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Del respeto al ridículo

Augusto Trujillo Muñoz
27 de septiembre de 2024 - 05:00 a. m.

Hace poco más de un lustro Donald Trump quiso convertir la frontera sur de los Estados Unidos en un muro. Era un muro político, jurídico y cultural, pero también físico. Un muro excluyente, indicativo de que se desprecia al vecino. La respuesta de AMLO, el presidente de México, no fue menos absurda. Guardó silencio; calló frente a la abusiva conducta del presidente gringo con el pueblo que él, como jefe de estado, estaba obligado a representar. En cambio, pidió a España que se disculpara por la conducta de sus conquistadores en América, hace quinientos años. ¡Por Dios!

No dudo de los excesos cometidos por las distintas potencias europeas contra los pueblos conquistados por ellas durante los últimos 500 años, pero no fueron españoles sino ingleses y holandeses, belgas y franceses, quienes practicaron la guerra o la violencia en sus colonias hasta el aniquilamiento de los aborígenes. Ese es el testimonio de los cronistas de la época sobre aquellas conquistas, cuyo espíritu estuvo marcado por la barbarie. Dos obras icónicas, El corazón de las tinieblas del escritor Joseph Conrad, y El sueño del celta de Mario Vargas Llosa, muestran la arbitrariedad, las mutilaciones y torturas de los ingleses en sus colonias y las atrocidades de los belgas en el Congo. Ocurrió hace 500 años, pero también en los siglos XIX y XX.

Mientras tanto en España, el rey Fernando el Católico dictó las “Leyes de Burgos” para proteger a los indígenas. No existe otro imperio, en la historia de la modernidad, que aplicara esas medidas en defensa de los pueblos conquistados. Algunos historiadores se refieren a tales leyes como el primer antecedente documental de los derechos humanos. Por eso, tampoco dudo en afirmar que la solicitud del presidente de México al rey de España en 2019 y su conducta, la de su sucesora o la de ambos hoy, al desconocer los protocolos diplomáticos con el reino de España, resulta siendo una impostura.

“Es probable que Inglaterra en su inocente quehacer colonial, con la ayuda posterior de su epígono anglosajón al otro lado del Atlántico, se llevara por delante en un exterminio sin precedentes hasta ese momento, a más de diez millones de interfectos” escribe el historiador vasco-holandés Álvaro van den Brule. Las “Actas de Supremacía” de Enrique VIII e Isabel I de Inglaterra arrasaron propiedades y vidas de católicos ingleses sin fórmula de juicio. Sus colonos en América inglesa ordenaron matanzas a destajo que exterminaron a comunidades enteras. Eso es, literalmente, genocidio. Fue al sur del río Grande donde echó raíces el mestizaje; no al norte. Allí todavía hoy se proclaman supremacías étnicas y políticas. ¡Por Dios! ¿Habrá quien haga reflexionar a AMLO? Cuando alguien pide respeto, o pide disculpas, debe cuidarse de no hacer el ridículo.

El mundo ibérico se inicia en los Pirineos y termina en la Patagonia, o al revés. Enlaza a Manco Cápac con Don Pelayo, a Cervantes con Gabo y a Camoens con Borges. Por desgracia, la Modernidad le está impidiendo a esta América construir el nuevo y más auténtico relato de su verdadera historia.

 

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