¿Quiénes quieren interferir en las elecciones en Colombia?
A pocos meses de la primera vuelta presidencial, han comenzado a circular especulaciones (todavía infundadas) sobre el riesgo de injerencia extranjera, en especial de Rusia y Venezuela en el proceso electoral colombiano. Además del Gobierno, que ha movido el tema en diversos escenarios nacionales e internacionales, en su visita reciente Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, también insinuó que actores foráneos “malignos” buscan manipular nuestras elecciones, y prometió que Washington trabajaría con sus contrapartes aquí para asegurar una contienda libre y justa.
Si bien no es secreto para nadie que Estados Unidos, al igual que Rusia, tiene una larga historia de intentos por influenciar las votaciones en varios lugares del mundo, poco o nada se discute su interferencia en Colombia. Tratándose del socio más importante de América del Sur, si no la región entera, con el que se comparte una alianza estratégica que se manifiesta en acciones conjuntas en este país y más allá, la mera posibilidad de tener que renegociar los términos de la relación bilateral, sobre todo en el ámbito de la seguridad, debe generar pánico en algunos círculos. No en vano, la subsecretaria Nuland elogió a la Policía Nacional como columna vertebral de la cooperación binacional y anunció la entrega de $8 millones a la institución, pese a los antecedentes comprobados de brutalidad policial y la falta de justicia para las víctimas.
Aunado a lo anterior, el hecho de que Nuland y Brian Nichols, subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, se hayan reunido con las coaliciones políticas que aspiran a la Presidencia pero no con el Pacto Histórico, así como la observación hecha por un alto oficial estadounidense de que la relación bilateral podría aguantar cualquier resultado electoral menos la selección de un candidato “radical” constituyen claras tentativas de influenciar el proceso.
Atando cabos, la advertencia de María Jimena Duzán en su columna de Cambio de que “hay un sector en el poder en Colombia que quiere frenar a como dé lugar la candidatura de Gustavo Petro” puede tener relación con los esfuerzos descritos. No son gratuitos los acercamientos de mexicanos desconocidos para introducir dineros de dudosa procedencia a la campaña, como tampoco la participación de la DEA en una operación de entrampamiento del hermano de Piedad Córdoba. Difícilmente se trata de una estrategia orquestada desde Estados Unidos para enlodar a Petro, pero no sería la primera vez que la DEA actuara en función de intereses propios, a veces en asocio con autoridades locales, como ocurrió con Néstor Humberto Martínez cuando era fiscal.
El paso de “bestia grande” al que se refiere Duzán, donde el protagonista extranjero central no es Moscú sino muy probablemente Washington, ofrece un pretexto peligroso a Duque y la extrema derecha para sembrar dudas sobre las elecciones y gritar fraude en caso de que no les guste el resultado final. De ahí la urgencia de que aquellos actores políticos y sociales que se precien de ser democráticos, incluyendo a los integrantes del Pacto Histórico, comiencen a mover sus redes y contactos en Estados Unidos en pro de garantizar, citando nuevamente a la subsecretaria Nuland, “unas elecciones colombianas para los colombianos”.
A pocos meses de la primera vuelta presidencial, han comenzado a circular especulaciones (todavía infundadas) sobre el riesgo de injerencia extranjera, en especial de Rusia y Venezuela en el proceso electoral colombiano. Además del Gobierno, que ha movido el tema en diversos escenarios nacionales e internacionales, en su visita reciente Victoria Nuland, subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos, también insinuó que actores foráneos “malignos” buscan manipular nuestras elecciones, y prometió que Washington trabajaría con sus contrapartes aquí para asegurar una contienda libre y justa.
Si bien no es secreto para nadie que Estados Unidos, al igual que Rusia, tiene una larga historia de intentos por influenciar las votaciones en varios lugares del mundo, poco o nada se discute su interferencia en Colombia. Tratándose del socio más importante de América del Sur, si no la región entera, con el que se comparte una alianza estratégica que se manifiesta en acciones conjuntas en este país y más allá, la mera posibilidad de tener que renegociar los términos de la relación bilateral, sobre todo en el ámbito de la seguridad, debe generar pánico en algunos círculos. No en vano, la subsecretaria Nuland elogió a la Policía Nacional como columna vertebral de la cooperación binacional y anunció la entrega de $8 millones a la institución, pese a los antecedentes comprobados de brutalidad policial y la falta de justicia para las víctimas.
Aunado a lo anterior, el hecho de que Nuland y Brian Nichols, subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, se hayan reunido con las coaliciones políticas que aspiran a la Presidencia pero no con el Pacto Histórico, así como la observación hecha por un alto oficial estadounidense de que la relación bilateral podría aguantar cualquier resultado electoral menos la selección de un candidato “radical” constituyen claras tentativas de influenciar el proceso.
Atando cabos, la advertencia de María Jimena Duzán en su columna de Cambio de que “hay un sector en el poder en Colombia que quiere frenar a como dé lugar la candidatura de Gustavo Petro” puede tener relación con los esfuerzos descritos. No son gratuitos los acercamientos de mexicanos desconocidos para introducir dineros de dudosa procedencia a la campaña, como tampoco la participación de la DEA en una operación de entrampamiento del hermano de Piedad Córdoba. Difícilmente se trata de una estrategia orquestada desde Estados Unidos para enlodar a Petro, pero no sería la primera vez que la DEA actuara en función de intereses propios, a veces en asocio con autoridades locales, como ocurrió con Néstor Humberto Martínez cuando era fiscal.
El paso de “bestia grande” al que se refiere Duzán, donde el protagonista extranjero central no es Moscú sino muy probablemente Washington, ofrece un pretexto peligroso a Duque y la extrema derecha para sembrar dudas sobre las elecciones y gritar fraude en caso de que no les guste el resultado final. De ahí la urgencia de que aquellos actores políticos y sociales que se precien de ser democráticos, incluyendo a los integrantes del Pacto Histórico, comiencen a mover sus redes y contactos en Estados Unidos en pro de garantizar, citando nuevamente a la subsecretaria Nuland, “unas elecciones colombianas para los colombianos”.