Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La pasada columna de Daniel Coronell pasará a la historia por tres motivos.
Quiebre
Desde hace meses, los lectores han cuestionado el timonazo editorial de Semana. Atrás quedaron las portadas sobre las chuzadas del DAS y los falsos positivos, ahora éstas muestran al presidente Duque sorteando, como el capitán Ahab, las turbulentas aguas del país. Sin embargo, para muchos, la independencia aún se mantenía a través de sus columnistas, pues, más allá de las portadas gobiernistas, la fuerza de Coronell, Caballero, Duzán y Samper ejercía un contrapeso al interior de la publicación. Pero esta pluralidad interna al parecer no era un gesto democrático, sino una contradicción parecida a la esquizofrenia. Qué mal la deben estar pasando en este momento todos los periodistas de la revista, incluido su director, cuyo trino sobre la libertad de expresión le debe pesar como una cruz en Semana Santa. Tal como están las cosas, la revista debería ser honesta con sus lectores, asumir el costo de sus decisiones y en la próxima edición cambiar el color de sus letras de rojo a azul, como en su momento lo hizo El Tiempo.
Lecciones
Hay eventos que se vuelven emblemáticos para una sociedad. Son momentos a los que se acude para ilustrar, a manera de ejemplo, una situación que está llena de significado. Este es el caso de “la columna de Coronell”. Los profesores la usarán para comprender el peso que tienen las decisiones morales: estudiar en detalle el contexto previo a la columna y preguntar ¿qué hubiera hecho yo? En filosofía, por ejemplo, servirá como epítome de la búsqueda de “la Verdad”, un profesor podrá decir: “Coronell, al igual que Sócrates, decidió tomar la cicuta”. Y el gerente de una empresa en una junta recordará el costo que tiene la reputación en una marca y les dirá a sus colegas: “Crear una identidad y un sello diferencial es el objetivo de toda empresa, tarda años en consolidarse y puede destruirse en un solo segundo. Como le pasó a la revista Semana con el despido de Daniel Coronell”.
Oportunidad
La solidaridad que ha despertado Daniel Coronell abre una oportunidad para que éste lance un proyecto editorial acorde a las preguntas sin respuestas que causaron su despido de Semana. Como iban las cosas, es posible asegurar que su columna tenía más lectores que la revista y muchos de éstos se irán con él. Esta coyuntura nos recuerda el momento en que Lucas Caballero, más conocido como Klim, fustigaba semanalmente al entonces presidente López Michelsen, al que se refería como “el compañero primo”. El presidente, compungido por los azotes, se comunicó con Hernando Santos, entonces director de El Tiempo, periódico en el que escribía Klim, para pedirle que por favor le dijera a su primo que le “bajara” al tono, pues estaba a punto de renunciar ante tanto lance del columnista. El director de El Tiempo visitó a Caballero y le comunicó la solicitud presidencial. Al día siguiente, el columnista escribió la más aguerrida de sus columnas y se mudó a El Espectador. Al parecer estas mañas se heredan, pues Felipe López, presidente y fundador de Semana, es hijo del “compañero primo”.
No creo que Coronell deba buscar otra columna en medios de corte liberal, de los que tendrá importantes ofertas. Debería lanzarse a crear un nuevo espacio que evidencie lo que muchos ya sabemos: que Duque no es Ahab y que su timón es de cartón; que el navío que conduce no es de papel, sino un acorazado que dispara sin preguntar, como dice la directriz del Ejército: “Sin exigir perfección”.
También le puede interesar: "New York Times y los falsos positivos: "¿A quién es que le sirve la prensa?"