuó con obvia autonomía al proferir el auto de detención del expresidente, de modo que uno no entiende a qué se refieren quienes arman escándalo. El retiro de Uribe es una consecuencia inevitable de lo sucedido, mientras que su partido, el CD, queda malherido.
Ya sé que autocitarse no siempre es de recibo, pero hace once años yo escribía en esta misma columna lo siguiente: “Si el 7 de agosto de 2010 Álvaro Uribe le entrega el poder a otra persona, quienquiera que sea, los colombianos de la franja sensata podremos darnos por bien servidos… El nuevo presidente tendrá que lidiar con un fuerte contingente uribista en el Congreso y eso, con tal de que las listas uribistas excluyan de veras a los parapolíticos, me parece legítimo. Ahora bien, si el 7 de agosto de 2010 Álvaro Uribe le entrega el poder a Álvaro Uribe, habremos entrado en territorio Fujimori, y los daños para la democracia del país serán muy severos. De ahí al territorio Chávez no hay más que un paso. Nos acercamos, pues, a una encrucijada histórica” (https://bit.ly/3komZ6r). En correos privados de la época aclaraba además que, si el hombre aceptaba jubilarse y se dedicaba a El Ubérrimo, por mí que la justicia lo dejara en paz. Pues bien, no se jubiló, siguió con sus métodos más que cuestionables y al final la justicia no lo ha dejado en paz. Ni modos.
Aclaro que Santos no fue una réplica de Uribe como lo hubiera sido Óscar Iván Zuluaga en 2014. En cuanto a Iván Duque, es un presidente débil. La debilidad es su característica sobresaliente y lo será hasta el 7 de agosto de 2022. Lo que hizo o no hizo en el caso de Uribe será inocuo a la larga. No estamos ante el fin del mundo. Débil en este caso quiere decir también que el daño causado es menor. Además, Duque parece claramente un último de estirpe, así al uribismo le reste la posibilidad de jugar una carta quizá decisiva entre dos candidatos diferentes a los suyos en 2022.
Para mí, poderosos o no, los uribistas tienen todo el derecho a lamentarse en público mientras no intenten nada ilegal. A quienes dicen que Duque no puede opinar sobre un auto de detención les pediría que me mostraran la norma explícita que lo prohíbe. No la he visto. Cabe anotar, además, que así como el miedo a las Farc era un factor electoral en pro del uribismo, el miedo a Uribe lo era en favor del otro extremo. Sospecho que eso va a menguar mucho.
En fin, yo daría casi un parte de tranquilidad. El país está funcionando más o menos durante esta pandemia diabólica y una inmensa mayoría de colombianos sobreviviremos mal que bien. Otro cantar es que políticas como la renta básica universal serán necesarias pronto para quienes la están pasando mal. Es sobre eso sobre lo que debemos debatir ahora. Dicho de otro modo, el pasado ya pasó y solo falta que los jueces fallen sobre lo que quedó pendiente. Entre otras, el tiempo de las antiguas Farc sigue corriendo. O asumen sus culpas o la justicia tendrá que decidir, tarde o temprano, si les mantiene el beneficio de la jurisdicción excepcional de la JEP o los pasa a la jurisdicción ordinaria.
Primero lo primero. La constituyente, la reforma amañada a la justicia, la presunta eliminación de la división de poderes causada por dos o tres discursos de Iván Duque no son sino cháchara, sueñen lo que sueñen los huerfanitos de Uribe. Ni en las curvas del pantano existen las mayorías necesarias para imponer nada semejante. Por lo demás, el Poder Judicial actuó con obvia autonomía al proferir el auto de detención del expresidente, de modo que uno no entiende a qué se refieren quienes arman escándalo. El retiro de Uribe es una consecuencia inevitable de lo sucedido, mientras que su partido, el CD, queda malherido.
Ya sé que autocitarse no siempre es de recibo, pero hace once años yo escribía en esta misma columna lo siguiente: “Si el 7 de agosto de 2010 Álvaro Uribe le entrega el poder a otra persona, quienquiera que sea, los colombianos de la franja sensata podremos darnos por bien servidos… El nuevo presidente tendrá que lidiar con un fuerte contingente uribista en el Congreso y eso, con tal de que las listas uribistas excluyan de veras a los parapolíticos, me parece legítimo. Ahora bien, si el 7 de agosto de 2010 Álvaro Uribe le entrega el poder a Álvaro Uribe, habremos entrado en territorio Fujimori, y los daños para la democracia del país serán muy severos. De ahí al territorio Chávez no hay más que un paso. Nos acercamos, pues, a una encrucijada histórica” (https://bit.ly/3komZ6r). En correos privados de la época aclaraba además que, si el hombre aceptaba jubilarse y se dedicaba a El Ubérrimo, por mí que la justicia lo dejara en paz. Pues bien, no se jubiló, siguió con sus métodos más que cuestionables y al final la justicia no lo ha dejado en paz. Ni modos.
Aclaro que Santos no fue una réplica de Uribe como lo hubiera sido Óscar Iván Zuluaga en 2014. En cuanto a Iván Duque, es un presidente débil. La debilidad es su característica sobresaliente y lo será hasta el 7 de agosto de 2022. Lo que hizo o no hizo en el caso de Uribe será inocuo a la larga. No estamos ante el fin del mundo. Débil en este caso quiere decir también que el daño causado es menor. Además, Duque parece claramente un último de estirpe, así al uribismo le reste la posibilidad de jugar una carta quizá decisiva entre dos candidatos diferentes a los suyos en 2022.
Para mí, poderosos o no, los uribistas tienen todo el derecho a lamentarse en público mientras no intenten nada ilegal. A quienes dicen que Duque no puede opinar sobre un auto de detención les pediría que me mostraran la norma explícita que lo prohíbe. No la he visto. Cabe anotar, además, que así como el miedo a las Farc era un factor electoral en pro del uribismo, el miedo a Uribe lo era en favor del otro extremo. Sospecho que eso va a menguar mucho.
En fin, yo daría casi un parte de tranquilidad. El país está funcionando más o menos durante esta pandemia diabólica y una inmensa mayoría de colombianos sobreviviremos mal que bien. Otro cantar es que políticas como la renta básica universal serán necesarias pronto para quienes la están pasando mal. Es sobre eso sobre lo que debemos debatir ahora. Dicho de otro modo, el pasado ya pasó y solo falta que los jueces fallen sobre lo que quedó pendiente. Entre otras, el tiempo de las antiguas Farc sigue corriendo. O asumen sus culpas o la justicia tendrá que decidir, tarde o temprano, si les mantiene el beneficio de la jurisdicción excepcional de la JEP o los pasa a la jurisdicción ordinaria.