Todos sabemos que la liga en Colombia no necesariamente termina en manos del que la merece. En esta ocasión, mientras el octavo clasificó con 29 puntos —es decir, con el 49 % de rendimiento—, el primero, Millonarios, lo hizo con 42 puntos, superando así por tres unidades su mejor campaña histórica en la fase regular lograda en 2019, cuando el azul consiguió 39 puntos bajo la dirección de Jorge Luis Pinto.
En esa oportunidad, la final la jugaron Júnior, que había entrado séptimo con treinta puntos, y Deportivo Pasto, sexto con 31. En la cancha ese Millos dejó la mejor imagen de todos los participantes, pero un tropezón en Bogotá frente a América lo dejó sin la opción de jugar la final.
Una vez más Millonarios, ahora bajo la dirección de Alberto Gamero, hizo la tarea completa. Los números no admiten discusión y lo exhibido en la cancha enamora en medio del mal desempeño general de los demás.
Este Millonarios sale a buscar al rival en todas las canchas, se posiciona cerca del arco rival para presionar, buscar espacios y tiene la pelota en el lugar que más importa tenerlo. Espera con paciencia su momento cuando los rivales se encierran atrás; es decir, casi siempre. Y para esos casos tiene muy bien trabajadas las jugadas con balón parado. Cuando pierde la pelota se ordena rápidamente en la retaguardia, lo que hace que sufra poco atrás.
Los titulares y suplentes conocen el libreto a la perfección, aunque los segundos todavía se ven en muchos casos biches al lado de los primeros. En lo físico, es un equipo bien preparado que hace valer la altura como pocas veces había visto en los últimos años en la capital.
Ahora, en lo espiritual lo de Millonarios es superlativo. No hay que estar cerca de su camerino para entender que es una familia unida, consciente del valor de lo colectivo, en donde todas las unidades saben que hay que dar todos los días algo más de lo que se les pide. Hay personas con vocación de liderazgo tanto en el banco como en la cancha, como es el caso de Mackalister Silva, quien, con su madurez, se ha convertido en el técnico dentro de la cancha.
Tal vez la única preocupación radica en la falta de un delantero goleador de raza. En la única estadística en la que Millonarios no está entre los cinco primeros es en la de goles a favor, a pesar de su generosidad en términos de producción ofensiva.
Aún así el albiazul responde con creces y, como pocos equipos en Colombia, con un proyecto deportivo consolidado.
A pesar de todo y gracias a un formato de torneo que privilegia la mediocridad en cuanto a rendimiento deportivo se refiere, este Millonarios, el mejor de los últimos años, tendrá que comenzar de cero y repetir lo hecho hasta acá en un cuadrangular con poco margen de error. De todos modos, tiene todos los argumentos para hacerlo.
Todos sabemos que la liga en Colombia no necesariamente termina en manos del que la merece. En esta ocasión, mientras el octavo clasificó con 29 puntos —es decir, con el 49 % de rendimiento—, el primero, Millonarios, lo hizo con 42 puntos, superando así por tres unidades su mejor campaña histórica en la fase regular lograda en 2019, cuando el azul consiguió 39 puntos bajo la dirección de Jorge Luis Pinto.
En esa oportunidad, la final la jugaron Júnior, que había entrado séptimo con treinta puntos, y Deportivo Pasto, sexto con 31. En la cancha ese Millos dejó la mejor imagen de todos los participantes, pero un tropezón en Bogotá frente a América lo dejó sin la opción de jugar la final.
Una vez más Millonarios, ahora bajo la dirección de Alberto Gamero, hizo la tarea completa. Los números no admiten discusión y lo exhibido en la cancha enamora en medio del mal desempeño general de los demás.
Este Millonarios sale a buscar al rival en todas las canchas, se posiciona cerca del arco rival para presionar, buscar espacios y tiene la pelota en el lugar que más importa tenerlo. Espera con paciencia su momento cuando los rivales se encierran atrás; es decir, casi siempre. Y para esos casos tiene muy bien trabajadas las jugadas con balón parado. Cuando pierde la pelota se ordena rápidamente en la retaguardia, lo que hace que sufra poco atrás.
Los titulares y suplentes conocen el libreto a la perfección, aunque los segundos todavía se ven en muchos casos biches al lado de los primeros. En lo físico, es un equipo bien preparado que hace valer la altura como pocas veces había visto en los últimos años en la capital.
Ahora, en lo espiritual lo de Millonarios es superlativo. No hay que estar cerca de su camerino para entender que es una familia unida, consciente del valor de lo colectivo, en donde todas las unidades saben que hay que dar todos los días algo más de lo que se les pide. Hay personas con vocación de liderazgo tanto en el banco como en la cancha, como es el caso de Mackalister Silva, quien, con su madurez, se ha convertido en el técnico dentro de la cancha.
Tal vez la única preocupación radica en la falta de un delantero goleador de raza. En la única estadística en la que Millonarios no está entre los cinco primeros es en la de goles a favor, a pesar de su generosidad en términos de producción ofensiva.
Aún así el albiazul responde con creces y, como pocos equipos en Colombia, con un proyecto deportivo consolidado.
A pesar de todo y gracias a un formato de torneo que privilegia la mediocridad en cuanto a rendimiento deportivo se refiere, este Millonarios, el mejor de los últimos años, tendrá que comenzar de cero y repetir lo hecho hasta acá en un cuadrangular con poco margen de error. De todos modos, tiene todos los argumentos para hacerlo.