La rara estrategia del Centro Democrático
Ariel Ávila
Aún no logro entender si, realmente, el gobierno de Iván Duque es un gran despelote, donde no son capaces ni de coordinar lo mínimo de una salida en escena, o si todo se trata de un plan maquiavélico con fines electorales para posicionar figuras del Centro Democrático.
Los hechos son los siguientes. Por un lado, un nefasto plan de vacunación y un terrible manejo de la pandemia. Son más de 70.000 muertos por el COVID-19 y 2,5 millones de contagios. A final de mayo la cifra de los muertos podría rondar los 80.000. En fin, un mal manejo de la pandemia, un mal plan de adquisición de vacunas y un pésimo plan de vacunación. En segundo lugar, una absoluta descoordinación de la política de seguridad del país y su manejo mediático. El ministro de Defensa se atrevió a llamar “máquinas de guerra” a los niños víctimas de reclutamiento y no saben qué hacer con el deterioro de la seguridad generalizada en el país. En tercer lugar, una nefasta pero sobre todo mal anunciada reforma tributaria. La coalición de gobierno explotó en las manos del presidente y casi nadie le ve cosas positivas a esa reforma ni cree en ella. El debate actual no es arreglar o no la reforma; lo que se pide, por la mayoría de la sociedad, es que se hunda completa.
Para algunos analistas desprevenidos la conclusión es que el Centro Democrático se está hundiendo solo; es decir, está en los peores números en todas las encuestas y parece, de momento, que no levantará cabeza. De hecho, el manejo mediático ha sido terrible; incluso, hace pocos días el presidente manifestó que no sabía cómo los servicios funerarios terminaron teniendo IVA. Lo cual se podría interpretar de dos formas: o bien el presidente no lee lo que presenta su Gobierno, o no tiene control sobre su Gobierno. Cualquiera de las dos conclusiones sería terrible.
En medio de todo esto, el Centro Democrático ha tenido tres salidas en lo público. Por un lado, una serie de congresistas desconocidos han salido a apoyar la reforma tributaria con el chantaje de que si no se aprueba no habría plata para subsidios para los más pobres, como el Ingreso Solidario. Otro grupo de congresistas ha dicho que la reforma hay que planearla mejor y que se debería reformar su contenido. Un tercer grupo, encabezado por el expresidente Álvaro Uribe, ha salido en una estrategia poco clara a manifestar reformas al proyecto de ley, a mencionar que es inconveniente y que le hace daño al Centro Democrático.
De forma inicial parecería que, al igual que en temas de seguridad, el Centro Democrático busca hacerse con las banderas de la discusión; es decir, los defensores y opositores a la reforma se venden como villanos y, luego, como salvadores. Pero si esa es la estrategia, se puede concluir que les ha salido totalmente mal. Duque fue, es y seguirá siendo uribista y, aunque lo intenten, los miembros del Centro Democrático no podrán desprenderlo del uribismo o desconocerlo. Al menos de momento, la estrategia deja ver un Centro Democrático errático, descoordinado y disperso, casi que parece una batalla campal por dentro. Sin embargo, parece difícil de creer que tanta descoordinación sea posible; algo intentarán para evitar hundirse de la forma como lo están haciendo. Siempre los neopopulismos sacan estrategias y “acontecimientos” debajo de la manga.
Aún no logro entender si, realmente, el gobierno de Iván Duque es un gran despelote, donde no son capaces ni de coordinar lo mínimo de una salida en escena, o si todo se trata de un plan maquiavélico con fines electorales para posicionar figuras del Centro Democrático.
Los hechos son los siguientes. Por un lado, un nefasto plan de vacunación y un terrible manejo de la pandemia. Son más de 70.000 muertos por el COVID-19 y 2,5 millones de contagios. A final de mayo la cifra de los muertos podría rondar los 80.000. En fin, un mal manejo de la pandemia, un mal plan de adquisición de vacunas y un pésimo plan de vacunación. En segundo lugar, una absoluta descoordinación de la política de seguridad del país y su manejo mediático. El ministro de Defensa se atrevió a llamar “máquinas de guerra” a los niños víctimas de reclutamiento y no saben qué hacer con el deterioro de la seguridad generalizada en el país. En tercer lugar, una nefasta pero sobre todo mal anunciada reforma tributaria. La coalición de gobierno explotó en las manos del presidente y casi nadie le ve cosas positivas a esa reforma ni cree en ella. El debate actual no es arreglar o no la reforma; lo que se pide, por la mayoría de la sociedad, es que se hunda completa.
Para algunos analistas desprevenidos la conclusión es que el Centro Democrático se está hundiendo solo; es decir, está en los peores números en todas las encuestas y parece, de momento, que no levantará cabeza. De hecho, el manejo mediático ha sido terrible; incluso, hace pocos días el presidente manifestó que no sabía cómo los servicios funerarios terminaron teniendo IVA. Lo cual se podría interpretar de dos formas: o bien el presidente no lee lo que presenta su Gobierno, o no tiene control sobre su Gobierno. Cualquiera de las dos conclusiones sería terrible.
En medio de todo esto, el Centro Democrático ha tenido tres salidas en lo público. Por un lado, una serie de congresistas desconocidos han salido a apoyar la reforma tributaria con el chantaje de que si no se aprueba no habría plata para subsidios para los más pobres, como el Ingreso Solidario. Otro grupo de congresistas ha dicho que la reforma hay que planearla mejor y que se debería reformar su contenido. Un tercer grupo, encabezado por el expresidente Álvaro Uribe, ha salido en una estrategia poco clara a manifestar reformas al proyecto de ley, a mencionar que es inconveniente y que le hace daño al Centro Democrático.
De forma inicial parecería que, al igual que en temas de seguridad, el Centro Democrático busca hacerse con las banderas de la discusión; es decir, los defensores y opositores a la reforma se venden como villanos y, luego, como salvadores. Pero si esa es la estrategia, se puede concluir que les ha salido totalmente mal. Duque fue, es y seguirá siendo uribista y, aunque lo intenten, los miembros del Centro Democrático no podrán desprenderlo del uribismo o desconocerlo. Al menos de momento, la estrategia deja ver un Centro Democrático errático, descoordinado y disperso, casi que parece una batalla campal por dentro. Sin embargo, parece difícil de creer que tanta descoordinación sea posible; algo intentarán para evitar hundirse de la forma como lo están haciendo. Siempre los neopopulismos sacan estrategias y “acontecimientos” debajo de la manga.