Impactada por la tragedia de esos pueblos de Valencia, después del diluvio que arrasó con todo. Esa riada de agua y barro. Esos seres que, tratando de buscar sus carros para salvarse, quedaron atrapados en los garajes, ahogándose. Esos niños, esas mujeres. Esas peleas políticas en las que todos los funcionarios se quieren lavar las manos y quitarse el barro de su incompetencia…
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Impactada por la tragedia de esos pueblos de Valencia, después del diluvio que arrasó con todo. Esa riada de agua y barro. Esos seres que, tratando de buscar sus carros para salvarse, quedaron atrapados en los garajes, ahogándose. Esos niños, esas mujeres. Esas peleas políticas en las que todos los funcionarios se quieren lavar las manos y quitarse el barro de su incompetencia…
Pero lo peor, lo más doloroso, lo más aberrante es lo que sucede actualmente: al barrer y limpiar el lodazal y el agua estancada, las cañerías se atascaron, el lodo se secó y ahora es casi imposible limpiarlas. Las aguas negras, por no decir la mierda, se están devolviendo. Olores insoportables. Inodoros que no sueltan, sino que salen de las tazas con todo su contenido. El agua que sale de los grifos, contaminada. Tardarán años en destapar todo o en construir un nuevo sistema. Los materiales fecales se devuelven.
Paiporta y Alfafar, inviables; Letur, ese pueblo-joya mudéjar, famoso por sus fuentes de agua y patrimonio de la humanidad por ser único, borrado del mapa. El horror aumenta, y no sé cuál será el destino.
Por otro lado, las famosas “Cumbres Ambientales”, famosas por sus fotos y sus fracasos. Ningún país quiere poner la plata para ayudar a detener el cambio climático. El dinero es el dios, y enceguece de tal forma a los gobernantes que no se dan cuenta. El planeta no se va a acabar. Nosotros somos los que desapareceremos, afortunadamente, porque somos los mayores depredadores.
Dudo de que Dios nos “haya hecho a su imagen y semejanza”; eso es una aberración. Imagen y semejanza es la naturaleza: océanos, selvas, ríos, flores, montañas, llanuras, aves, animales… Ellos seguirán; nosotros somos su infierno.
Y la esperanza renace al quedar hipnotizados con el documental de los océanos, narrado por Barack Obama, fruto de 53.000 horas de grabación, 4.000 horas buceando, más de mil especies.
Esa vida marina, vista desde el fondo. Esa vida misteriosa de los océanos Pacífico, Atlántico, Índico, Ártico y Antártico. Esa masa de agua que es una cinta transportadora oceánica que nos abre por primera vez sus puertas a lo desconocido. Esa grandiosidad y complejidad…
Especies desconocidas, mucho más inteligentes de lo que creemos, como las ballenas tramposas, el coqueteo de las sepias, los escondites de los pulpos, como aprovechan la basura que les tiramos, las peleas a muerte de los machos en celo y la astucia de las hembras para solo “dárselo” al más fuerte. Volcanes submarinos, montañas, abismos insondables, la vida que no cesa, los colores, el misterio, el poder y la fuerza indestructible del agua. Nuestro origen.
Cinco años de producción. Cámaras sumergidas a más de tres mil metros de profundidad. Cinco capítulos que no solo nos dejan boquiabiertos, sino que “ya no quedamos igual después de verlo…”
Netflix lo acaba de estrenar. Comprendamos: los humanos somos los microbios que sobramos. Sería conveniente un poco de humildad, si queremos durar como especie un poquito más.
Así estamos. No lo neguemos: ¡entre la mierda y la esperanza!