En el marco del bicentenario de la independencia de Brasil, Cali y el Pacífico colombiano se visten de verde-amarillo y, con inmensa generosidad, bautizan a Brasil como el primer país invitado del Festival Petronio Álvarez en sus 26 años de historia. Un simbólico regalo para Brasil y el pueblo brasileño.
Cali, sede del festival, y el Pacífico colombiano nos remiten a nuestra querida Bahía, tierra bendecida, cuna de Jorge Amado, de Dorival Caymmi, Caetano Veloso, Maria Bethânia, Gal Costa, Gilberto Gil, Carlinhos Brown, João Ubaldo Ribeiro, entre otros.
Tierra que se transforma en ilê ayé, palabra que en lengua africana significa “la casa de todos”, para recibir a tantos inmortales de la cultura brasileña como Vinicius de Moraes y Toquinho, para que se inspiraran en la Bahia de todos los Santos y se protegieran en los brazos generosos de los orixás provenientes de África, resignificados por la fe y la cultura popular en sus 365 iglesias, una para cada día del año.
La Bahía del cruce de miradas: la de Yemanjá, la Diosa del Mar y del Señor del Bonfim, en donde los ritos se encuentran en un profundo respeto y armonía.
Tal como reza la inmortal “samba da bênção”, “porque la samba nació en Bahia y si hoy él es blanco en la poesía él es demasiado negro en el corazón”.
Cali y el Pacífico colombiano reciben a Brasil con su sincretismo religioso, la madre naturaleza, sus cánticos espirituales en la vida y en la muerte y la energía de las parteras que alumbran. Con el baile y la música, al sonido de los tambores, de la marimba, de las chirimías y de los violines que dan lugar a un ritual místico. Desde lejos, se ve un cortejo ancestral conformado por Totó la Momposina, ChocQuibTown, Herencia de Timbiquí, Raíces Ancestrales, entre otros.
Los pueblos colombiano y brasileño traen consigo el canto mágico del África ancestral que arrulló una América naciente con su magia, música y ritmo. La misma América que durante tantos siglos trató al continente africano con soberbia, superioridad de raza y sin piedad.
Es imposible olvidar el dolor incrustado en los barcos negreros. Sin embargo, hoy África revive con toda su fuerza, esencia y alma en las varias manifestaciones culturales de las que nos enorgullecemos.
El encuentro entre África y América fue para siempre. Por eso, Brasil y Colombia, los dos países con más influencia africana en la región, estarán juntos en el Petronio para celebrar la vida, la fraternidad y la esperanza, porque por “su raza hablará el espíritu” y el canto libre de los que, por medio del arte, de las expresiones culturales y del profundo respeto a la memoria histórica, se comprometen con la paz, la libertad y la solidaridad entre los pueblos.
Gracias, Colombia, por darnos tanto. Gracias, Brasil, por darnos siempre. Que Gabo y Jorge Amado hagan fiesta en el cielo y sigan inspirando a los líderes de América. Que Vinicius de Moraes, “el blanco más negro de Brasil”, bendiga al Petronio Álvarez por todos los siglos. ¡Viva África y su legado en el continente americano!
P. D. Me siento muy feliz por celebrar mis 10 años en El Espectador con esta columna.
*Profesora Universidad Externado de Colombia.
En el marco del bicentenario de la independencia de Brasil, Cali y el Pacífico colombiano se visten de verde-amarillo y, con inmensa generosidad, bautizan a Brasil como el primer país invitado del Festival Petronio Álvarez en sus 26 años de historia. Un simbólico regalo para Brasil y el pueblo brasileño.
Cali, sede del festival, y el Pacífico colombiano nos remiten a nuestra querida Bahía, tierra bendecida, cuna de Jorge Amado, de Dorival Caymmi, Caetano Veloso, Maria Bethânia, Gal Costa, Gilberto Gil, Carlinhos Brown, João Ubaldo Ribeiro, entre otros.
Tierra que se transforma en ilê ayé, palabra que en lengua africana significa “la casa de todos”, para recibir a tantos inmortales de la cultura brasileña como Vinicius de Moraes y Toquinho, para que se inspiraran en la Bahia de todos los Santos y se protegieran en los brazos generosos de los orixás provenientes de África, resignificados por la fe y la cultura popular en sus 365 iglesias, una para cada día del año.
La Bahía del cruce de miradas: la de Yemanjá, la Diosa del Mar y del Señor del Bonfim, en donde los ritos se encuentran en un profundo respeto y armonía.
Tal como reza la inmortal “samba da bênção”, “porque la samba nació en Bahia y si hoy él es blanco en la poesía él es demasiado negro en el corazón”.
Cali y el Pacífico colombiano reciben a Brasil con su sincretismo religioso, la madre naturaleza, sus cánticos espirituales en la vida y en la muerte y la energía de las parteras que alumbran. Con el baile y la música, al sonido de los tambores, de la marimba, de las chirimías y de los violines que dan lugar a un ritual místico. Desde lejos, se ve un cortejo ancestral conformado por Totó la Momposina, ChocQuibTown, Herencia de Timbiquí, Raíces Ancestrales, entre otros.
Los pueblos colombiano y brasileño traen consigo el canto mágico del África ancestral que arrulló una América naciente con su magia, música y ritmo. La misma América que durante tantos siglos trató al continente africano con soberbia, superioridad de raza y sin piedad.
Es imposible olvidar el dolor incrustado en los barcos negreros. Sin embargo, hoy África revive con toda su fuerza, esencia y alma en las varias manifestaciones culturales de las que nos enorgullecemos.
El encuentro entre África y América fue para siempre. Por eso, Brasil y Colombia, los dos países con más influencia africana en la región, estarán juntos en el Petronio para celebrar la vida, la fraternidad y la esperanza, porque por “su raza hablará el espíritu” y el canto libre de los que, por medio del arte, de las expresiones culturales y del profundo respeto a la memoria histórica, se comprometen con la paz, la libertad y la solidaridad entre los pueblos.
Gracias, Colombia, por darnos tanto. Gracias, Brasil, por darnos siempre. Que Gabo y Jorge Amado hagan fiesta en el cielo y sigan inspirando a los líderes de América. Que Vinicius de Moraes, “el blanco más negro de Brasil”, bendiga al Petronio Álvarez por todos los siglos. ¡Viva África y su legado en el continente americano!
P. D. Me siento muy feliz por celebrar mis 10 años en El Espectador con esta columna.
*Profesora Universidad Externado de Colombia.