En el Viejo Continente, este momento previo al inicio de los campeonatos puede ser apasionante. Incluso hay periodistas que se han especializado en informar sobre las altas y las bajas de los equipos. Algunos se juegan el prestigio y se aventuran partiendo de la credibilidad que les tienen a sus fuentes, que pueden ser los mismos jugadores, hasta empresarios, directivos o colegas. Es un buen momento para ganar seguidores que están particularmente ansiosos de los movimientos de sus equipos favoritos y el terreno sólido para elevar cometas e iniciar el fuego que se convierte en el famoso “humo” que inunda también nuestras atmósferas tercermundistas.
Hay quienes solamente buscan reconocimiento y aumentar sus números en redes sociales o subir el rating de sus programas y otros que lamentablemente persiguen comisiones o pagos de cualquiera de las partes involucradas ya mencionadas. Todo es parte del circo previo que mueve mucho dinero. El problema es que la especulación hace daño y la ética generalmente sale mal librada. Por lo general rescato al atleta, al protagonista, que es el que tiene que poner su integridad cada fecha por el bien del escudo que lo contrata y que al fin y al cabo es el que gana o pierde los partidos, pero debido a todo lo que está en juego por estos días, que es entre otras cosas su futuro inmediato, se puede prestar para alimentar muchas veces al monstruo de lo indebido.
Es normal que todos queramos progresar e ir mejorando cada año nuestras condiciones de trabajo y hasta el lugar donde ejercemos. Además, los jugadores por lo menos en este país se están acostumbrando por múltiples razones a cumplir vínculos de un año solamente. Ya es poco común firmar un compromiso mayor, entonces a los seis meses empieza la paranoia de si continúo, me prestan o quedo libre. Los empresarios que abordan al joven desde los 15 años generalmente son los primeros interesados en el futuro inmediato, porque de ello depende su sustento y, si todo funciona con normalidad, no habría de que quejarse. Lo reprochable es cuando cualquiera de los actores quiere sacar ventaja, ahí llegan los malentendidos y empieza lo turbio.
Cuando los dirigentes y técnicos apartan su mirada de lo que le conviene a su club para crecer y solo les interesa llenarse los bolsillos con los principales activos de sus instituciones, abren la puerta de los representantes y futbolistas que persiguen solamente el dinero por encima de los nobles objetivos del deporte. Entonces vemos contrataciones absolutamente innecesarias, mal sustentadas, que no contemplan tiempos de adaptación y que terminan atropellando derechos e ilusiones de paso.
Ya no se respetan los conductos regulares, se pasa por encima de cualquiera y se hace lo que sea con tal de conseguir lo que le conviene a cada uno. Por eso no es raro que un referente haga saber que se quiere ir para otro equipo faltando dos días para el cierre de inscripciones o que un empresario le busque destino a su cliente, aunque lo tenga firmado hasta fin de año, para poder lograr más plata por la gestión e involucre de taquito si se da la operación, a los comunicadores y que no tienen por qué recibir nada más que el agradecimiento del aficionado por contarle el destino de sus ídolos.
En el Viejo Continente, este momento previo al inicio de los campeonatos puede ser apasionante. Incluso hay periodistas que se han especializado en informar sobre las altas y las bajas de los equipos. Algunos se juegan el prestigio y se aventuran partiendo de la credibilidad que les tienen a sus fuentes, que pueden ser los mismos jugadores, hasta empresarios, directivos o colegas. Es un buen momento para ganar seguidores que están particularmente ansiosos de los movimientos de sus equipos favoritos y el terreno sólido para elevar cometas e iniciar el fuego que se convierte en el famoso “humo” que inunda también nuestras atmósferas tercermundistas.
Hay quienes solamente buscan reconocimiento y aumentar sus números en redes sociales o subir el rating de sus programas y otros que lamentablemente persiguen comisiones o pagos de cualquiera de las partes involucradas ya mencionadas. Todo es parte del circo previo que mueve mucho dinero. El problema es que la especulación hace daño y la ética generalmente sale mal librada. Por lo general rescato al atleta, al protagonista, que es el que tiene que poner su integridad cada fecha por el bien del escudo que lo contrata y que al fin y al cabo es el que gana o pierde los partidos, pero debido a todo lo que está en juego por estos días, que es entre otras cosas su futuro inmediato, se puede prestar para alimentar muchas veces al monstruo de lo indebido.
Es normal que todos queramos progresar e ir mejorando cada año nuestras condiciones de trabajo y hasta el lugar donde ejercemos. Además, los jugadores por lo menos en este país se están acostumbrando por múltiples razones a cumplir vínculos de un año solamente. Ya es poco común firmar un compromiso mayor, entonces a los seis meses empieza la paranoia de si continúo, me prestan o quedo libre. Los empresarios que abordan al joven desde los 15 años generalmente son los primeros interesados en el futuro inmediato, porque de ello depende su sustento y, si todo funciona con normalidad, no habría de que quejarse. Lo reprochable es cuando cualquiera de los actores quiere sacar ventaja, ahí llegan los malentendidos y empieza lo turbio.
Cuando los dirigentes y técnicos apartan su mirada de lo que le conviene a su club para crecer y solo les interesa llenarse los bolsillos con los principales activos de sus instituciones, abren la puerta de los representantes y futbolistas que persiguen solamente el dinero por encima de los nobles objetivos del deporte. Entonces vemos contrataciones absolutamente innecesarias, mal sustentadas, que no contemplan tiempos de adaptación y que terminan atropellando derechos e ilusiones de paso.
Ya no se respetan los conductos regulares, se pasa por encima de cualquiera y se hace lo que sea con tal de conseguir lo que le conviene a cada uno. Por eso no es raro que un referente haga saber que se quiere ir para otro equipo faltando dos días para el cierre de inscripciones o que un empresario le busque destino a su cliente, aunque lo tenga firmado hasta fin de año, para poder lograr más plata por la gestión e involucre de taquito si se da la operación, a los comunicadores y que no tienen por qué recibir nada más que el agradecimiento del aficionado por contarle el destino de sus ídolos.