Puede ser una semana histórica para el fútbol colombiano. El equipo de todos está derechito. No solo es que se hacen las cosas bien, que se hacen muy bien.
Es que los goles se convierten en los momentos clave y no solo el delantero los marca. Es que la pelota quieta desenreda al equipo cuando hay posibilidades de problemas. Es que se sufre poco atrás y cuando se sufre el arquero salva y también los palos juegan. Ojo, la suerte es amiga de los que trabajan.
No está de más decir que Lorenzo repotenció a James, le dio con Arias un socio conector al diez y a Díaz. Tampoco sobra reconocer que encontró a Richard Ríos para ser el centrocampista que por tanto tiempo faltó y que jugadores como Muñoz o Lerma están en su mejor instante de una carrera que da muchas vueltas. Por si fuera poco sobran delanteros con gol y John Córdoba, el elegido en esta copa, está fino.
Ahora, nuestra historia, salvedad hecha del título obtenido en 2001, ya cuenta con bellas historias, parecidas a esta, que han terminado con una montaña de ilusiones que se han diluido a la luz de los pequeños detalles. El penal de Aristi en la semifinal de la copa del 93 contra Argentina, la semifinal de 2016 en Estados Unidos en la que no se jugó como se esperaba también en el partido previo a la final o los penales contra el Dibu en 2021.
Pero esta historia se parece más a la de 2001 que a todas las demás. En aquella oportunidad no hubo objeción, se ganó con el arco en cero, el goleador del torneo que fue Aristizábal y la casa llena. Esta vez también hemos sido locales, las tribunas amarillas dan cuenta de ello y el juego, no tengamos miedo de decirlo, ha sido superior. Al de todos los demás, incluida Argentina, campeona del mundo.
Ahora llega el momento de hacerlo igual bajo presión y de cuidar la mayor cantidad de detalles posible. El fútbol, lleno de imponderables, nos debe mejor fortuna hace muchos años. Ojalá se dé porque los récords de James, el invicto y los tantos goles conseguidos servirán de poco si estando tan cerca se nos vuelve a escapar la tortuga. Falta lo más difícil, es verdad, pero hay con qué.
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Puede ser una semana histórica para el fútbol colombiano. El equipo de todos está derechito. No solo es que se hacen las cosas bien, que se hacen muy bien.
Es que los goles se convierten en los momentos clave y no solo el delantero los marca. Es que la pelota quieta desenreda al equipo cuando hay posibilidades de problemas. Es que se sufre poco atrás y cuando se sufre el arquero salva y también los palos juegan. Ojo, la suerte es amiga de los que trabajan.
No está de más decir que Lorenzo repotenció a James, le dio con Arias un socio conector al diez y a Díaz. Tampoco sobra reconocer que encontró a Richard Ríos para ser el centrocampista que por tanto tiempo faltó y que jugadores como Muñoz o Lerma están en su mejor instante de una carrera que da muchas vueltas. Por si fuera poco sobran delanteros con gol y John Córdoba, el elegido en esta copa, está fino.
Ahora, nuestra historia, salvedad hecha del título obtenido en 2001, ya cuenta con bellas historias, parecidas a esta, que han terminado con una montaña de ilusiones que se han diluido a la luz de los pequeños detalles. El penal de Aristi en la semifinal de la copa del 93 contra Argentina, la semifinal de 2016 en Estados Unidos en la que no se jugó como se esperaba también en el partido previo a la final o los penales contra el Dibu en 2021.
Pero esta historia se parece más a la de 2001 que a todas las demás. En aquella oportunidad no hubo objeción, se ganó con el arco en cero, el goleador del torneo que fue Aristizábal y la casa llena. Esta vez también hemos sido locales, las tribunas amarillas dan cuenta de ello y el juego, no tengamos miedo de decirlo, ha sido superior. Al de todos los demás, incluida Argentina, campeona del mundo.
Ahora llega el momento de hacerlo igual bajo presión y de cuidar la mayor cantidad de detalles posible. El fútbol, lleno de imponderables, nos debe mejor fortuna hace muchos años. Ojalá se dé porque los récords de James, el invicto y los tantos goles conseguidos servirán de poco si estando tan cerca se nos vuelve a escapar la tortuga. Falta lo más difícil, es verdad, pero hay con qué.
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