Columna de Antonio Casale: la selección y Colombia, una relación tóxica
El equipo de todos es el amor eterno del país futbolero. La selección de un país es patrimonio de su pueblo.
Y estamos despechados. Así Colombia haya clasificado apenas a un poco más de una cuarta parte de los mundiales que se han realizado, nos estábamos acostumbrando no solo a ir, sino a pasar de la ronda de grupos.
Algunos, me incluyo, recibimos con agrado la llegada de Néstor Lorenzo a la dirección técnica. Un poco porque era la mano derecha del hombre que más lejos ha llevado a nuestra selección y otro poco porque pensamos que aunque hubo una interrupción de cuatro años en su proceso, se podía retomar lo mejor de aquella época y continuar con la evolución.
Por eso esperábamos gestos de seducción en la primera convocatoria. Suponía uno que sería normal que tres o cuatro, los de menos peor rendimiento en la eliminatoria pasada y con algún mundial en la espalda, servirían para inspirar a los nuevos. Amarrarse los guayos al lado de Falcao antes de salir a la cancha debe ser motivo de orgullo para cualquier futbolista.
Sin embargo, en la primera cita vimos a un hombre temeroso, sin carácter, godo y suspendido en el tiempo. Una cosa es llamar a tres o cuatro veteranos de guerra con sus logros y fracasos como guía para los jóvenes, pero otra es llamar prácticamente a los mismos veintitantos que fracasaron en el camino a Catar, rodeados de algunos pocos jóvenes que seguro tendrán pocos minutos para jugar ante la suplencia de México y Guatemala. Hay muchos jugadores a los que la camiseta de la selección les pesa toneladas y lo demostraron con Pékerman, Queiroz y Rueda. En cambio, hay otros que piden a gritos un llamado con sus actuaciones en el exterior e incluso en la liga local. Pero no, veremos más de lo mismo.
Lo aterrador es lo de James. Es el dueño del equipo. Su llamado es un insulto para quienes creen que las oportunidades en el equipo de todos se ganan con buen desempeño en sus clubes. Con 86 minutos jugados en los últimos 188 días, se puede decir que no es un jugador activo. Daña su propio entorno Lorenzo y daña, aún más, la reputación de James, un futbolista que hace cuatro años jugó su último gran partido con la selección, en Rusia frente a Polonia. Era apenas lógico que si en marzo Rodríguez pudiera lograr lo que en los últimos años no, jugar cinco partidos seguidos y hacerlo bien, nadie discutiría su llamado.
Ganarle a la suplencia de México y a Guatemala será algo apenas lógico y ojalá suceda, pero desde ya le digo, con Lorenzo estaremos para ir de quintos o sextos en la eliminatoria a un mundial que entregará seis cupos y medio entre diez participantes. Poco más. La relación entre el país futbolero y su selección es oficialmente tóxica.
El equipo de todos es el amor eterno del país futbolero. La selección de un país es patrimonio de su pueblo.
Y estamos despechados. Así Colombia haya clasificado apenas a un poco más de una cuarta parte de los mundiales que se han realizado, nos estábamos acostumbrando no solo a ir, sino a pasar de la ronda de grupos.
Algunos, me incluyo, recibimos con agrado la llegada de Néstor Lorenzo a la dirección técnica. Un poco porque era la mano derecha del hombre que más lejos ha llevado a nuestra selección y otro poco porque pensamos que aunque hubo una interrupción de cuatro años en su proceso, se podía retomar lo mejor de aquella época y continuar con la evolución.
Por eso esperábamos gestos de seducción en la primera convocatoria. Suponía uno que sería normal que tres o cuatro, los de menos peor rendimiento en la eliminatoria pasada y con algún mundial en la espalda, servirían para inspirar a los nuevos. Amarrarse los guayos al lado de Falcao antes de salir a la cancha debe ser motivo de orgullo para cualquier futbolista.
Sin embargo, en la primera cita vimos a un hombre temeroso, sin carácter, godo y suspendido en el tiempo. Una cosa es llamar a tres o cuatro veteranos de guerra con sus logros y fracasos como guía para los jóvenes, pero otra es llamar prácticamente a los mismos veintitantos que fracasaron en el camino a Catar, rodeados de algunos pocos jóvenes que seguro tendrán pocos minutos para jugar ante la suplencia de México y Guatemala. Hay muchos jugadores a los que la camiseta de la selección les pesa toneladas y lo demostraron con Pékerman, Queiroz y Rueda. En cambio, hay otros que piden a gritos un llamado con sus actuaciones en el exterior e incluso en la liga local. Pero no, veremos más de lo mismo.
Lo aterrador es lo de James. Es el dueño del equipo. Su llamado es un insulto para quienes creen que las oportunidades en el equipo de todos se ganan con buen desempeño en sus clubes. Con 86 minutos jugados en los últimos 188 días, se puede decir que no es un jugador activo. Daña su propio entorno Lorenzo y daña, aún más, la reputación de James, un futbolista que hace cuatro años jugó su último gran partido con la selección, en Rusia frente a Polonia. Era apenas lógico que si en marzo Rodríguez pudiera lograr lo que en los últimos años no, jugar cinco partidos seguidos y hacerlo bien, nadie discutiría su llamado.
Ganarle a la suplencia de México y a Guatemala será algo apenas lógico y ojalá suceda, pero desde ya le digo, con Lorenzo estaremos para ir de quintos o sextos en la eliminatoria a un mundial que entregará seis cupos y medio entre diez participantes. Poco más. La relación entre el país futbolero y su selección es oficialmente tóxica.