En esta columna comento algunas de las “Once tesis sobre el fútbol” que publicó en El País, con motivo de la Eurocopa, el exfutbolista y ahora dirigente deportivo alemán Philipp Lahm.
Su primera tesis es categórica: “El fútbol es un juego europeo”. Aunque Lahm reconoce que se practica en todo el mundo, señala que este deporte nació en Europa: “Es un bien cultural europeo” y sus clubes “no tienen rival”. Si bien es cierto que en las ligas europeas se juega el mejor fútbol del mundo, Lahm desconoce que 3 selecciones latinoamericanas ganaron 10 de los 22 campeonatos del mundo. Tampoco admite que los equipos de las ligas europeas, sus estilos y modos de jugar se enriquecen con las grandes estrellas de África y América Latina. En esta materia, no sobra recordar que el fútbol europeo se ha beneficiado hasta el delirio con las genialidades de Di Stefano, Maradona, Ronaldo, Ronaldinho y, por supuesto, Messi, por mencionar sólo las mayores figuras latinoamericanas. Sin sus estrellas extranjeras, los europeos serían, simplemente, equipos del montón.
Es discutible su tesis de que el fútbol “funciona mejor en las democracias”. Basta recordar que Italia ganó dos copas del mundo cuando su país estaba en manos de Mussolini; la célebre selección del Brasil de 1970 representaba a un país gobernado por el dictador Garrastazu Medici; el gobierno del general Rafael Videla organizó el campeonato que ganó el equipo de Mario Kempes y, así mismo, que en los años de Franco despegó el fútbol español y el del Real Madrid. Por otra parte, no se puede olvidar la perdurable influencia deportiva de la Hungría socialista de los años cincuenta, con el “equipo de oro” de Puskas, por la creación del “fútbol total”, el mismo que se incorporó a la famosa selección de Holanda y después al Barcelona de Cruyff y a los equipos de Pep Guardiola (se entiende por fútbol total el que se centra en el trabajo colectivo, la dedicación de todos a la defensa y el ataque, el pressing constante y la obsesión por el dominio del balón).
En el desarrollo de su tercera tesis afirma que “Francia es el equipo con el mayor talento” y hace hincapié en las virtudes de Mbappé y sus compañeros. Aunque es probable que Lahm se refiera solo a los equipos europeos, debería reconocer que, en la selección francesa y en otras que compiten en la Eurocopa, muchas de sus grandes figuras son descendientes de inmigrantes africanos. Obama señaló en forma concluyente que la selección de Francia de 2018 había sido el primer equipo africano en ganar la Copa Mundo.
Termino con la tesis de Lahm en la que, a pesar de su eurocentrismo, defiende la diversidad racial en la cancha. Aunque lamenta los resultados de una encuesta de Alemania que muestran que “una persona de cada cinco querría ver más jugadores blancos o le molesta que uno de sus capitanes (…) sea de ascendencia turca”, parece estar a favor de la diversidad solo por razones puramente prácticas y futboleras: sostiene que la calidad de los equipos europeos disminuiría si se excluyen los jugadores que son hijos y nietos de inmigrantes. Pero no se atreve a sostener esta posición por razones éticas y por la necesidad de combatir la discriminación y el racismo en las sociedades europeas. El gran Mbappé, en cambio, se ha opuesto en forma explícita a los extremistas que compiten por el poder en la próxima elección en Francia.