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“La vida de Gabriel García Márquez contada por sus amigos, admiradores, adversarios, borrachos, compinches, familiares, mamadores de gallo y unas cuantas personas de bien”.
Silvana Paternostro, barranquillera, periodista y escritora, nos cuenta en Soledad y compañía, a través de las voces de sus amigos, cómo era el hombre detrás del mito en que se convirtió cuando ganó el Nobel en 1982.
Un libro gestado en 2014. “Este libro es un boleto de entrada para una fiesta en la que todos hablan, todos gritan, todos opinan y hasta dicen mentiras. Están los súper analíticos, los chistosos, los que cantan. Fiesta compartida con la compañía que hizo posible la soledad que necesitó García Márquez para escribir Cien años de soledad. Es un retrato humano de alguien que dejó de serlo”.
Me lo leí de un tirón. Estoy bizca y me arden los ojos, pero no pude parar. Arrasan esas voces. Revelan secretos, facetas no conocidas, anécdotas, fragilidades y fortalezas, frustraciones y triunfos, supersticiones y afectos.
No pienso hacer “spoilers”. Solo digo que me tocó el alma, porque siempre quiero saber cómo es el alma, las emociones, los sentimientos de los que me rodean. No quedarme en la fachada, la profesión, el título, su estatus. A veces me paso de preguntona. “Eso no se usa”. A lo mejor incomodo, pero me gusta acercarme al alma de los otros, hurgar un poquito.
Cuando tenía un espacio en la televisión llamado Una Mujer, una historia, precisamente investigaba la parte humana de esas mujeres-mito: María Callas, Madame Curie, Edith Piaf. Tantas historias detrás de las historias oficiales.
Con García Márquez tuve la fortuna de conocerlo “antes y después”. En una ocasión, en mi casa de Bogotá, en un almuerzo informal: ajiaco con amigos, risas, guitarra, canciones. Luego, en vísperas del Nobel en Estocolmo, yo sentada en un sofá en la entrada del Grand Hotel, rendida y “a dos arenques de la muerte”, y el nobel enfurecido venía hacia mí como un toro de lidia gritando que no iba a recibir “ningún Nobel de mierda” porque no habían sentado en la mesa del rey a su examante La Tacha. Le dije que me importaba un pepino, que no lo recibiera, que mi compromiso no era la mesa del rey sino la presentación de los grupos folclóricos que lo iban a acompañar en el banquete. Después hicimos las paces.
Leyendo este libro, en que La Gaba se refiere a “no abrir el cajón” (refiriéndose a infidelidades), una noche nos encontramos en el ascensor. Íbamos al mismo homenaje, pura casualidad, y le pregunté qué “papel” jugaba La Gaba con sus amantes o amoríos pasajeros. Me contestó tranquilo: “Todas saben que ella es intocable y forma parte de mi inventario”.
Lindo libro, irreverente, humano. Guillermo Angulo, Fuenmayor, Germán Vargas, Plinio Mendoza, parientes, amigos y no tan amigos nos comparten cosas de ese ser humano, esa figura universal que siguió siendo, en el fondo, el hijo tímido del telegrafista de Aracataca, criado en su infancia por dos abuelos adorables y mágicos.
¿Sería posible que esta escritora, Silvana Paternostro, nos recuperara los textos del libro Aracataca Estocolmo, escrito por amigos escritores que lo acompañaron en esta aventura única? Es el único libro que existe sobre el Nobel en Estocolmo. Incunable. Ya casi todos están muertos. Ojalá.
¡Chapeau, Silvana! ¡Te fajaste con esta obra única y original!
