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“No hay duda de que el ‘Gobierno del Cambio’ está siendo creativo en sus métodos para diezmar la población”. “Quien haya visitado Cuba y logre ver la realidad, habrá podido constatar que hay colas para todo: la cola del pan, la cola del arroz, la cola para que le digan que no hay nada”. “En Colombia habrá que hacerlas para enfermarse y, con toda seguridad, para morir”. “No demorará el discurso en el que se propondrá que la forma más efectiva de reducir las tasas de ciertas enfermedades es facilitarles a los afectados su reincorporación con el polvo cósmico”.
El título y estas reflexiones no son mías: me las robé del artículo de Alberto Castro Zawadsky publicado en El País de Cali el sábado pasado. Alberto Castro, oftalmólogo, gestor y director de la Clínica Oftalmológica de Cali, uno de los mejores en Latinoamérica, heredó de su madre, Clarita Zawadsky, su pasión por el periodismo y la literatura. Su prosa es concisa, directa y precisa, con un sentido del humor afilado que da en el punto. Espero que me perdone este “robo”, que no es plagio.
Cuando veo las colas inmensas de mujeres y hombres esperando recibir sus medicamentos; cuando veo y me consta que enfermos de cáncer los pelotean de un lado a otro y los “remiten” a otro centro, que a su vez los “remite” a otro, hasta que los dolores son insoportables, van a urgencias y los devuelven con una receta de acetaminofén; cuando veo que se cierran centros de salud y clínicas dejan de recibir pacientes de ciertas dolencias crónicas o costosas porque carecen de personal suficiente o medicamentos, siento que se me sale el sicario que llevo dentro... (todos tenemos uno agazapado).
El Gobierno sostiene una cosa; las EPS, otra. Se devuelven la pelota mientras los enfermos están abandonados a su suerte. La exministra Corcho, a mi juicio, debería, si hubiera un ápice de sensatez en este Gobierno delirante y corrupto, pagar por las consecuencias de su errática gestión... y el ministro de Salud, de una incompetencia y prepotencia irracionales, también.
El sistema que teníamos y que quieren volver carne desmechada con carne humana no era el mejor, pero sí funcionaba mejor que el de Estados Unidos y muchos países de América Latina o Europa. Pero no. Tenían que destruirlo, sin importarles un soberano pimiento el sufrimiento humano de la población más vulnerable, precisamente a esa población indefensa... y a esa inmensa clase media económica, trabajadora, honesta, que no le ha robado a nadie y que está abandonada a su suerte. Y si ya son viejos, pues ni hablar... adiós, para siempre, adiós.
Lo que está sucediendo es aberrante. Este Gobierno quiere apoderarse de la salud para beneficio propio, para aumentar el caos, mientras enfermos viejos, jóvenes y niños no tienen quien los atienda. Están destinados a una eutanasia pasiva o activa y al olvido. Las colas crecen, las calles se vuelven colas, rostros desesperados, dolientes al garete.
¿Este es el cambio prometido? ¿No existe en este país una junta de psiquiatras y médicos, una junta ética que se pronuncie sobre el estado mental y los desórdenes de personalidad de un exguerrillero resentido que ha vivido siempre a costa del Estado y es incapaz de gobernar?
¿Cuántos enfermos tienen que “reincorporarse al polvo cósmico”, como se pregunta Alberto Castro en su columna “Soñar con colas”? ¡Espanto y horror!
