El equipo de todos ya está en Europa preparando la Copa del Mundo de Rusia. Los 23 escogidos tienen méritos de sobra para estar allí. Se habrán quedado dos o tres talentosos por fuera, pero la vida es así, solamente cabían los que están.
Culpar a Pascual Lezcano por la presencia de Pedro o de Juan es menospreciar el talento de quienes están. Si hay o no negocios de por medio es algo que al final del cuento es problema de ellos y sus conciencias. El asistente de Pékerman está ahí desde el primer día por encima de la mesa, no hay nada oculto. Lo que no podemos discutir, porque no hay lugar a ello, es que la camiseta de la selección se la haya puesto algún jugador que no tenga merecimientos para hacerlo, porque no ha sido así, es evidente.
Lezcano tiene poder, puede ser cierto. Es el que hace el trabajo sucio de Pékerman. Alguien tiene que asumir ese rol y el argentino lo hace bien. Con sus gafas oscuras y un rostro poco expresivo, es la línea fronteriza entre el equipo y su entorno. Su trabajo en el interior de la selección es proteger a los jugadores y al cuerpo técnico. Su rol no es caernos bien a todos ni ser el bonachón. Para eso están otros.
Dicho lo anterior, es momento de cerrar filas en torno a un objetivo común que es hacer otro gran Mundial. La idea es al menos igualar los cuartos de final de Brasil. Quienes hemos competido en alguna materia y sabemos lo que significa tener la valentía de intentarlo entendemos que hay muchos factores que pueden incidir, a favor y en contra, para lograrlo. Ellos, los jugadores, lo tienen claro. Así suene a lugar común, habrá que ir partido a partido, sin miedo pero sin triunfalismo, respetando a los rivales pero con la seguridad de que no existen imposibles. Hay talento suficiente para lograrlo e incluso ir un poco más allá, por qué no, pero eso habrá que construirlo.
Ya tendremos tiempo de pensar cómo atajar a Mané o a Lewandowski. Vendrá el momento de pensar quién ocupará la izquierda en ataque o quiénes serán los defensas centrales. Ahora es importante concientizarnos como país de que estos hombres nos pueden brindar una alegría que nos una como país. Si a ellos les va bien, a todos nos irá bien, y cuando digo todos hablo de la afición que sonreirá, la economía que se moverá, los jugadores que cumplirán su sueño, el cuerpo técnico que alargará su hazaña, la prensa deportiva que será más relevante en la medida en que demuestre madurez y responsabilidad. Nueve meses después de la final que coronó campeón a España en 2010 se produjo un pico de nacimientos en aquel país poco usual. Goles son amores, literal.
Si todo sale bien, esto será hermoso, pero si por alguna razón las cosas no salen como lo esperamos, podremos sentirnos orgullosos de que esos hombres que representarán a los colombianos de bien, los que nos levantamos con sueños por cumplir todos los días a trabajar y sabemos que en la vida es normal ganar y perder, nos sentiremos bien representados siempre que ellos dejen todo en la cancha. Y no lo duden, lo harán. ¡Vamos, carajo!
El equipo de todos ya está en Europa preparando la Copa del Mundo de Rusia. Los 23 escogidos tienen méritos de sobra para estar allí. Se habrán quedado dos o tres talentosos por fuera, pero la vida es así, solamente cabían los que están.
Culpar a Pascual Lezcano por la presencia de Pedro o de Juan es menospreciar el talento de quienes están. Si hay o no negocios de por medio es algo que al final del cuento es problema de ellos y sus conciencias. El asistente de Pékerman está ahí desde el primer día por encima de la mesa, no hay nada oculto. Lo que no podemos discutir, porque no hay lugar a ello, es que la camiseta de la selección se la haya puesto algún jugador que no tenga merecimientos para hacerlo, porque no ha sido así, es evidente.
Lezcano tiene poder, puede ser cierto. Es el que hace el trabajo sucio de Pékerman. Alguien tiene que asumir ese rol y el argentino lo hace bien. Con sus gafas oscuras y un rostro poco expresivo, es la línea fronteriza entre el equipo y su entorno. Su trabajo en el interior de la selección es proteger a los jugadores y al cuerpo técnico. Su rol no es caernos bien a todos ni ser el bonachón. Para eso están otros.
Dicho lo anterior, es momento de cerrar filas en torno a un objetivo común que es hacer otro gran Mundial. La idea es al menos igualar los cuartos de final de Brasil. Quienes hemos competido en alguna materia y sabemos lo que significa tener la valentía de intentarlo entendemos que hay muchos factores que pueden incidir, a favor y en contra, para lograrlo. Ellos, los jugadores, lo tienen claro. Así suene a lugar común, habrá que ir partido a partido, sin miedo pero sin triunfalismo, respetando a los rivales pero con la seguridad de que no existen imposibles. Hay talento suficiente para lograrlo e incluso ir un poco más allá, por qué no, pero eso habrá que construirlo.
Ya tendremos tiempo de pensar cómo atajar a Mané o a Lewandowski. Vendrá el momento de pensar quién ocupará la izquierda en ataque o quiénes serán los defensas centrales. Ahora es importante concientizarnos como país de que estos hombres nos pueden brindar una alegría que nos una como país. Si a ellos les va bien, a todos nos irá bien, y cuando digo todos hablo de la afición que sonreirá, la economía que se moverá, los jugadores que cumplirán su sueño, el cuerpo técnico que alargará su hazaña, la prensa deportiva que será más relevante en la medida en que demuestre madurez y responsabilidad. Nueve meses después de la final que coronó campeón a España en 2010 se produjo un pico de nacimientos en aquel país poco usual. Goles son amores, literal.
Si todo sale bien, esto será hermoso, pero si por alguna razón las cosas no salen como lo esperamos, podremos sentirnos orgullosos de que esos hombres que representarán a los colombianos de bien, los que nos levantamos con sueños por cumplir todos los días a trabajar y sabemos que en la vida es normal ganar y perder, nos sentiremos bien representados siempre que ellos dejen todo en la cancha. Y no lo duden, lo harán. ¡Vamos, carajo!