Como ese caballo dorado del carrusel que se inventó, aunque ya estaba inventado, el último libro de Sergio Ramírez es como su propia vida, un vértigo incesante e imparable desde pequeño, cuando “era un niño que recolectaba trozos de belleza: recortes de películas para verlas al trasluz”.
Ramírez ha sido ganador de todos los premios literarios habidos y por haber: el Premio Latinoamericano de Cuento, el Premio Hammett, la Orden de Caballero de las Artes y las Letras de Francia, el Premio Bruno Kreisky a los Derechos Humanos, el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, el Premio Alfaguara de Novela, el Premio Internacional Carlos Fuentes y el Premio Cervantes, entre otros.
Como si esto fuera poco, participó activamente en la Revolución Sandinista, formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y fue vicepresidente de Ortega en Nicaragua. Pero en 2021 se tuvo que exiliar en España —país que ya le había otorgado la nacionalidad— y dos años después Ortega lo declaró traidor a la patria y le quitó la nacionalidad nicaragüense —entonces Ecuador y Colombia también se la ofrecieron—. Al preguntarle al respecto, afirmó: “Te pueden despellejar, pero tu país no te lo quitan ni aunque te dejen en carne viva”.
Sergio Ramírez sostiene que hay que enfrentar la vida con humor y sacarle risa al infortunio, porque si no la vida es demasiado dramática: “Lo peor que puede pasar es caer en la amargura y la risa nos salva de ella”.
En El caballo dorado deja desbocar su imaginación. El libro recorre los Cárpatos, Bucarest, Estambul y atraviesa el océano hasta llegar a Nicaragua. De ese caballo de alas se enamora una princesa renca, hija de un rey alcohólico y paupérrimo, habitantes de un palacio en ruinas. Es una verdadera obra de arte literaria, en la cual lo real parece ficticio y lo ficticio parece real. Como lo describe Ángeles Mastretta: “Su vida es una mezcla ardiente de una doble pasión: las palabras y la justicia. Las palabras como un delirio, como un juego, como un reto, como un placer. La justicia convertida en el diario afán con que ama, reniega y lucha por Nicaragua”.
No les cuento más. Sergio Ramírez en esta última obra la sacó del estadio. Es un referente de la literatura universal, maestro en esa filigrana de describir el dolor y la desolación con humor, magia y esperanza.
Sigamos cabalgando, girando al compás de la música, en ese carrusel de la vida, en ese caballo dorado con alas, peregrino y valiente, sin rendirse jamás.
P. D. Carrusel, calesa, roundabout, tiovivo, rueda mágica, noria, galloper, merry-go-round, ménagerie, fantasía, pegasos… Como el poema de Paul Verlaine: “Girad, girad, caballos de madera, / girad, girad, cien vueltas y otras mil, / girad, una y otra vez, girad siempre, / girad, girad al son de los oboes”.
Como ese caballo dorado del carrusel que se inventó, aunque ya estaba inventado, el último libro de Sergio Ramírez es como su propia vida, un vértigo incesante e imparable desde pequeño, cuando “era un niño que recolectaba trozos de belleza: recortes de películas para verlas al trasluz”.
Ramírez ha sido ganador de todos los premios literarios habidos y por haber: el Premio Latinoamericano de Cuento, el Premio Hammett, la Orden de Caballero de las Artes y las Letras de Francia, el Premio Bruno Kreisky a los Derechos Humanos, el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, el Premio Alfaguara de Novela, el Premio Internacional Carlos Fuentes y el Premio Cervantes, entre otros.
Como si esto fuera poco, participó activamente en la Revolución Sandinista, formó parte de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional y fue vicepresidente de Ortega en Nicaragua. Pero en 2021 se tuvo que exiliar en España —país que ya le había otorgado la nacionalidad— y dos años después Ortega lo declaró traidor a la patria y le quitó la nacionalidad nicaragüense —entonces Ecuador y Colombia también se la ofrecieron—. Al preguntarle al respecto, afirmó: “Te pueden despellejar, pero tu país no te lo quitan ni aunque te dejen en carne viva”.
Sergio Ramírez sostiene que hay que enfrentar la vida con humor y sacarle risa al infortunio, porque si no la vida es demasiado dramática: “Lo peor que puede pasar es caer en la amargura y la risa nos salva de ella”.
En El caballo dorado deja desbocar su imaginación. El libro recorre los Cárpatos, Bucarest, Estambul y atraviesa el océano hasta llegar a Nicaragua. De ese caballo de alas se enamora una princesa renca, hija de un rey alcohólico y paupérrimo, habitantes de un palacio en ruinas. Es una verdadera obra de arte literaria, en la cual lo real parece ficticio y lo ficticio parece real. Como lo describe Ángeles Mastretta: “Su vida es una mezcla ardiente de una doble pasión: las palabras y la justicia. Las palabras como un delirio, como un juego, como un reto, como un placer. La justicia convertida en el diario afán con que ama, reniega y lucha por Nicaragua”.
No les cuento más. Sergio Ramírez en esta última obra la sacó del estadio. Es un referente de la literatura universal, maestro en esa filigrana de describir el dolor y la desolación con humor, magia y esperanza.
Sigamos cabalgando, girando al compás de la música, en ese carrusel de la vida, en ese caballo dorado con alas, peregrino y valiente, sin rendirse jamás.
P. D. Carrusel, calesa, roundabout, tiovivo, rueda mágica, noria, galloper, merry-go-round, ménagerie, fantasía, pegasos… Como el poema de Paul Verlaine: “Girad, girad, caballos de madera, / girad, girad, cien vueltas y otras mil, / girad, una y otra vez, girad siempre, / girad, girad al son de los oboes”.