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Infancias autistas


Aura Lucía Mera
02 de julio de 2024 - 05:05 a. m.

“Crecí como un espino salvaje. Los pies desnudos. El alma también. Al lomo de potros cabríos. Y el alma tan sola vestida del sol de la hacienda que me vio crecer”.
Aura Becerra de Mera, 1968.
“Columna Libre” El País.

Así recordaba su infancia la bisabuela de mis nietos, mi mamá: libertad, juegos, caballos, aire puro, carcajadas, compartir, olor a campo, a leña.

Así recuerdo la mía: libre, paseos, columpios de vuelo, cabalgatas, cuclí-cuclí, juegos en patios y potreros, la lleva, el corazón de la piña se está envolviendo, paseos al río con olla, comiditas a la leña, chorreras de agua helada, carreras de encostalados, balones y pelotas, Oba sin moverme, sin reírme y sin hablar, tratar de cazar culebras en la montaña, rodear un alacrán con alcohol y prender un fósforo, rasgar la peña rojiza con una pala para escribir el nombre del “amado” y dibujar un corazón, tener siempre los zapatos embarrados, sudar, hacer amigos, reírse a carcajadas, llorar a veces, llegar a la cama rendidos de tanta actividad. Lo mejor del colegio era el recreo y jugar, jugar, jugar.

Así la recordarán mis hijos también, llena de juegos y travesuras: subirse a los techos de las casas, tirarse a la casa del vecino por la tapia, montar a caballo, el brinca-brinca, la patineta, la bicicleta, piscinas y ríos, caballos, cometas, medias sucias, olores de todos los olores, caminatas, libertad y acción, comedias. La última generación con ruido y movimiento. Lo mismo algunos de mis nietos.

Todo se paró de golpe, sin previo aviso. Se cerró el telón. Llegó el internet, las tabletas, los móviles, los videojuegos, y paulatinamente el silencio se fue apoderando de todo, poco a poco, sin ruido, sin alarmas preventivas. Como una bacteria, un virus, una célula que se multiplica sin permiso, hasta hacer metástasis en el alma.

Como lo escribe en la revista Cambio Miguel Bettin, Ph.D. en psicología de adicciones y familias, en su artículo titulado No pienso, por mi celular existo. Me robo y adapto algunos de sus párrafos, sin permiso de Cambio ni de su autor. Ojalá no me regañen.
“El bebé lloraba y golpeaba con furia una de las sillas de la horrible sala de espera de pasajeros nacionales del aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena. (...) Cambió el objetivo de los golpes dirigiéndolos ahora a los muslos de la madre, que estaba absorta en la pantalla de su tablet, en la silla contigua a la del niño de escasos dos años. La madre lo miró con pasmosa tranquilidad, introdujo su mano en una gigante cartera, sacó de ella una pequeña tableta de colores vivos y se la entregó al bebé, que dejó de llorar al instante. (....)
Recordé a mi madre y a mi esposa arrullando a mis hijos pequeños.(...) Con la internet el mundo cambió para siempre. Se veía venirse, pero como buenos monos hedonistas nos engolosinamos con el placer inmediato y adictivo de las pantallas, sin pensar o sin querer pensar en sus consecuencias negativas. (...) En Suecia ya se están sustituyendo su uso en escuelas y colegios; vuelve el ábaco, el libro de papel, la plastilina, las rondas infantiles, el debate, los abrazos, los juegos”.

Me pregunto si no será ya muy tarde. Veo con estupor que desde pequeños, muy pequeños, ya están incrustados, con los ojos fijos, sin moverse, sin reírse, sin hablar, en sus pantallitas.

Infancias autistas, almuerzos familiares de autistas, paseos en carro silenciosos con pasajeros autistas, peatones hablando solos, gesticulando como orates, hombres sentados en salas de espera peleando a gritos con el aparatito en la oreja.

Abrazos por pantallas, silencios, ausencia de diálogos, risas y juegos. Nadie alborota, todos robotizados, deditos que se mueven, ojitos fijos, la sopa se enfría, los libros se llenan de moho, los zapatos siempre limpios, ya nadie suda, infancias y adolescencias asépticas, caras inexpresivas, jorobas prematuras, y los bebés terminarán chupando tableta porque la mamá olvidó meter el tetero en la cartera. Zombis futuros se acercan a pasos agigantados. No habrá tiempo para besos ni arrumacos, ni carreras en el campo. Del polvo terrenal al virtual, no hay que jadear.

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Jorge(9730)03 de julio de 2024 - 03:22 p. m.
Patético!
Lola(15127)03 de julio de 2024 - 01:21 p. m.
Y la cosa se complica cada vez más con esos dispositivos en los colegios y la llegada de la IA.
Pedro(18355)03 de julio de 2024 - 12:56 p. m.
BRava! Mera.
Bernardo(31155)02 de julio de 2024 - 06:27 p. m.
Produce algo de risa la frase de Mera: "Se cerró el telón. Llegó el internet". Porque los telones no "se cierran", hay un tramoyista que lo hace (en este caso los padres o las madres de las madres, según la crónica). Ni tampoco "llegó". También los padres o las madres de las madres lo llevamos a casa. Y peor, somos quienes LO PAGAMOS.
Carlos(92784)02 de julio de 2024 - 06:20 p. m.
No solo autismo Dña Aura Lucia, igual o peor un narcisismo hiper desarrollado, que convierte en esclavos idiotas a millones que se pasan la vida fotografiandose y publicando lo que antes se llamó vida privada.
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