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Estamos viviendo una época muy especial a partir de que se legalizaron las apuestas en el fútbol, que entre otras cosas, siempre existieron pero debajo de cuerda. Desde que se tiene conciencia en el deporte se apuesta por el ganador. Por eso no hay que darle tanta importancia a la paranoia de muchos al respecto, teniendo en cuenta que aunque hay más variantes para que se consiga el dinero por las plataformas, es tan viejo el tema como andar a pie (además las restricciones para los protagonistas son muy variadas). Como lo es el famoso maletín y lo son las conjeturas de la limpieza o no en los juegos definitivos. Estamos en instancias decisivas y vale la pena referirse al ambiente de estos días a raíz de ciertas sensaciones que pueden quedar flotando en el aire.
Siempre rescato del ecosistema del fútbol al jugador comparado con otros actores, pero a veces me desconcierta su ligereza moral. Hay que tener en cuenta que la mayoría, como lo sabemos todos, no han tenido una formación integral. Muchos ni siquiera terminaron la primaria o tienen una familia disfuncional con visos de extrema pobreza. Los valores y los escrúpulos lamentablemente son difíciles de encontrar en el atleta promedio.
Aunque esto no es excusa suficiente, pues cualquiera que nace en este país tiene muy claro el límite entre el bien y el mal, y entre lo correcto y lo indebido, al menos. No todos los males del FPC vienen de los pésimos arbitrajes, sino como lo hemos tratado varias veces, en el “todo vale” que parece acompañar a sus participantes. Puede sonar muy romántico, pero sigue uno creyendo que todo es perfectamente limpio y como llegar a las pruebas puede ser hasta peligroso, seguimos todos desviando los ojos a otro lado y manteniendo el show intacto. Seguro que pasa en otras latitudes y más evidentemente, pero acá ya se vuelve imposible de evadir. Ascensos, descensos, paso a finales y demás instancias son el objetivo más común.
No es muy claro saber cuando los jugadores le meten el alma al partido contra el favorito o sueltan el acelerador. Eso no se ve, ni huele bien. Es como si a usted en su oficina le den una bonificación para perjudicar a un compañero, porque eso son los equipos de la Dimayor, socios, viven de lo mismo y comen de lo mismo, lo que me pasa a mí hoy, le puede pasar al otro mañana. Tranquilamente, cuando necesite una ayuda normal para que el otro compita, puede que no se dé porque no hay motivación extra. En eso se la pasan cobrándose supuestos favores pareciera.
Esas “motivaciones” aparte, que están prohibidas, tristemente seguirán existiendo y hasta que haya una prueba contundente definirán resultados. La única manera que no persistan y el hincha pueda volver a creer es que los que deciden en la cancha sean completamente honestos con ellos mismos y con su trabajo. Mientras sigamos mirando para otro lado porque eso no es un delito o porque están en todo su derecho, el fútbol seguirá enfermo y permisivo, como si fuera en otro planeta y jugado por extraterrestres. Todo lo anteriormente escrito no tiene manera de probarse. Es un secreto a voces cada vez más fuerte, eso sí.
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