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Argentina quedó campeón del mundo. Me alegra por el continente, por Messi, por mis amigos argentinos que son muy queridos, buenas personas y mejores amigos. Me pone feliz por los jugadores de ese país que han venido a Colombia y han dejado huella. No creo que haya un hincha de un equipo por acá que no recuerdo con cariño a algún futbolista de ese país que le haya sacado una sonrisa.
Me alegra por la escala de valores que nos dejan en cuanto a trabajo en equipo. Los clubes de barrio, que no son solo de fútbol, son una fábrica de cooperadores, personas solidarias que saben unirse para lograr objetivos de cualquier tamaño cuando se trata de trabajar en colectivo.
Me alegra porque el técnico fue capaz de romper todos los paradigmas tejidos a su alrededor por ser joven e inexperto. Se rodeó bien, fue con perfil bajo escalando posiciones, ejerció un liderazgo moderno, amistoso y respetuoso, pero con disciplina y autoridad.
Incluso me alegra por el Dibu Martínez, su polémico arquero, porque nos muestra todo lo que un líder no debe ser. No porque sea tramposo, altanero, irrespetuoso y engreído, que lo es, aunque al fin y al cabo todo lo que hace no atenta contra el reglamento, sino porque el suyo, a diferencia del de Scaloni, Messi o Di María es un tipo de liderazgo caduco, de otros tiempos.
La ética es personal y cada uno es dueño de sus actos. Pero si entendemos la ética como la manera de relacionarnos con las demás personas, lo correcto y lo incorrecto, lo moral y lo inmoral, el buen vivir y el deber, entonces estamos ante la necesidad de visibilizar ante los ojos de los niños y las personas en general que sus actitudes no tienen presentación.
El mal comportamiento ético en este caso no da cárcel ni amerita sanciones económicas o deportivas, lo cual en un mundo regido por el resultado y el dinero le resta casi toda la importancia. Pero todos estamos en nuestro derecho de deslegitimizar ese tipo de cosas, o no.
Ningún otro futbolista de los que jugaron el Mundial tuvo una actitud de esas, ni contra sus colegas y rivales, como tirar el balón a un lado antes de un penal para trabajar mentalmente su nerviosismo, ni contra la tribuna, como agarrar el guante de oro que le dieron por ser el mejor arquero del campeonato y restregarlo con sus partes nobles para dedicárselo a la hinchada rival.
No se trata de ser jueces de la moral ajena. Dibu podrá ser un gran arquero, cosa que resiste una buena discusión, pero en mi equipo no jugaría nunca salvo que tuviera una transformación comportamental evidente.