Ya estamos cansados en el FPC de los malos arbitrajes, y aunque es más evidente el error en las decisiones en contra de los equipos menos poderosos, el mal es para todos. Nuestra Liga está perdiendo credibilidad, y eso es muy grave, consecuencia a los permanentes y frecuentes problemas con los árbitros y los señores del VAR. Insisto en salvar de muchas responsabilidades a la Federación y a la Dimayor, que tratan de que todo vaya bien y tienen toda la intención de que mejore. A los árbitros hay que independizarlos como una empresa aparte que es contratada, y de paso se profesionalicen, y evidentemente a esa firma exigirle como contratista precisamente la excelencia en su trabajo.
Si el nivel se clasificara mundialmente, seguro Colombia sería el peor en este rubro. No hay fecha sin escándalos. Lo que pasó el miércoles en Tunja, perjudicando al campeón vigente, Bucaramanga, fue una vergüenza y retrata exactamente esta problemática. El central Wílmar Montaño en dos situaciones, en tiempo de reposición, actúa de dos maneras diferentes. Y en las dos se equivoca para acabar de completar. El penal del 1-1 es clara falta del delantero de Chicó sobre Romaña, y no quiso ir a revisar al VAR o no lo llamaron. Y luego un gol anulado injustamente porque Ponce llega primero a la pelota que Dennis, el arquero ajedrezado. Después de dar el gol, ahí sí va a oír los argumentos inauditos de Keyner Jiménez, el encargado de la tecnología, uno de los protegidos de Ímer Machado, el que maneja el arbitraje de este país.
No hay coherencia, como tampoco la hubo contra el DIM en el penal inexistente contra Sambueza o la expulsión de Mena que jamás era para tanto, o el gol anulado de Aldair Quintana en Palmaseca, en una falta de sentido común salvaje. O el penal inexistente y la roja al jugador de Equidad frente a Fortaleza, o el penal contra Jaguares frente al Cali que solo vieron los de negro, o por lo menos un penal que debió sancionar Ararat contra el mismo leopardo en octavos de Copa Colombia, a pesar del mal juego embajador en la serie. Puedo seguir mencionando los horrores de esta historia nefasta como lo describió Rafael Dudamel.
Todos nos matamos la cabeza por tener un mejor sistema de campeonato, por la primera C, por el trabajo de inferiores, nada sirve con un mal arbitraje. Todo se deslegitima, un torneo mal juzgado no tiene peso. Es muy grave y, repito, hay buenas intenciones desde la dirigencia, pero pocas acciones claras, y los equipos no se atreven o no les conviene hacer algo también.
Si nos seguimos haciendo los de la vista gorda, esto va a terminar mal. Parece que no nos acordamos de 1989. ¿No bastó todo lo que ocurrió en aquel entonces? Los problemas no son solo los hinchas violentos. Empiecen al menos por sancionar fuertemente a los que se equivocan, no los premien con más partidos. No miren para el otro lado, esto no se soluciona con pañitos de agua tibia. ¡Actúen!
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Ya estamos cansados en el FPC de los malos arbitrajes, y aunque es más evidente el error en las decisiones en contra de los equipos menos poderosos, el mal es para todos. Nuestra Liga está perdiendo credibilidad, y eso es muy grave, consecuencia a los permanentes y frecuentes problemas con los árbitros y los señores del VAR. Insisto en salvar de muchas responsabilidades a la Federación y a la Dimayor, que tratan de que todo vaya bien y tienen toda la intención de que mejore. A los árbitros hay que independizarlos como una empresa aparte que es contratada, y de paso se profesionalicen, y evidentemente a esa firma exigirle como contratista precisamente la excelencia en su trabajo.
Si el nivel se clasificara mundialmente, seguro Colombia sería el peor en este rubro. No hay fecha sin escándalos. Lo que pasó el miércoles en Tunja, perjudicando al campeón vigente, Bucaramanga, fue una vergüenza y retrata exactamente esta problemática. El central Wílmar Montaño en dos situaciones, en tiempo de reposición, actúa de dos maneras diferentes. Y en las dos se equivoca para acabar de completar. El penal del 1-1 es clara falta del delantero de Chicó sobre Romaña, y no quiso ir a revisar al VAR o no lo llamaron. Y luego un gol anulado injustamente porque Ponce llega primero a la pelota que Dennis, el arquero ajedrezado. Después de dar el gol, ahí sí va a oír los argumentos inauditos de Keyner Jiménez, el encargado de la tecnología, uno de los protegidos de Ímer Machado, el que maneja el arbitraje de este país.
No hay coherencia, como tampoco la hubo contra el DIM en el penal inexistente contra Sambueza o la expulsión de Mena que jamás era para tanto, o el gol anulado de Aldair Quintana en Palmaseca, en una falta de sentido común salvaje. O el penal inexistente y la roja al jugador de Equidad frente a Fortaleza, o el penal contra Jaguares frente al Cali que solo vieron los de negro, o por lo menos un penal que debió sancionar Ararat contra el mismo leopardo en octavos de Copa Colombia, a pesar del mal juego embajador en la serie. Puedo seguir mencionando los horrores de esta historia nefasta como lo describió Rafael Dudamel.
Todos nos matamos la cabeza por tener un mejor sistema de campeonato, por la primera C, por el trabajo de inferiores, nada sirve con un mal arbitraje. Todo se deslegitima, un torneo mal juzgado no tiene peso. Es muy grave y, repito, hay buenas intenciones desde la dirigencia, pero pocas acciones claras, y los equipos no se atreven o no les conviene hacer algo también.
Si nos seguimos haciendo los de la vista gorda, esto va a terminar mal. Parece que no nos acordamos de 1989. ¿No bastó todo lo que ocurrió en aquel entonces? Los problemas no son solo los hinchas violentos. Empiecen al menos por sancionar fuertemente a los que se equivocan, no los premien con más partidos. No miren para el otro lado, esto no se soluciona con pañitos de agua tibia. ¡Actúen!
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