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El fútbol mueve emociones y en ese sentido las razones se quedan cortas para explicar la derrota frente a Uruguay del viernes pasado en el último minuto.
Lo que sí se puede es tratar de cambiar la actitud ante derrotas como esta. Es que pasamos de creer con convicción férrea en que tenemos la mejor selección del mundo a convencernos de que este tipo de cosas, como la del viernes, solo le pasan a Colombia porque no hay jerarquía y otro tipo de motivos que nos llevan a pensar que somos los peores.
Pues ni una cosa ni otra. A Alemania no le faltó jerarquía cuando se dejó empatar de Colombia en el último minuto en Italia 90. Por el contrario, terminó siendo campeón del mundo. A Holanda (según la RAE, se puede decir Holanda siempre que no sea para asuntos oficiales) tampoco le faltó jerarquía en las tres finales que perdieron, en la de 2010, por ejemplo la pelota que salvó Casillas en el minuto 119 fue la que comenzó la jugada para que Iniesta marcara el gol del título 40 segundos después. Es más, a Uruguay no le faltó jerarquía porque Colombia le empató al minuto 96 el viernes pasado. Eso sí, seguro estaríamos despachados en elogios en favor de un equipo que como el de Colombia estaba muerto en la cancha al momento de llegar el dos a dos.
Nadie es bueno o malo por perder un partido en el último minuto. Cuando estas cosas pasan se evidencia que en la cancha había dos equipos parejos en todos los sentidos y que los imponderables y los pequeños detalles marcan las grandes diferencias. Y no basta con cuidar esos detalles ni estar concentrados. Los rivales también juegan y los uruguayos saben de este tipo de dramas. Así han sido campeones del mundo dos veces, campeones olímpicos y multicampeones de América.
Que no se nos olvide que contra ellos, los argentinos y los brasileños, somos nosotros los que tenemos que acortar las distancias y eso incluye victorias épicas como las de Barranquilla contra los campeones del mundo o la semifinal en la Copa contra los de Bielsa, pero también duras derrotas como la final de la Copa y la del viernes.
Al final de cuentas era más importante el partido de aquella semifinal que el del viernes. Los dos casi seguro van a ir al mundial y a los dos les va a ir, en condiciones normales, de manera más que aceptable.
Bajémonos de la nube. El de Lorenzo es un buen equipo que está en construcción y que puede llegar a hacer un buen mundial. Tiene jugadores que nos van a dar más alegrías que amarguras y, fieles a lo que nos gusta como sociedad, siempre van a buscar el arco contrario. Ahora, llegar a las semifinales del mundial por ahora hace parte de la utopía. Pasar por encima casi siempre que se juegue contra Brasil, Argentina o Uruguay es bien difícil. Lo que corresponde es poner los pies en la tierra. Tenemos una buena selección, capaz de ganarle a cualquiera, pero que juega con el peso de la historia y nuestra idiosincrasia en la espalda. Calmémonos.
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