Hoy a medianoche se supone que termina un año y comienza otro. A las doce, abrazos y llantos. Pero lo cierto es que seguimos cargando “la misma lavativa con distinto bitoque”.
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Hoy a medianoche se supone que termina un año y comienza otro. A las doce, abrazos y llantos. Pero lo cierto es que seguimos cargando “la misma lavativa con distinto bitoque”.
No quiero meterme en política, por higiene mental, pero es imposible pasar de largo cuando Petro y su equipo ya se gastaron todo lo que pudieron, despilfarrando aquí y allá, creyendo que el dinero caía como las hojas de los árboles en otoño. Se pasaron doce meses en una burbuja de derroches, creando un Ministerio de Igualdad (¿igualdad para quiénes?) que se ha convertido en un elefante con paperas y que apenas ha ejecutado un 3 % de un presupuesto de 1,8 billones. No culpo a la vicepresidenta; Petro le dio ese gusto y ahí la dejó plantada. Además, el cargo de vicepresidente se creó para sustituir al Ejecutivo en caso de necesidad, y para nada más.
Falta de ejecución, burocracia, plazoletazos pagados que cuestan lo suyo, viáticos, viajes cuyos resultados ahora son recortes y un llamado a “la austeridad”. Me pregunto: ¿austeridad de quién? Desaparece el programa Colombia sin Hambre. El Ministerio de Cultura lo único que hizo fue cambiar de nombre: “Culturas, Saberes…” y quedó inoperante, sin recursos, como una Cenicienta sin príncipe, pero con un tipo que le propina correazos.
Otra píldora: al fin, después de tantos años de silencios cómplices, se está destapando esa escombrera llena de cadáveres inocentes, de dolores y lágrimas, resultado de una de las matanzas más salvajes: la famosa Operación Orión. El cinismo de Uribe ya raya en lo demencial, justificando la atrocidad cometida. Tal vez jamás pasó por su mente psicótica la idea de que, poco a poco, saldría a la luz el hedor de esa fosa común, negada por tantos años.
Ojalá los próximos doce meses sirvan para rescatar el sistema de salud, ya agonizante, que está costando vidas. Pelotean a los pacientes, se cometen malas prácticas sin sanciones, y los medicamentos ya no existen o los esconden. Y si el doliente es un adulto mayor, que tenga el crematorio prendido.
Este 2024 que termina hoy no fue de cambio, sino de desbarrancadero. O sea, vamos de culo para el estanco. Qué tristeza. De nada valen los brindis, los abrazos, los cohetes y los confetis. Nos olvidamos de que, cuando el Titanic se hundía, los pasajeros seguían bailando y la orquesta continuaba el vals, mientras el iceberg rasgaba las entrañas del dios de los mares para tragárselo entero en su profunda oscuridad.