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No. No se trata de la rumba, del alcohol, de acumular riquezas ni tener 40 pares de zapatos guardados en un clóset. Mucho menos, tener avión privado ni millones de joyas. Tampoco, vivir en una casa gigante donde la familia jamás se encuentra porque cada uno vive aislado en su espacio.
Mediados del siglo IV antes de Cristo. Epicuro era un joven inquieto. Interesado en la filosofía, errabundo, curioso, preguntón. No lo veían con buenos ojos. Decidió por fin fundar en Atenas una comunidad filosófica llamada el Jardín. Sus seguidores y admiradores compraron terrenos y se instalaron para estar cerca y compartir ideas, origen del concepto epicúreo de la amistad. Epicuro fue después mal interpretado con las fakes news de la época, que lo convirtieron en un hedonista propiciador de orgías y bacanales y vidas disolutas.
Antes de continuar aclaro que este resumen apelotonado lo tomo del libro de John Sellars, profesor de filosofía de la Universidad de Londres, titulado Lecciones de epicureísmo, editado por Taurus, que rescata el verdadero pensamiento del filósofo, no sea que me acusen de plagio como a cierto ministro. Librito tesoro, que me ha hecho pensar en la profundidad de la frase de la vicepresidenta Francia Márquez.
Vivir sabroso es vivir con serenidad. Disfrutar el momento presente, tener las necesidades básicas satisfechas, el derecho a la educación, a divertirse, a tener amigos, a llevar una vida digna. No se trata de millones de cosas superfluas inventadas por esta sociedad de consumo arrasadora que ha echado a perder los valores fundamentales y ha dividido en castas económicas al ser humano.
Vivir sabroso es el carpe diem, es el viaje a Ítaca. Albert Ellis fue el psicólogo que le dio una nueva dimensión al sentido de la vida emocional y a quien tuve la fortuna de conocer cuando asistí a uno de sus famosos talleres en Nueva York, sobre la terapia racional emotiva conductual, basada en el epicureísmo, para llevarnos a un estado mental sereno, sin preocupaciones fatalistas ni futuristas, sin dejar de vivir porque sabemos que vamos a morir. Vivir sabroso es practicar los pasos de Alcohólicos Anónimos, basados en Jung, viviendo las 24 horas a plenitud, con honestidad, prestando un servicio, dejando salir la ternura, cultivando la amistad y compartiendo.
Recalca Epicuro que los sufrimientos mentales como el miedo y la angustia son más dañinos que los dolores físicos. Y que si tenemos comida, techo, educación y amigos, tenemos todo para vivir felices en el momento, un derecho inalienable para todo ser humano.
“Lo más importante de la vida, según Filodemo, es la calidad, no la cantidad. (...) Ahora bien, que el estado de satisfacción dure cinco minutos o 50 años no supone una diferencia significativa, ya que todo lo que podemos disfrutar es la satisfacción en el momento presente. (...) Podemos, escribió Filodemo, «aprovechar el día como si fuera la eternidad». (...) Pero la última palabra la debe tener el propio Epicuro y esta poderosa llamada de atención: Nacemos una sola vez y dos no nos es dado nacer, y es preciso que la eternidad no nos acompañe ya. Pero tú, que no eres dueño del día de mañana, retrasas tu felicidad y, mientras tanto, la vida se va perdiendo lentamente por ese retraso”. Lecciones de epicureísmo.
Posdata. A vivir sabroso. ¡Gracias, Francia!