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El mundo cabe en un bolsillo. Y en el bolsillo bulle un aparatico que contiene el presente. Este presente ya no se mide en días como antes, cuando los periódicos de papel despertaban a la gente con el golpe de ojo de la realidad real. Tampoco se calcula en horas, como cuando los noticieros de radio y televisión aturdían la modorra general a horas exactas.
Hoy la vida va al galope de un caballo sin jinete. No solo porque el internet y las redes trituraron los relojes, sino porque las fuentes de las noticias se multiplicaron al infinito. Se descuida uno y han estallado tres nuevas guerras en África y Asia. Las contiendas deportivas se han dividido y subdividido en copas, recopas y recontracopas. ¡Ay de quien no esté al día, al segundo, en cada detalle del bullicio universal! Más le valdría no llegar a la reunión o al almuerzo, pues va a ser objeto de burlas, lo mirarán poco menos que como a un extraterrestre. Ser ciudadano cabal equivale a tener varias patrias simultáneas y todos los husos horarios.
Más se demora una persona en sonar para un puesto público que en ser destituido por adelantado, debido a la más reciente pesquisa sobre su mala vida pasada. Los magistrados judiciales han de madrugar a elegir al dignatario del día, pues la presión de la multitud no les permitirá sosiego.
Cada paso emprendido en la maraña de la administración estatal provocará instantáneas reacciones furibundas de quienes se sienten humillados y ofendidos. Para estar en estas jugadas, todos han de mantenerse al corriente del último estallido de la actualidad.
Así, estar informado al instante equivale a investirse de inmunidad y de capacidad de ataque. Las noticias han copado el tiempo de la sociedad y lo han investido de urgencia y fugacidad, como nunca antes sucedió en la historia. El hombre informado es el ser desbordado.
Consumir novedades se ha convertido en deporte, pasión y necesidad. Todo es apremiante, todo es escandaloso, todo se necesita para vivir en sociedad. El papel que antes cumplían los sabios lo desempeñan ahora los chismosos. La intriga creció como un incendio en el páramo.
El molde en que se entregan hoy las noticias es el de la polarización. Como no queda tiempo para pensar ni analizar, cada hecho o decisión pública entra en los cerebros de acuerdo con la valoración preestablecida por los perjuicios, las militancias y los sectarismos. De esta manera se mantiene exacerbada la pasión que llevará a las guerras del futuro.
Los infinitos canales por donde circulan las informaciones están copados por los distintos protagonistas del poder. Antiguamente los empresarios se ocupaban del dinero, hoy han comprado los medios de comunicación a las familias que los fundaron en siglos pasados. No importa que les representen gastos, que no agreguen dineros a sus negocios. Los han adquirido porque otearon el enorme poder que da el control de los cerebros.
Ellos saben lo que vale estar incrustados en los aparaticos de todos los bolsillos.