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                                                                                                                                  Infancias autistas


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Aura Becerra de Mera, 1968.
“Columna Libre” El País.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Así recuerdo la mía: libre, paseos, columpios de vuelo, cabalgatas, cuclí-cuclí, juegos en patios y potreros, la lleva, el corazón de la piña se está envolviendo, paseos al río con olla, comiditas a la leña, chorreras de agua helada, carreras de encostalados, balones y pelotas, Oba sin moverme, sin reírme y sin hablar, tratar de cazar culebras en la montaña, rodear un alacrán con alcohol y prender un fósforo, rasgar la peña rojiza con una pala para escribir el nombre del “amado” y dibujar un corazón, tener siempre los zapatos embarrados, sudar, hacer amigos, reírse a carcajadas, llorar a veces, llegar a la cama rendidos de tanta actividad. Lo mejor del colegio era el recreo y jugar, jugar, jugar.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Como lo escribe en la revista Cambio Miguel Bettin, Ph.D. en psicología de adicciones y familias, en su artículo titulado No pienso, por mi celular existo. Me robo y adapto algunos de sus párrafos, sin permiso de Cambio ni de su autor. Ojalá no me regañen.
“El bebé lloraba y golpeaba con furia una de las sillas de la horrible sala de espera de pasajeros nacionales del aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena. (...) Cambió el objetivo de los golpes dirigiéndolos ahora a los muslos de la madre, que estaba absorta en la pantalla de su tablet, en la silla contigua a la del niño de escasos dos años. La madre lo miró con pasmosa tranquilidad, introdujo su mano en una gigante cartera, sacó de ella una pequeña tableta de colores vivos y se la entregó al bebé, que dejó de llorar al instante. (....)
Recordé a mi madre y a mi esposa arrullando a mis hijos pequeños.(...) Con la internet el mundo cambió para siempre. Se veía venirse, pero como buenos monos hedonistas nos engolosinamos con el placer inmediato y adictivo de las pantallas, sin pensar o sin querer pensar en sus consecuencias negativas. (...) En Suecia ya se están sustituyendo su uso en escuelas y colegios; vuelve el ábaco, el libro de papel, la plastilina, las rondas infantiles, el debate, los abrazos, los juegos”.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Infancias autistas, almuerzos familiares de autistas, paseos en carro silenciosos con pasajeros autistas, peatones hablando solos, gesticulando como orates, hombres sentados en salas de espera peleando a gritos con el aparatito en la oreja.

                                                                                                                                  Abrazos por pantallas, silencios, ausencia de diálogos, risas y juegos. Nadie alborota, todos robotizados, deditos que se mueven, ojitos fijos, la sopa se enfría, los libros se llenan de moho, los zapatos siempre limpios, ya nadie suda, infancias y adolescencias asépticas, caras inexpresivas, jorobas prematuras, y los bebés terminarán chupando tableta porque la mamá olvidó meter el tetero en la cartera. Zombis futuros se acercan a pasos agigantados. No habrá tiempo para besos ni arrumacos, ni carreras en el campo. Del polvo terrenal al virtual, no hay que jadear.

                                                                                                                                  “Crecí como un espino salvaje. Los pies desnudos. El alma también. Al lomo de potros cabríos. Y el alma tan sola vestida del sol de la hacienda que me vio crecer”.
Aura Becerra de Mera, 1968.
“Columna Libre” El País.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Así recuerdo la mía: libre, paseos, columpios de vuelo, cabalgatas, cuclí-cuclí, juegos en patios y potreros, la lleva, el corazón de la piña se está envolviendo, paseos al río con olla, comiditas a la leña, chorreras de agua helada, carreras de encostalados, balones y pelotas, Oba sin moverme, sin reírme y sin hablar, tratar de cazar culebras en la montaña, rodear un alacrán con alcohol y prender un fósforo, rasgar la peña rojiza con una pala para escribir el nombre del “amado” y dibujar un corazón, tener siempre los zapatos embarrados, sudar, hacer amigos, reírse a carcajadas, llorar a veces, llegar a la cama rendidos de tanta actividad. Lo mejor del colegio era el recreo y jugar, jugar, jugar.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Como lo escribe en la revista Cambio Miguel Bettin, Ph.D. en psicología de adicciones y familias, en su artículo titulado No pienso, por mi celular existo. Me robo y adapto algunos de sus párrafos, sin permiso de Cambio ni de su autor. Ojalá no me regañen.
“El bebé lloraba y golpeaba con furia una de las sillas de la horrible sala de espera de pasajeros nacionales del aeropuerto Rafael Núñez de Cartagena. (...) Cambió el objetivo de los golpes dirigiéndolos ahora a los muslos de la madre, que estaba absorta en la pantalla de su tablet, en la silla contigua a la del niño de escasos dos años. La madre lo miró con pasmosa tranquilidad, introdujo su mano en una gigante cartera, sacó de ella una pequeña tableta de colores vivos y se la entregó al bebé, que dejó de llorar al instante. (....)
Recordé a mi madre y a mi esposa arrullando a mis hijos pequeños.(...) Con la internet el mundo cambió para siempre. Se veía venirse, pero como buenos monos hedonistas nos engolosinamos con el placer inmediato y adictivo de las pantallas, sin pensar o sin querer pensar en sus consecuencias negativas. (...) En Suecia ya se están sustituyendo su uso en escuelas y colegios; vuelve el ábaco, el libro de papel, la plastilina, las rondas infantiles, el debate, los abrazos, los juegos”.

                                                                                                                                  Read more!
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                                                                                                                                  Infancias autistas, almuerzos familiares de autistas, paseos en carro silenciosos con pasajeros autistas, peatones hablando solos, gesticulando como orates, hombres sentados en salas de espera peleando a gritos con el aparatito en la oreja.

                                                                                                                                  Abrazos por pantallas, silencios, ausencia de diálogos, risas y juegos. Nadie alborota, todos robotizados, deditos que se mueven, ojitos fijos, la sopa se enfría, los libros se llenan de moho, los zapatos siempre limpios, ya nadie suda, infancias y adolescencias asépticas, caras inexpresivas, jorobas prematuras, y los bebés terminarán chupando tableta porque la mamá olvidó meter el tetero en la cartera. Zombis futuros se acercan a pasos agigantados. No habrá tiempo para besos ni arrumacos, ni carreras en el campo. Del polvo terrenal al virtual, no hay que jadear.

                                                                                                                                  Ver todas las noticias
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