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Internet y redes, antes y después

Arturo Guerrero
16 de agosto de 2024 - 05:00 a. m.
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Hace mes y medio @turca_chica publicó en la red X “¿Se dan cuenta de que somos la última generación que supo cómo era la vida antes de internet y las redes sociales?”. La pregunta apunta al centro de la actual división entre generaciones. La vida virtual es una frontera irreparable entre padres e hijos.

¿Qué pasaba antes del frenesí instantáneo y truncado producido por las redes? Que existía el saboreo. Cada afirmación se explayaba entre la gente con toda la potencia de la comunicación mesurada. Había que leer y meditar, las afirmaciones pesaban lo que valían en oro.

El cerebro se acomodaba con agilidad a la extensión y profundidad de las frases. Se masticaba el alimento espiritual hasta extraerle sus jugos. La lectura constituía un paso tranquilo entre un autor definido y sus auditorios dispuestos a la escucha. Solo los más enloquecidos se atropellaban entre sustantivos, verbos y exclamaciones.

El diálogo entre el autor y el escucha era un tejido con puntadas que poco a poco develaban un sentido. Se estaba de acuerdo o en desacuerdo, pero con anticipación se participaba del pensamiento ajeno para comprenderlo. Solo entonces se discrepaba, pero con base en consideraciones reflexionadas.

Es obvio que este panorama no siempre constituía la armonía que se describe. Pero muchas personas aprendían así la difícil tarea de la comunicación del pensamiento. Lejos del atropello y del irrespeto por las ideas del otro, los seres humanos lograban habitar el planeta y el barrio amparados en acuerdos básicos de civilización.

De repente irrumpió internet y todos se doblegaron para adorarlo. Sus argumentos triunfales fueron velocidad y omnipresencia. Íntegro el universo parece caber en pequeños aparatos mágicos. Ya no es necesario estudiar, basta con teclear para pensar como Aristóteles o Einstein.

Con el mundo y su historia encerrados en cortas sentencias ilustradas, toda la sabiduría aparece condensada y a la mano. Más aún, cada internauta está en capacidad de generar el flujo de su conciencia y de entregarlo al estrépito de las opiniones ajenas. Pocos advierten que esos receptores infinitos entregados a la vorágine del contenido universal son una falacia.

Los consumidores de ideas las reciben en medio de la confusión generada en sus circunvoluciones cerebrales. Ningún ser humano tiene la capacidad de almacenamiento de los cerebros electrónicos. Y mucho menos el poder de discernir verdades y falsedades en medio de semejante batiburrillo.

De este modo llegamos al abismo existente entre gente de antes y gentecita que nace con el chip virtual instalado. Se ha cambiado la manera de transmitir el pensamiento y por lo tanto de cohabitar en sociedad. Los muchachos de hoy siguen enchufados a los aparaticos mágicos, al celu, al portátil, donde sufren la hipnosis que los convierte en islas autorreguladas.

He aquí una consecuencia que plantea una mujer instalada en el diván del sicoanálisis, del caricaturista argentino Tute: “No estoy segura de ser la más indicada para ser yo”.

arturoguerreror@gmail.com

 

LOLA(59948)17 de agosto de 2024 - 12:25 a. m.
Muy cierto todo lo escrito, más que clara la situación descrita, ni qué decir fe la crisis y ruptura periodistica actual.
Pathos(78770)16 de agosto de 2024 - 06:03 p. m.
Conclusion de esta excelente reflexión: nadie piensa
SÓTERO(26571)16 de agosto de 2024 - 03:49 p. m.
Contundente y aterrador aquello de la última generación". Genial citar a Tute:“No estoy segura de ser la más indicada para ser yo”. Es lo que hay.
Maria(56068)16 de agosto de 2024 - 01:57 p. m.
Ni tanto que queme al santo ni tampoco que no lo alumbre.
carlos(23084)16 de agosto de 2024 - 12:39 p. m.
Precisamente para suplir el pensamiento y creatividad humana,borradas de su cerebro,es que se creó la IA. En unos pocos años ya no quedarán humanos pensantes, quedamos pocos.
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