El incendio de la seguridad en Colombia
Ariel Ávila
Más allá de revisar los indicadores de seguridad en Colombia, lo cierto es que la totalidad de analistas, expertos y académicos en la materia coinciden en que hay un cuadro de deterioro generalizado, lo cual incluye la seguridad rural y urbana. Todo esto se traduce en masacres, asesinato de líderes sociales, decapitamientos, crecimiento del Eln, las disidencias y el Clan del Golfo, y hasta en un atentado al presidente de la República. En varias regiones es increíble el deterioro. Mientras todo esto ocurre, parece que la fuerza pública se ha dedicado a entregar trofeos antes de que termine el gobierno de Iván Duque, por ello dieron de baja a alias Uriel y, recientemente, a alias Fabián. Todo indicaría que estarían muy cerca de Otoniel, el líder del Clan del Golfo. Sin embargo, en el terreno la seguridad no hace más que deteriorarse.
La pregunta es por qué ocurrió ese deterioro, más aún en un gobierno que, supuestamente, era bueno en seguridad. La respuesta no es sencilla, se deriva de varios factores, pero para resumir se podría decir que hubo una tormenta perfecta, compuesta de tres factores. Por un lado, un saboteo sistemático al Acuerdo de Paz. Cuando el presidente Iván Duque llegó al gobierno debía tomar la decisión de si le echaba agua o gasolina al incendio, prefirió tirarle gasolina y el país se incendió: no siguió adelante con el sometimiento a la justicia del Clan del Golfo, saboteó el proceso de paz con el Eln, no cumplió con el Acuerdo de Paz con las Farc. De hecho, entendieron el Acuerdo de Paz como reincorporación y en lo demás no avanzaron. Entonces, rápidamente, el país se fue deteriorando.
En segundo lugar, una explosión de las economías ilegales, el aumento, en general, del precio de la droga y el oro, y el crecimiento vertiginoso de la economía de la trata de personas. Entre Colombia y Venezuela, diariamente pueden pasar más de 10.000 personas por trochas o pasos informales, cada una de ellas paga un dólar. Cuando el gobierno de Venezuela o Colombia cierra los puentes o pasos legales, el flujo aumenta por los pasos ilegales, al igual que el precio, y se paga hasta cinco dólares. Es una economía que mueve miles de millones de pesos cada semana. Esto hace que exista mucho dinero circulando en la ilegalidad.
En tercer lugar, hay una crisis profunda en las Fuerzas Militares que, entre otras, tiene de fondo una división de mando, ausencia de mando y control, mucho personal inexperto en cargos directivos y miedo jurídico por parte de muchos mandos militares. Además de la corrupción y cálculos políticos de algunos sectores. Es una crisis estructural.
Esto significa que, en el corto plazo, nada va a mejorar, el presiente Iván Duque quiere entregar algunas cabezas de grupos armados ilegales y organizaciones criminales, pero eso no va a solucionar la crisis. El próximo gobierno, ya sea alternativo o continuista, deberá asumir un país sumido en una profunda crisis de seguridad.
Más allá de revisar los indicadores de seguridad en Colombia, lo cierto es que la totalidad de analistas, expertos y académicos en la materia coinciden en que hay un cuadro de deterioro generalizado, lo cual incluye la seguridad rural y urbana. Todo esto se traduce en masacres, asesinato de líderes sociales, decapitamientos, crecimiento del Eln, las disidencias y el Clan del Golfo, y hasta en un atentado al presidente de la República. En varias regiones es increíble el deterioro. Mientras todo esto ocurre, parece que la fuerza pública se ha dedicado a entregar trofeos antes de que termine el gobierno de Iván Duque, por ello dieron de baja a alias Uriel y, recientemente, a alias Fabián. Todo indicaría que estarían muy cerca de Otoniel, el líder del Clan del Golfo. Sin embargo, en el terreno la seguridad no hace más que deteriorarse.
La pregunta es por qué ocurrió ese deterioro, más aún en un gobierno que, supuestamente, era bueno en seguridad. La respuesta no es sencilla, se deriva de varios factores, pero para resumir se podría decir que hubo una tormenta perfecta, compuesta de tres factores. Por un lado, un saboteo sistemático al Acuerdo de Paz. Cuando el presidente Iván Duque llegó al gobierno debía tomar la decisión de si le echaba agua o gasolina al incendio, prefirió tirarle gasolina y el país se incendió: no siguió adelante con el sometimiento a la justicia del Clan del Golfo, saboteó el proceso de paz con el Eln, no cumplió con el Acuerdo de Paz con las Farc. De hecho, entendieron el Acuerdo de Paz como reincorporación y en lo demás no avanzaron. Entonces, rápidamente, el país se fue deteriorando.
En segundo lugar, una explosión de las economías ilegales, el aumento, en general, del precio de la droga y el oro, y el crecimiento vertiginoso de la economía de la trata de personas. Entre Colombia y Venezuela, diariamente pueden pasar más de 10.000 personas por trochas o pasos informales, cada una de ellas paga un dólar. Cuando el gobierno de Venezuela o Colombia cierra los puentes o pasos legales, el flujo aumenta por los pasos ilegales, al igual que el precio, y se paga hasta cinco dólares. Es una economía que mueve miles de millones de pesos cada semana. Esto hace que exista mucho dinero circulando en la ilegalidad.
En tercer lugar, hay una crisis profunda en las Fuerzas Militares que, entre otras, tiene de fondo una división de mando, ausencia de mando y control, mucho personal inexperto en cargos directivos y miedo jurídico por parte de muchos mandos militares. Además de la corrupción y cálculos políticos de algunos sectores. Es una crisis estructural.
Esto significa que, en el corto plazo, nada va a mejorar, el presiente Iván Duque quiere entregar algunas cabezas de grupos armados ilegales y organizaciones criminales, pero eso no va a solucionar la crisis. El próximo gobierno, ya sea alternativo o continuista, deberá asumir un país sumido en una profunda crisis de seguridad.