Luego de afirmar repetidamente que el pacto nuclear con Irán era “risible —más por acabar con el legado de Obama que por alguna razón fundamentada—, Trump tomó la decisión de retirarse en mayo de 2018. Desde entonces, la estrangulación por parte de Washington de la economía iraní y el matoneo a quienes siguen en el acuerdo, la violación medida por parte de Teherán de algunos de sus términos y una serie de incidentes agravantes —como el derribo de un dron estadounidense que violaba el espacio aéreo de Irán, la orden y posterior cancelación por Trump de un bombardeo retaliatorio y el ataque a varios buques petroleros en el Golfo de Omán— han alejado las perspectivas del diálogo y aumentado el riesgo de una confrontación militar.
Ver más: El herbicida que mata
Cabe recordar que el Plan Conjunto de Acción Comprehensiva suscrita en 2015 entre Irán, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, China, Rusia y la Unión Europea tenía como propósito central frenar el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones económicas aplicadas a ese país. Pese a su comprobado éxito, Washington se retiró e inició una política de “presión máxima”, consistente en la aplicación de sanciones agresivas a los sectores petrolero, petroquímico y gas, y de controles financieros, que buscan forzar un cambio de régimen y castigar el comportamiento “belicoso” de Irán en Medio Oriente, incluyendo la financiación de Hezbolá y el apoyo a Al Asad en Siria. Sus resultados han incluido el agravamiento de la crisis económica y social, el debilitamiento de los sectores políticos moderados y el fortalecimiento de la línea dura, que se opuso a las negociaciones nucleares desde el principio, pero no el freno a la proyección regional de Irán ni a su programa de misiles balísticos, elemento excluido del acuerdo de 2015. Por su parte, el gobierno de Hasán Rohaní ha exigido a los firmantes europeos —que no consideran significativo aún su incumplimiento con el pacto— garantizar la venta de petróleo, bloqueada actualmente en el mercado global.
Ver más: Empate y negociación
En una larga entrevista con la cadena estadounidense NBC esta semana, el ministro de Relaciones Exteriores, Mohammad Yavad Zarif, expuso la posición del gobierno iraní. Dejando de lado la insistencia en el desinterés de Irán de desarrollar armas nucleares, sobre el cual puede haber discordia, su análisis se alinea con el de los numerosos críticos de la torpe y peligrosa estrategia de Trump. Además de explicar por qué un país que haya concluido una negociación y suscrito (y respetado) un acuerdo internacional no puede aceptar un ultimátum de quien haya renegado de lo pactado, ¬como pretende la Casa Blanca¬, Zarif reiteró que la puerta del diálogo sigue abierta si EE. UU. desea regresar, siempre y cuando levante las sanciones.
Aunque Trump es esquivo a la guerra y esta jugaría en contra de su reelección, está rodeado de algunos que se empecinan en el uso de la fuerza, ¬como es el caso de su consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, pero también del primer ministro israelí¬. Empero, y juzgando por su “amorío” con el líder norcoreano Kim Jong-un, lo que busca Trump realmente es la “pompa” de alguna reunión mediática. El problema, como el mismo canciller insinúa en la entrevista citada, es que el pueblo iraní es demasiado orgulloso para prestarse a semejante circo. Quién da el brazo a torcer sin que ello parezca una rendición...
Luego de afirmar repetidamente que el pacto nuclear con Irán era “risible —más por acabar con el legado de Obama que por alguna razón fundamentada—, Trump tomó la decisión de retirarse en mayo de 2018. Desde entonces, la estrangulación por parte de Washington de la economía iraní y el matoneo a quienes siguen en el acuerdo, la violación medida por parte de Teherán de algunos de sus términos y una serie de incidentes agravantes —como el derribo de un dron estadounidense que violaba el espacio aéreo de Irán, la orden y posterior cancelación por Trump de un bombardeo retaliatorio y el ataque a varios buques petroleros en el Golfo de Omán— han alejado las perspectivas del diálogo y aumentado el riesgo de una confrontación militar.
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Cabe recordar que el Plan Conjunto de Acción Comprehensiva suscrita en 2015 entre Irán, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Francia, China, Rusia y la Unión Europea tenía como propósito central frenar el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones económicas aplicadas a ese país. Pese a su comprobado éxito, Washington se retiró e inició una política de “presión máxima”, consistente en la aplicación de sanciones agresivas a los sectores petrolero, petroquímico y gas, y de controles financieros, que buscan forzar un cambio de régimen y castigar el comportamiento “belicoso” de Irán en Medio Oriente, incluyendo la financiación de Hezbolá y el apoyo a Al Asad en Siria. Sus resultados han incluido el agravamiento de la crisis económica y social, el debilitamiento de los sectores políticos moderados y el fortalecimiento de la línea dura, que se opuso a las negociaciones nucleares desde el principio, pero no el freno a la proyección regional de Irán ni a su programa de misiles balísticos, elemento excluido del acuerdo de 2015. Por su parte, el gobierno de Hasán Rohaní ha exigido a los firmantes europeos —que no consideran significativo aún su incumplimiento con el pacto— garantizar la venta de petróleo, bloqueada actualmente en el mercado global.
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En una larga entrevista con la cadena estadounidense NBC esta semana, el ministro de Relaciones Exteriores, Mohammad Yavad Zarif, expuso la posición del gobierno iraní. Dejando de lado la insistencia en el desinterés de Irán de desarrollar armas nucleares, sobre el cual puede haber discordia, su análisis se alinea con el de los numerosos críticos de la torpe y peligrosa estrategia de Trump. Además de explicar por qué un país que haya concluido una negociación y suscrito (y respetado) un acuerdo internacional no puede aceptar un ultimátum de quien haya renegado de lo pactado, ¬como pretende la Casa Blanca¬, Zarif reiteró que la puerta del diálogo sigue abierta si EE. UU. desea regresar, siempre y cuando levante las sanciones.
Aunque Trump es esquivo a la guerra y esta jugaría en contra de su reelección, está rodeado de algunos que se empecinan en el uso de la fuerza, ¬como es el caso de su consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, pero también del primer ministro israelí¬. Empero, y juzgando por su “amorío” con el líder norcoreano Kim Jong-un, lo que busca Trump realmente es la “pompa” de alguna reunión mediática. El problema, como el mismo canciller insinúa en la entrevista citada, es que el pueblo iraní es demasiado orgulloso para prestarse a semejante circo. Quién da el brazo a torcer sin que ello parezca una rendición...