El presidente Lula hizo importantes pronunciamientos en su visita de la semana pasada a Bogotá. Insistió en que las claves de la integración latinoamericana son el crecimiento y la expansión de la producción de América del Sur. Señaló que solo con economías más grandes y modernas se conseguirá el respeto de los países avanzados. Su mensaje central fue que no es, para nada, incompatible que los gobiernos progresistas promuevan la inversión y el crecimiento al tiempo que luchan por la justicia social de sus pueblos.
El presidente brasilero puso de presente que uno de los principales instrumentos para acelerar el crecimiento de las economías latinoamericanas debía ser la expansión del comercio y la inversión en la región. Los gobiernos, por lo tanto, deben trabajar para remover las trabas al intercambio entre nuestros países.
Hizo un llamado, semejante al que haría cualquier economista bien formado, tal vez tachado de neoliberal, por lograr un acuerdo para garantizar que los empresarios y los inversionistas de estas economías puedan gozar de estabilidad jurídica, un elemento que llamó “sagrado” para el desarrollo de sus actividades; estabilidad fiscal, tributaria y macroeconómica para que puedan realizarse los planes de negocios sin contratiempos; y estabilidad social, derivada de la efectiva atención de los gobiernos a los ciudadanos más pobres.
Eso no fue todo. Lula y sus ministros pusieron sobre la mesa un ambicioso plan de proyectos de infraestructura para conectar a los países de América Latina. Colombia hace parte de dos de ellos: uno que conecta Manta en Ecuador con Leticia y Manaus; el otro, un corredor que parte de Tumaco, pasa por Pasto y Mocoa, y llega a Santo Antonio de Iça, en Brasil, a través del río Putumayo (este proyecto coincide con una vieja y frustrada aspiración del sur, por cuanto una moderna vía Pasto-Mocoa, que conecte con Neiva y las carreteras paralelas al río Magdalena, sería la ruta más corta entre Quito, Pasto y Bogotá, y evitaría los frecuentes bloqueos indígenas y derrumbes de la vía que atraviesa el Cauca). Se trata de proyectos multimodales, que requieren la construcción de carreteras, puertos fluviales y obras de adecuación de numerosos ríos. Lula y sus ministros también plantearon que para ejecutar este plan se necesitan concesiones APP con la confluencia del capital privado y público.
Por otra parte, Lula insistió en la importancia del intercambio y la colaboración de las universidades y los centros de investigación e innovación en el proceso de integración y crecimiento de América Latina, un tema hasta ahora ignorado por el Gobierno de Colombia. En realidad, nuestro país podría beneficiarse de los grandes avances de la tecnología brasilera en cultivos de gran escala como el de maíz, trigo, palma africana, para citar solo algunos. La expansión de la producción de estos productos, con enormes posibilidades en nuestro país, continúa subexplotada, en buena parte por restricciones legales e ideológicas.
Al final de su intervención, Lula recalcó que para hacer que todo esto sea posible se requiere de voluntad política. Repitió, en medio de los aplausos de los empresarios, que es necesario que los gobernantes, especialmente los ministros involucrados, trabajen más, que sean más efectivos. Sólo así se alcanzarán los beneficios y las promesas de la integración económica.
El presidente Lula hizo importantes pronunciamientos en su visita de la semana pasada a Bogotá. Insistió en que las claves de la integración latinoamericana son el crecimiento y la expansión de la producción de América del Sur. Señaló que solo con economías más grandes y modernas se conseguirá el respeto de los países avanzados. Su mensaje central fue que no es, para nada, incompatible que los gobiernos progresistas promuevan la inversión y el crecimiento al tiempo que luchan por la justicia social de sus pueblos.
El presidente brasilero puso de presente que uno de los principales instrumentos para acelerar el crecimiento de las economías latinoamericanas debía ser la expansión del comercio y la inversión en la región. Los gobiernos, por lo tanto, deben trabajar para remover las trabas al intercambio entre nuestros países.
Hizo un llamado, semejante al que haría cualquier economista bien formado, tal vez tachado de neoliberal, por lograr un acuerdo para garantizar que los empresarios y los inversionistas de estas economías puedan gozar de estabilidad jurídica, un elemento que llamó “sagrado” para el desarrollo de sus actividades; estabilidad fiscal, tributaria y macroeconómica para que puedan realizarse los planes de negocios sin contratiempos; y estabilidad social, derivada de la efectiva atención de los gobiernos a los ciudadanos más pobres.
Eso no fue todo. Lula y sus ministros pusieron sobre la mesa un ambicioso plan de proyectos de infraestructura para conectar a los países de América Latina. Colombia hace parte de dos de ellos: uno que conecta Manta en Ecuador con Leticia y Manaus; el otro, un corredor que parte de Tumaco, pasa por Pasto y Mocoa, y llega a Santo Antonio de Iça, en Brasil, a través del río Putumayo (este proyecto coincide con una vieja y frustrada aspiración del sur, por cuanto una moderna vía Pasto-Mocoa, que conecte con Neiva y las carreteras paralelas al río Magdalena, sería la ruta más corta entre Quito, Pasto y Bogotá, y evitaría los frecuentes bloqueos indígenas y derrumbes de la vía que atraviesa el Cauca). Se trata de proyectos multimodales, que requieren la construcción de carreteras, puertos fluviales y obras de adecuación de numerosos ríos. Lula y sus ministros también plantearon que para ejecutar este plan se necesitan concesiones APP con la confluencia del capital privado y público.
Por otra parte, Lula insistió en la importancia del intercambio y la colaboración de las universidades y los centros de investigación e innovación en el proceso de integración y crecimiento de América Latina, un tema hasta ahora ignorado por el Gobierno de Colombia. En realidad, nuestro país podría beneficiarse de los grandes avances de la tecnología brasilera en cultivos de gran escala como el de maíz, trigo, palma africana, para citar solo algunos. La expansión de la producción de estos productos, con enormes posibilidades en nuestro país, continúa subexplotada, en buena parte por restricciones legales e ideológicas.
Al final de su intervención, Lula recalcó que para hacer que todo esto sea posible se requiere de voluntad política. Repitió, en medio de los aplausos de los empresarios, que es necesario que los gobernantes, especialmente los ministros involucrados, trabajen más, que sean más efectivos. Sólo así se alcanzarán los beneficios y las promesas de la integración económica.