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Sucedió en Londres, en el otoño de 1998. Por aquel entonces, como director de la Corporación Nuevo Arco Iris, la ONG surgida del Acuerdo de Paz de la Corriente de Renovación Socialista –CRS-, realicé un periplo por varios países de Europa estableciendo relaciones internacionales y gestionando proyectos ante gobiernos y organismos de cooperación. La gira fue con León Valencia, con experiencia en estas gestiones, quien vivía uno de sus exilios en La Haya, aunque contábamos con amigos que en cada país nos ofrecían su solidario apoyo.
León no obtuvo visa al Reino Unido y no encontrábamos algún apoyo para atender nuestra agenda con el gobierno británico, varias ONG londinenses, la Cámara de Comercio Colombo-británica y Amnistía Internacional, principalmente. León recordó que Álvaro Uribe Vélez se encontraba en Oxford atendiendo compromisos académicos y que le había pedido su mediación ante el ELN en el marco de la reciente conferencia de paz realizada en Maguncia (Alemania), luego de un ataque de esta guerrilla a una de sus propiedades. Reconocíamos que Uribe, en su calidad de gobernador de Antioquia, atendió con diligencia, junto con Arco Iris, la reincorporación de los excombatientes y ex milicianos de la CRS. Espantando dudas y temores por nuestras distancias ideológicas y políticas, cogimos el teléfono y después de un saludo cordial, convenimos su apoyo en algunas de las reuniones, sobre todo las gubernamentales.
Era un octubre especialmente frio que presagiaba un invierno implacable. Acordamos con Álvaro Uribe Vélez vernos en Caning House en Londres para conversar con la Cámara de Comercio Colombo-británica y solicitarles apoyo para varias iniciativas productivas y empresariales con reincorporados que veníamos promoviendo en Antioquia y otras regiones del país. No fue un encuentro fácil. Sentía una extrañeza enorme al compartir escenario y lugar de conversación con quien políticamente se situaba en la orilla radicalmente opuesta a mis ideas y convicciones. Pero esta inusitada experiencia obligaba a rumear la necesidad de converger con adversarios como Uribe y lo que este hecho representa en el propósito de la paz y la reconciliación.
Terminada la reunión, Uribe se apresuró a invitarme a tomar café colombiano en una cafetería próxima a Caning House. Tuvimos una conversación en momentos cordiales, cuando me contó su experiencia en Oxford, y de tensión, cuando nos comprometíamos en discusiones políticas que hacían aflorar nuestras grandes diferencias. Me comentó su decisión de emprender una campaña presidencial por fuera del Partido Liberal y le escuché con atención sus balbuceos sobre el “Estado Comunitario” y la “Seguridad Democrática”. Me expresó su interés en que personas provenientes de las izquierdas hicieran parte de su futuro proyecto político. Era una tácita invitación.
Reaccioné con mi artillería conceptual en defensa de los Estados de bienestar y una democracia fundada en los derechos humanos y las libertades públicas. Me comprometí en la defensa de la existencia de un conflicto político armado interno que merecía un esfuerzo de negociación política y una política de paz. Y la cordialidad del tinto se fue evaporando cuando inevitablemente llegamos al tema de las Convivir y su relación con el paramilitarismo en tiempos de su gobernación de Antioquia. Al final le dije, “sí ve, doctor Uribe, por qué personas como yo no podemos hacer parte de su proyecto político”. Y rematé: “la mejor contribución que le podemos hacer a la democracia y a la paz del país es que usted represente a una derecha caracterizada y nosotros forjemos un proyecto político de izquierdas”.
Luego del ultimo sorbo de café, le agradecí su compañía y nos despedimos seguramente con la convicción de que ambos nos seguiríamos tropezando en las contiendas políticas que venían. En efecto, Uribe Vélez compitió y ganó la Presidencia de la Republica en primera vuelta en el 2002, mientras los miembros de la Corriente de Renovación Socialista y Arco Iris participamos en la creación del Polo Democrático bajo el liderazgo fresco y disruptivo de Lucho Garzón, quien representó el resurgir de la izquierda democrática en la misma contienda presidencial.