Muchas veces el trabajo nos ayuda, nos sirve como una especie de tabla de salvación en horas bajas de la vida personal. Todos tenemos días en los que pareciera que la oficina es el mejor sitio para ir a “descansar”. Aunque uno no esté ciento por ciento habilitado para enfrentar la vida laboral, siempre representa una posibilidad de dignidad. En cambio, cuando hay un entorno hostil en la oficina, sobre todo cuando hay incertidumbre con respecto al futuro, el rendimiento se ve perjudicado, casi sin explicación racional alguna. En el fútbol pasa igual.
El sábado pasado, el Manchester City —equipo de Pep Guardiola, el de mayor inversión del mundo en su nómina, que tiene tres hombres de primer nivel por cada puesto de la cancha; el equipo pequeño de la ciudad que en los últimos años ha anulado a su rival tradicional: el Manchester United, en todos los aspectos posibles — sufrió su quinta derrota consecutiva.
Es la primera vez en la historia como entrenador de Guardiola que sufre una racha así. Acostumbrado a ganar a donde vaya, el español firmó la renovación de su contrato la semana pasada, con la intención de brindar cierta luz de estabilidad a un barco que parece hundirse sin que se pueda hacer nada en la cancha.
El City está sujeto a una investigación de las autoridades de Inglaterra por más de 115 presuntas violaciones al fair play financiero; es decir, gastar más dinero del permitido, lo cual puede significar, si la ley se aplica como a los demás clubes de ese país, una multa multimillonaria y la pérdida de la categoría: podría bajar a segunda o tercera división.
El resultado de la investigación debería salir pronto y ya hay todo tipo de especulaciones alrededor de los jeques dueños del equipo. El temor más grande es que se vayan del club y lo dejen en bancarrota con pocas posibilidades de volver a la grandeza. Guardiola dijo en una entrevista, la semana pasada, tras firmar su renovación que se quedará en el club en la categoría que corresponda para retornar a la Premier, si es que ocurre lo que parece inevitable. Falta ver si sus jefes piensan lo mismo.
El caso es que mientras se conocen los resultados de la investigación las cosas en la cancha no salen. Es cierto que Rodri, ganador del Balón de Oro, el centrocampista, hace mucha falta, pero es evidente que lo que pasa en el entorno está afectando el rendimiento de los futbolistas que, es increíble tener que recordarlo, siguen siendo humanos.
La derrota por 4 a 0 frente al Tottenham el sábado no deja dudas al respecto. Es más fácil sacar los problemas de la casa para enfocarse en el trabajo que trabajar con una sensación de inestabilidad institucional como la que vive el City. Es increíble la manera como los factores externos pueden afectar el rendimiento de un grupo de trabajo. Guardiola, acostumbrado a ganar, tiene un nuevo reto en su carrera; pago balcón para ver cómo lo supera.
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Muchas veces el trabajo nos ayuda, nos sirve como una especie de tabla de salvación en horas bajas de la vida personal. Todos tenemos días en los que pareciera que la oficina es el mejor sitio para ir a “descansar”. Aunque uno no esté ciento por ciento habilitado para enfrentar la vida laboral, siempre representa una posibilidad de dignidad. En cambio, cuando hay un entorno hostil en la oficina, sobre todo cuando hay incertidumbre con respecto al futuro, el rendimiento se ve perjudicado, casi sin explicación racional alguna. En el fútbol pasa igual.
El sábado pasado, el Manchester City —equipo de Pep Guardiola, el de mayor inversión del mundo en su nómina, que tiene tres hombres de primer nivel por cada puesto de la cancha; el equipo pequeño de la ciudad que en los últimos años ha anulado a su rival tradicional: el Manchester United, en todos los aspectos posibles — sufrió su quinta derrota consecutiva.
Es la primera vez en la historia como entrenador de Guardiola que sufre una racha así. Acostumbrado a ganar a donde vaya, el español firmó la renovación de su contrato la semana pasada, con la intención de brindar cierta luz de estabilidad a un barco que parece hundirse sin que se pueda hacer nada en la cancha.
El City está sujeto a una investigación de las autoridades de Inglaterra por más de 115 presuntas violaciones al fair play financiero; es decir, gastar más dinero del permitido, lo cual puede significar, si la ley se aplica como a los demás clubes de ese país, una multa multimillonaria y la pérdida de la categoría: podría bajar a segunda o tercera división.
El resultado de la investigación debería salir pronto y ya hay todo tipo de especulaciones alrededor de los jeques dueños del equipo. El temor más grande es que se vayan del club y lo dejen en bancarrota con pocas posibilidades de volver a la grandeza. Guardiola dijo en una entrevista, la semana pasada, tras firmar su renovación que se quedará en el club en la categoría que corresponda para retornar a la Premier, si es que ocurre lo que parece inevitable. Falta ver si sus jefes piensan lo mismo.
El caso es que mientras se conocen los resultados de la investigación las cosas en la cancha no salen. Es cierto que Rodri, ganador del Balón de Oro, el centrocampista, hace mucha falta, pero es evidente que lo que pasa en el entorno está afectando el rendimiento de los futbolistas que, es increíble tener que recordarlo, siguen siendo humanos.
La derrota por 4 a 0 frente al Tottenham el sábado no deja dudas al respecto. Es más fácil sacar los problemas de la casa para enfocarse en el trabajo que trabajar con una sensación de inestabilidad institucional como la que vive el City. Es increíble la manera como los factores externos pueden afectar el rendimiento de un grupo de trabajo. Guardiola, acostumbrado a ganar, tiene un nuevo reto en su carrera; pago balcón para ver cómo lo supera.
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