Aportes de la lengua de señas colombiana para la construcción de paz
Muchos conciben la lengua de señas como una imitación de otra lengua. Es decir, como un reflejo que está subordinado a otros signos y no como una lengua en sí misma. Este desconocimiento no solo resulta inapropiado al momento de comprender el mundo de la comunidad sorda, sino que impide a la sociedad recoger los aportes que esta comunidad está produciendo frente a los principales debates que se dan a nivel nacional.
Esta situación se ve con claridad cuando hablamos de paz, pues esta palabra ha perdido su sentido y, sobre todo, su relación lingüística con una realidad que no cabe en las tres letras de la palabra. Se podría decir que hay una disputa por capturar el significado de esta palabra, pues en Colombia hay tantas nociones de paz como partidos y movimientos políticos.
Sin embargo, la lengua de señas colombiana, (cada país tiene su propia lengua de señas, con coincidencias y diferencias como ocurre con otras lenguas como el alemán o el inglés), ha construido una seña que contiene, en el movimiento de las manos, algo que se nos escapa cuando decimos “paz”. Esta seña hubiera sido muy significativa en la discusión nacional en torno a la paz durante el pasado plebiscito.
Así, la palabra paz, en lengua de señas colombiana se produce de la siguiente manera: “Las manos en ‘5’, una con la palma hacia arriba y la otra hacia abajo, se tocan en diagonal formando una equis y luego invierten sus posiciones. El movimiento se repite” (ver imagen superior). Sin embargo, la explicación sobre la seña resulta fundamental para comprender, más allá de la palabra, lo que realmente significa para un país como Colombia la paz. La seña de paz incluye la noción de transformación, pues el primer movimiento de las manos significa: “terminar algo”, mientras que el segundo movimiento, en el que las manos se invierten, nos dice: “para comenzar de nuevo”. Esto implica que la paz no es, de manera exclusiva, el fin de una confrontación armada, sino que es una oportunidad de transformación.
Esta imagen es muy significativa en la medida en que la paz se da a través de dos momentos: un pasado que ha marcado a los individuos y la oportunidad de construir un futuro distinto. En este sentido la paz no se define como un punto de llegada, sino que es el punto de partida de una sociedad. La confluencia del pasado y el futuro en la seña de paz es innovadora en la discusión nacional sobre la construcción de paz.
Para Marcela Cubides, directora del Instituto Nacional de Sordos, “la lengua de señas nos recuerda que todos tenemos la oportunidad de construir paz con nuestras manos. Por eso hemos dicho que la lengua de señas es el idioma de la paz. Adicionalmente, nos invita a reflexionar sobre la violencia y las discriminaciones que se encuentran ocultas en el lenguaje. Por eso la paz debe tener como eje central la discusión lingüística”.
La reflexión y la discusión desde el lenguaje es fundamental actualmente. Los conceptos con los que estamos intentando nombrar la paz están gastados y marcados por tantos años de guerra. Necesitamos ampliar desde el lenguaje mismo el sentido que tienen palabras como paz, memoria y reconciliación, no para buscar sinónimos o nuevas palabras, sino para contribuir a la discusión pública que se está dando sobre estos conceptos en la actual coyuntura que vive el país.
Muchos conciben la lengua de señas como una imitación de otra lengua. Es decir, como un reflejo que está subordinado a otros signos y no como una lengua en sí misma. Este desconocimiento no solo resulta inapropiado al momento de comprender el mundo de la comunidad sorda, sino que impide a la sociedad recoger los aportes que esta comunidad está produciendo frente a los principales debates que se dan a nivel nacional.
Esta situación se ve con claridad cuando hablamos de paz, pues esta palabra ha perdido su sentido y, sobre todo, su relación lingüística con una realidad que no cabe en las tres letras de la palabra. Se podría decir que hay una disputa por capturar el significado de esta palabra, pues en Colombia hay tantas nociones de paz como partidos y movimientos políticos.
Sin embargo, la lengua de señas colombiana, (cada país tiene su propia lengua de señas, con coincidencias y diferencias como ocurre con otras lenguas como el alemán o el inglés), ha construido una seña que contiene, en el movimiento de las manos, algo que se nos escapa cuando decimos “paz”. Esta seña hubiera sido muy significativa en la discusión nacional en torno a la paz durante el pasado plebiscito.
Así, la palabra paz, en lengua de señas colombiana se produce de la siguiente manera: “Las manos en ‘5’, una con la palma hacia arriba y la otra hacia abajo, se tocan en diagonal formando una equis y luego invierten sus posiciones. El movimiento se repite” (ver imagen superior). Sin embargo, la explicación sobre la seña resulta fundamental para comprender, más allá de la palabra, lo que realmente significa para un país como Colombia la paz. La seña de paz incluye la noción de transformación, pues el primer movimiento de las manos significa: “terminar algo”, mientras que el segundo movimiento, en el que las manos se invierten, nos dice: “para comenzar de nuevo”. Esto implica que la paz no es, de manera exclusiva, el fin de una confrontación armada, sino que es una oportunidad de transformación.
Esta imagen es muy significativa en la medida en que la paz se da a través de dos momentos: un pasado que ha marcado a los individuos y la oportunidad de construir un futuro distinto. En este sentido la paz no se define como un punto de llegada, sino que es el punto de partida de una sociedad. La confluencia del pasado y el futuro en la seña de paz es innovadora en la discusión nacional sobre la construcción de paz.
Para Marcela Cubides, directora del Instituto Nacional de Sordos, “la lengua de señas nos recuerda que todos tenemos la oportunidad de construir paz con nuestras manos. Por eso hemos dicho que la lengua de señas es el idioma de la paz. Adicionalmente, nos invita a reflexionar sobre la violencia y las discriminaciones que se encuentran ocultas en el lenguaje. Por eso la paz debe tener como eje central la discusión lingüística”.
La reflexión y la discusión desde el lenguaje es fundamental actualmente. Los conceptos con los que estamos intentando nombrar la paz están gastados y marcados por tantos años de guerra. Necesitamos ampliar desde el lenguaje mismo el sentido que tienen palabras como paz, memoria y reconciliación, no para buscar sinónimos o nuevas palabras, sino para contribuir a la discusión pública que se está dando sobre estos conceptos en la actual coyuntura que vive el país.