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Cuarenta años en Colombia

Augusto Trujillo Muñoz
03 de abril de 2009 - 04:00 a. m.
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El profesor Pierre Gilhodes, de seguro, es el más notable de los colombianistas extranjeros. Nació en Francia, ha vivido en Colombia durante años, casó con colombiana, tiene hijos colombianos y siente como suyo el país de cuya historia política ha producido los análisis más serios, concienzudos y polémicos. Tal vez debería rectificar: no es colombianista. Pierre Gilhodes es colombiano.

Acaba de publicar su más reciente libro: “Cuarenta años en Colombia”. Vividos con la misma intensidad de los demás colombianos que construyen su existencia cotidiana a base de esfuerzo y de talento, Pierre da cuenta, en aquellas páginas, de su experiencia como docente, como investigador, como asesor del “Incora”, como analista del conflicto, como interlocutor de presidentes de la República, de dirigentes políticos, empresariales y académicos, en fin, como testigo excepcional de los últimos cuarenta años de la historia colombiana.

Presentado este lunes, en acto especial, por el Decano de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales del Externado de Colombia, el libro constituye una lectura obligada para quienes se interesan por el discurrir nacional, por las tensiones de nuestra historia política, por las peculiaridades de nuestra democracia, por la razón de nuestras contradicciones, por las sinrazones de nuestra guerra.

Pero también descubre los primeros recuerdos de un joven francés que, por allá en los años cuarenta, apenas sí tenía referencias del Nuevo Mundo. Claro, Europa es el centro y lo demás es lo de menos. América ibérica se reducía a dos países, México y Brasil, y a tres personajes, Eva Perón, Pablo Neruda y Nicolás Guillen. Tenía más contacto con los españoles Gabriel Celaya y Blas de Otero, y una relación fluida con los hermanos Semprún. Luego, por pura casualidad, conoció en París a un estudiante colombiano, con quien aún conserva estrecha amistad: Gustavo Vasco.

Colombia sólo comenzó a existir, con perfiles lejanos y brumosos, a partir del “Bogotazo”.
Las páginas de Le Monde registraron un debate entre el antropólogo francés Paul Rivet, quien había vivido en Bogotá, y el embajador de Colombia en París, Fernando Londoño. Mientras aquel daba, frente al asesinato de Gaitán, una explicación societal, para éste todos los disturbios se explicaban por un crimen comunista. A veces, oyendo un conocido espacio radial que actualmente se emite en Bogotá, descubre uno que tenía razón Úrsula Iguarán, la famosa abuela de las páginas de Gabo: “el mundo da vueltas en redondo”.

El libro de Pierre está escrito con prosa fácil, lenguaje ameno, sentido crítico, honda responsabilidad intelectual frente un conflicto que –parecería ficción- ya existía cuando él llegó, por primera vez, a Colombia y aún no termina. A lo largo del libro aparece el Tolima como una constante de angustia y de esperanza. En sus montañas del sur se hunden las raíces de esta tragedia social, nacida de la exclusión pero pervertida en la guerra. La guerra –todas las guerras- degrada a sus protagonistas.

Pierre conoce al Tolima como pocos. En Chaparral nació su esposa, a cuyos parientes visita con frecuencia en aquel rincón del sur tolimense. De hecho, para quienes nacimos en el Tolima, Pierre es un paisano ilustre. Probablemente siga siendo francés por formación o por temperamento. Pero es colombiano por vocación y tolimense por sentimiento. Enhorabuena por la lucidez de su vida y de su obra.

Ex senador, profesor universitario

atm@cidan.net

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