La coalición Juntos por el Cambio no parece dispuesta a esperar con tranquilidad las próximas elecciones presidenciales, sino difundir la idea de la destitución de Fernández, y los más radicales plantean un golpe de Estado.
La Argentina de Alberto Fernández, golpeada por la crisis económica, una inflación anual alrededor de 50 %, el incremento de la pobreza que ya alcanza 40 % de la población, la pandemia y un próximo acuerdo con el FMI, es derrotada en las elecciones legislativas y, ahora, en los próximos días intentará abrir un diálogo con Juntos por el Cambio, liderado por el expresidente Mauricio Macri.
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Con una participación de más del 70 % de los electores, los argentinos eligieron parte de la cámara de diputados y del senado, con una victoria importante de la coalición centroderecha. El gobierno peronista, que antes tenía mayoría en el senado, ahora contará con apenas 35 escaños, lo que incidirá en la gobernabilidad del país en los próximos dos años y exigirá del gobierno de Fernández una mayor capacidad de interlocución, que parece estar bastante aminorada.
Estas elecciones legislativas se dieron en medio de un fuego cruzado mediático, político y económico con alianzas internas y externas muy bien demarcadas que, de alguna forma, abren el camino para las próximas elecciones presidenciales. Segmentos opositores hacen una gran apuesta por el regreso del macrismo y/o aliados a la Casa Rosada.
Sin embargo, la coalición Juntos por el Cambio no parece dispuesta a esperar con tranquilidad las próximas elecciones presidenciales, sino difundir la idea de la destitución de Fernández, y los más radicales plantean un golpe de Estado.
Esta es la primera derrota del peronismo en las elecciones del Senado, desde el proceso de redemocratización en 1983. Se entiende que la vicepresidenta Cristina Kirchner tenía un papel importante en esta articulación con el Congreso y en mantener cerca su electorado histórico.
Con la derrota en el Senado y el escenario tan inestable que se ha visto en la Argentina de Alberto Fernández, con una fuerte herencia del Macrismo y de sus históricas negociaciones con el FMI, pareciera ser que le hubieran puesto en la mano del “Frente de todos” una bomba de tiempo a punto de explotar.
En los bastidores de la Casa Rosada se habla de un real distanciamiento entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, como si a pesar de la vasta experiencia política de ambos, se olvidaran de la máxima “divide y reinarás”.
En sus primeros pronunciamientos después de la derrota electoral, Alberto Fernández enviará al Congreso “un programa económico plurianual” e intentará establecer alianzas con empresarios, sindicalistas y gobernadores.
Si antes no era fácil, imagínense ahora, cuando la coalición Juntos anuncia con bombos y platillos su victoria e intenta pasar al gobierno de Alberto Fernández una cuenta de cobro que, en realidad, heredó del expresidente Macri que, si bien trajo glamur a la Casa Rosada y era invitado a jugar golf con el expresidente Donald Trump, entregó a sus conciudadanos una Argentina desmejorada y endeudada.
En sus primeros meses Macri firmó decretos de necesidad y urgencia (DNU), suspendió a más de 20.000 empleados estatales, reprimió protestas en las calles, encarceló a la dirigente Milagros Sala y pareció dispuesto a seguir con los despidos masivos. Según registró un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), entre diciembre de 2015 y marzo de 2016 hubo 141.542 despidos. Nombró jueces en la Corte y también espió a sus opositores. Además al contrario de su antecesora, decidió negociar con los acreedores de los fondos buitres, lo que significó contraer nuevos préstamos e hipotecar el crecimiento económico de Argentina.
Macri y sus aliados podrán ser considerados los más cercanos al ideario del conservadurismo en temas como seguridad y el combate al narcotráfico, lo que en el futuro podría abrir puertas para la instalación de bases militares en el sur del Cono Sur, proyecto aplazado en la agenda del Pentágono y del Departamento de Estado, pero no olvidado.
Su política exterior, intentó establecer alianzas extrarregionales para diversificar la inserción internacional de Argentina e intentó liderar un realineamiento continental.
De allá para acá, se evidenciaron el cierre de pequeñas y medianas empresas, un sistema hospitalario fragilizado y una deuda astronómica con el FMI. Para agravar la situación económica durante el gobierno de Macri, más de 86 mil millones de dólares salieron del país según el Banco mundial
Resta saber si la fuerza del peronismo aún está en las centrales obreras y si la voz de las calles se levantará en pro de un proyecto nacional que una todos los frentes.
Ojalá no logren convencer a los argentinos de que el retorno de los de siempre será la solución para todos sus males. Que se acuerden que los perros ladran, pero la caravana avanza. Que miren a su alrededor y vean que hay males que vienen para bien, otros vienen para quedarse y uno no sabe cómo deshacerse de ellos.
