Tuve el privilegio de conocer a Juan Rulfo en un encuentro de escritores hispanoamericanos en Cali, en 1979. Hombre tímido, con aversión a las multitudes y al parloteo. Todo lo contrario de Camilo José Cela, también presente: gigantón, charlón, recreándose con las multitudes que lo halagaban... un macho machote. Polos opuestos reunidos en el mismo escenario. De todas formas, fue un encuentro de grandes de la literatura. Creo que también acudió Goytisolo y, por Colombia, Manuel Mejía Vallejo... simpático y cálido.
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Tuve el privilegio de conocer a Juan Rulfo en un encuentro de escritores hispanoamericanos en Cali, en 1979. Hombre tímido, con aversión a las multitudes y al parloteo. Todo lo contrario de Camilo José Cela, también presente: gigantón, charlón, recreándose con las multitudes que lo halagaban... un macho machote. Polos opuestos reunidos en el mismo escenario. De todas formas, fue un encuentro de grandes de la literatura. Creo que también acudió Goytisolo y, por Colombia, Manuel Mejía Vallejo... simpático y cálido.
Juan Rulfo. Bastaron tres novelas cortas para consagrarlo como uno de los mejores escritores latinoamericanos. Precursor del Boom y de lo que posteriormente se llamó Realismo Mágico: Pedro Páramo, El Llano en llamas y El gallo de oro. No escribió más. Ya lo había dicho todo.
Rulfo escribió esta novela en 1940, pero no se publicó hasta 1955. Él mismo no sabía muy bien si su obra era realidad o un sueño que lo acechaba y lo perseguía.
La primera vez que leí Pedro Páramo no entendí nada. Una obra extraña, confusa. Se me mezclaban los vivos y los muertos, la narración saltaba, avanzaba, retrocedía... A la tercera va la vencida. Al fin. Se dice que Rulfo también la releyó... para entenderse y entender lo que había escrito.
Por eso, cuando supe que Netflix estrenaba Pedro Páramo caí en la duda metódica, o en la duda de verla o no. Un cosquilleo de incertidumbre se me coló... Me preguntaba a mí misma, en soliloquio: ¿era posible hacer una película de este libro? ¿Con qué mamarrachada saldrían? ¿Con cursilerías? O peor aún... si la habrían convertido en un bodrio terrorífico de ciencia ficción. En fin, me di la bendición y decidí verla.
Aluciné. Obra de arte. Perfección absoluta. No solo la película está a la altura de la novela, sino que su director, Rodrigo Prieto, la borda.
Sus personajes son tan reales que nos olvidamos de que están muertos... se siente el calor y la aridez inclemente del desierto, ese pueblo fantasmal, solitario, casas vacías, el polvo acumulado, el olor a tierra... la intemporalidad, cuando vivía su fastuoso y trágico pasado.
¿Era Pedro Páramo un desalmado? ¿El que decide sobre la vida y la muerte de todos? ¿Aquel que seduce y abandona mujeres, no reconoce a sus hijos y los condena al abandono? ¿O una víctima él mismo de su propio abandono al nacer? ¿Es una historia de abandonos paternos, amores imposibles, rencores o heridas sin sanar?
Ese amo absoluto de un pueblo... Ese pueblo de Comala... ya todos muertos... fantasma de sí mismo el propio Pedro cuando no logra recuperar a Susana, el único ser que amó. El único símbolo de su redención.
Obra de arte, repito. Actuación, vestuarios, diálogos, música, silencios, murmullos... Para volver a verla varias veces, así como su libro. Para entender y dejarse llevar por ese ritmo de Comala, siempre en movimiento, continuando esa relación entre lo real y lo fantasmagórico.
Pedro Páramo. El significado “de esas cosas que ocurren y siguen ocurriendo...” ¿Fue Juan Rulfo la voz de México? ¿Es la voz de Latinoamérica? ¿Es la historia de los abandonados de esta tierra? ¿De los que jamás conocieron el amor?
Obra maestra en todo el sentido de la palabra. Volver a sentir el Arte con mayúsculas en el cine... que ya dábamos por perdido.
Volveré a leer Pedro Páramo, y me dejaré llevar de nuevo a Comala... sin confusión.