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En Colombia la enseñanza de las Ciencias Sociales cada vez es más difícil. A diferencia de otras áreas de conocimiento, un profe de Sociales cada cierto tiempo se entera que ha salido una nueva orientación, un decreto o una Ley que modifica los temas que trabaja con sus estudiantes. Estos cambios vienen cargados de buenas intenciones, pero desconocen la complejidad de un docente que desde su aula piensa cómo incorporar en sus planeaciones dichos cambios.
Durante la última década estos ajustes se han centrado en el lugar que tienen la paz y la memoria histórica en la educación básica y media. Decretos como la Cátedra de la paz en 2015 y la Ley de la enseñanza de la historia de Colombia de 2017 se enmarcan en esta dinámica, a lo que se sumará el informe final de la Comisión de la Verdad que se conocerá en junio de este año.
Estos decretos y leyes aterrizan en los colegios sin un acompañamiento adecuado. Cuando hay capacitaciones, suelen limitarse a explicar la nueva directriz y reforzar su obligatoriedad, pero lo que un docente requiere es reflexionar sobre la forma de abordar estos contenidos. ¿Qué pasa si hablando sobre desaparición forzada un estudiante se descompone porque un familiar suyo ha sido víctima de esa violencia?
A la falta de capacitaciones se suma la baja carga horaria que tienen las Ciencias Sociales: generalmente son dos encuentros por semana. Esta es una paradoja, pues el área que con más frecuencia debe incorporar nuevos contenidos, es una de las de menor intensidad. Esto también implica que para que un docente de Sociales complete sus horas obligatorias, debe tener más de diez cursos. Lo que termina convirtiéndose en más estudiantes y planeaciones.
Este fue el contexto en que un grupo de once profesores del sector oficial de Cúcuta ajustaron sus planeaciones para incorporar en sus clases la enseñanza del conflicto armado. El proceso fue acompañado por la Universidad de Bristol y profesionales de la Fundación Memoria y Ciudadanía durante el segundo semestre de 2021. De allí surgió el libro Diez propuestas para el estudio de la historia reciente de Colombia con énfasis en el conflicto armado.
A diferencia de otros libros sobre la enseñanza de la memoria histórica, esta publicación se centra en los ajustes curriculares de la planeación propia del docente y no en un catálogo de metodologías prefabricadas. De ahí que surgieran diez propuestas distintas, ajustadas a los contextos, intereses de los docentes y comprensión de sus estudiantes. Algunas de estas, por ejemplo, abordan cómo el conflicto es distinto en Norte de Santander por la frontera, otros comparan las dinámicas de la guerra con otros territorios y también hubo planeaciones que analizaron el horror de los hornos crematorios en Juan Frío.
Es un libro hecho por docentes, de ahí que en la portada aparezcan los nombres de los once profesores como autores. Cada capítulo es una planeación diferente e incluye el propósito de la sesión de trabajo, actividades y material de apoyo que puede ser descargado.
El texto será entregado el 24 de marzo a las comunidades educativas que hicieron parte del proceso. Su publicación se suma al debate sobre la enseñanza del pasado reciente y deja lecciones sobre la forma en que estos contenidos deben llegar a las aulas de clase. Quizá esto último es lo más importante, pues un docente, debidamente reconocido y acompañado, puede transformar para siempre su práctica y la relación con los contenidos que trabaja con sus estudiantes. Estas diez propuestas son muestra de ello.
Puntilla. Las ganas de buscar un candidato diferente a Petro o al que diga Uribe ha hecho que muchas personas vean a Enrique Gómez como un bacán ilustrado. Sin embargo, su “bacanería” está plagada de violencia, prejuicios y clasismo.