*Profesora Universidad Externado de Colombia
La coalición Juntos por el Cambio no parece dispuesta a esperar con tranquilidad las próximas elecciones presidenciales, sino difundir la idea de la destitución de Fernández, y los más radicales plantean un golpe de Estado.
La Argentina de Alberto Fernández, golpeada por la crisis económica, una inflación anual alrededor de 50 %, el incremento de la pobreza que ya alcanza 40 % de la población, la pandemia y un próximo acuerdo con el FMI, es derrotada en las elecciones legislativas y, ahora, en los próximos días intentará abrir un diálogo con Juntos por el Cambio, liderado por el expresidente Mauricio Macri.
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Con una participación de más del 70 % de los electores, los argentinos eligieron parte de la cámara de diputados y del senado, con una victoria importante de la coalición centroderecha. El gobierno peronista, que antes tenía mayoría en el senado, ahora contará con apenas 35 escaños, lo que incidirá en la gobernabilidad del país en los próximos dos años y exigirá del gobierno de Fernández una mayor capacidad de interlocución, que parece estar bastante aminorada.
Estas elecciones legislativas se dieron en medio de un fuego cruzado mediático, político y económico con alianzas internas y externas muy bien demarcadas que, de alguna forma, abren el camino para las próximas elecciones presidenciales. Segmentos opositores hacen una gran apuesta por el regreso del macrismo y/o aliados a la Casa Rosada.
Sin embargo, la coalición Juntos por el Cambio no parece dispuesta a esperar con tranquilidad las próximas elecciones presidenciales, sino difundir la idea de la destitución de Fernández, y los más radicales plantean un golpe de Estado.
Esta es la primera derrota del peronismo en las elecciones del Senado, desde el proceso de redemocratización en 1983. Se entiende que la vicepresidenta Cristina Kirchner tenía un papel importante en esta articulación con el Congreso y en mantener cerca su electorado histórico.
Con la derrota en el Senado y el escenario tan inestable que se ha visto en la Argentina de Alberto Fernández, con una fuerte herencia del Macrismo y de sus históricas negociaciones con el FMI, pareciera ser que le hubieran puesto en la mano del “Frente de todos” una bomba de tiempo a punto de explotar.
En los bastidores de la Casa Rosada se habla de un real distanciamiento entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, como si a pesar de la vasta experiencia política de ambos, se olvidaran de la máxima “divide y reinarás”.
En sus primeros pronunciamientos después de la derrota electoral, Alberto Fernández enviará al Congreso “un programa económico plurianual” e intentará establecer alianzas con empresarios, sindicalistas y gobernadores.
Si antes no era fácil, imagínense ahora, cuando la coalición Juntos anuncia con bombos y platillos su victoria e intenta pasar al gobierno de Alberto Fernández una cuenta de cobro que, en realidad, heredó del expresidente Macri que, si bien trajo glamur a la Casa Rosada y era invitado a jugar golf con el expresidente Donald Trump, entregó a sus conciudadanos una Argentina desmejorada y endeudada.
En sus primeros meses Macri firmó decretos de necesidad y urgencia (DNU), suspendió a más de 20.000 empleados estatales, reprimió protestas en las calles, encarceló a la dirigente Milagros Sala y pareció dispuesto a seguir con los despidos masivos. Según registró un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), entre diciembre de 2015 y marzo de 2016 hubo 141.542 despidos. Nombró jueces en la Corte y también espió a sus opositores. Además al contrario de su antecesora, decidió negociar con los acreedores de los fondos buitres, lo que significó contraer nuevos préstamos e hipotecar el crecimiento económico de Argentina.
Macri y sus aliados podrán ser considerados los más cercanos al ideario del conservadurismo en temas como seguridad y el combate al narcotráfico, lo que en el futuro podría abrir puertas para la instalación de bases militares en el sur del Cono Sur, proyecto aplazado en la agenda del Pentágono y del Departamento de Estado, pero no olvidado.
Su política exterior, intentó establecer alianzas extrarregionales para diversificar la inserción internacional de Argentina e intentó liderar un realineamiento continental.
De allá para acá, se evidenciaron el cierre de pequeñas y medianas empresas, un sistema hospitalario fragilizado y una deuda astronómica con el FMI. Para agravar la situación económica durante el gobierno de Macri, más de 86 mil millones de dólares salieron del país según el Banco mundial
Resta saber si la fuerza del peronismo aún está en las centrales obreras y si la voz de las calles se levantará en pro de un proyecto nacional que una todos los frentes.
Ojalá no logren convencer a los argentinos de que el retorno de los de siempre será la solución para todos sus males. Que se acuerden que los perros ladran, pero la caravana avanza. Que miren a su alrededor y vean que hay males que vienen para bien, otros vienen para quedarse y uno no sabe cómo deshacerse de ellos.
*Profesora Universidad Externado de Colombia