Este Chile llena de esperanza a su pueblo y a los latinoamericanos.
En 2017, los chilenos fueron a las urnas para escoger a su nuevo presidente, para el período 2018-2022. En consonancia con la tendencia mundial, optaron por el retorno de la derecha, muy bien representada por el empresario Sebastián Piñera, contribuyendo así para que el mapa político regional fuera cada vez más conservador.
Años antes, Michelle Bachelet había sido la primera mujer en ocupar la Presidencia de Chile. Su pauta de gobierno apuntaba a reformas estructurales, pero perdió credibilidad y la confianza de los chilenos por haber sido involucrada en escándalos de corrupción. Su agenda incluyó temas como la despenalización del aborto, una nueva Constitución, educación gratuita, más acceso a las universidades públicas, contratación de más de 30 mil maestros. En el área laboral, impidió la sustitución de trabajadores en casos de huelga, fortaleció los sindicatos y exigió la participación de mujeres en sus direcciones, presentó una propuesta de reforma tributaria y de los fondos de pensiones, lo que creó una fuerte oposición.
Segmentos importantes de la sociedad chilena consideraron que muchas de esas propuestas se quedaron en el tintero. Otros creyeron que su gobierno había sido el más progresista de Chile en los últimos 50 años. No obstante, algunos analistas opinaron que Chile seguía siendo un paraíso neoliberal, herencia de la dictadura de Augusto Pinochet.
En 2017, los medios internacionales indicaban a Piñera como el gran vencedor, no tanto por el legado de su primer mandato, sino por el desencanto de ciertos sectores de la población con el desempeño de la presidenta Bachelet y una marcada fragmentación de la izquierda.
Le recomendamos: La mapuche Elisa Loncón presidirá la Convención Constituyente chilena
El programa de Piñera incluyó la revisión de algunos temas que desagradan a los conservadores: la ley del aborto, la propuesta del matrimonio igualitario, la ley laboral y no se notaba una disposición para cambiar la Constitución. Pretendía reforzar las fronteras, ser más selectivos con los extranjeros que llegaban a Chile, ser más firme con los indígenas Mapuches y en sus sueños más ambiciosos deseaba transformar al país en la mayor potencia de la región.
Su propuesta encontró fuerte apoyo entre la élite, los militares y los sectores insatisfechos con la economía. El Chile de Piñera seguiría siendo un país abierto, con una economía anclada al precio del cobre, su principal fuente de exportación y lejano del imaginario latinoamericano.
Nadie supuso que en los años siguientes una protesta social dolorosa tomaría las calles de Chile y pondría en jaque el gobierno de Piñera. Había un anhelo colectivo de retirar de la historia de Chile el lastro simbólico y efectivo de la Dictadura de Augusto Pinochet: la Constitución aún vigente, una mejor distribución del poder, dar voz a los pueblos indígenas, desmilitarizar la Araucanía y regular las industrias de extracción como la forestal o la minera.
En 2019, por medio de un acuerdo entre los partidos políticos para contrarrestar la mayor crisis social vista en el Chile democrático, se somete a consideración del pueblo un plebiscito que decidiría si redactaban o no una nueva Constitución. Con 80% de los votos, ganó el sí.
Posteriormente, se realizó la selección de los constituyentes. Chile sorprendió gratamente. Se escogieron 155 representantes de forma equitativa, algo inédito. Entre los elegidos, se hicieron presentes 17 representantes de los pueblos indígenas. Todos escogidos por el pueblo para que, en un plazo de un año, entregaran al país una nueva Constitución
Este 4 de julio, las 78 mujeres y 77 hombres elegidos por el pueblo instalaron la Nueva Asamblea Constituyente para iniciar la elaboración de una Nueva Constitución. Lo que dejará atrás uno de los símbolos más evidentes de la Dictadura de Pinochet: la Carta Magna proclamada en 1980 que sigue vigente en Chile, para muchos, autoritaria y sectaria.
La indígena mapuche Elisa Loncón, profesora de la Universidad de la Frontera, fue elegida para el cargo de Presidente de la Mesa Directiva. En su primer discurso, la académica abogó por la “fundación de un nuevo Chile, plural, plurilingüe, con las mujeres, con los territorios. Ese es nuestro sueño”.
Reiteró que “es posible establecer una nueva relación entre todos quienes conforman este país; esta es la primera muestra de que esta Convención será participativa”
Este Chile llena de esperanza a su pueblo y a los latinoamericanos.
*Profesora Universidad Externado de Colombia
Le recomendamos: Empieza el proceso constituyente en Chile, ¿cómo funcionará?
Este Chile llena de esperanza a su pueblo y a los latinoamericanos.
En 2017, los chilenos fueron a las urnas para escoger a su nuevo presidente, para el período 2018-2022. En consonancia con la tendencia mundial, optaron por el retorno de la derecha, muy bien representada por el empresario Sebastián Piñera, contribuyendo así para que el mapa político regional fuera cada vez más conservador.
Años antes, Michelle Bachelet había sido la primera mujer en ocupar la Presidencia de Chile. Su pauta de gobierno apuntaba a reformas estructurales, pero perdió credibilidad y la confianza de los chilenos por haber sido involucrada en escándalos de corrupción. Su agenda incluyó temas como la despenalización del aborto, una nueva Constitución, educación gratuita, más acceso a las universidades públicas, contratación de más de 30 mil maestros. En el área laboral, impidió la sustitución de trabajadores en casos de huelga, fortaleció los sindicatos y exigió la participación de mujeres en sus direcciones, presentó una propuesta de reforma tributaria y de los fondos de pensiones, lo que creó una fuerte oposición.
Segmentos importantes de la sociedad chilena consideraron que muchas de esas propuestas se quedaron en el tintero. Otros creyeron que su gobierno había sido el más progresista de Chile en los últimos 50 años. No obstante, algunos analistas opinaron que Chile seguía siendo un paraíso neoliberal, herencia de la dictadura de Augusto Pinochet.
En 2017, los medios internacionales indicaban a Piñera como el gran vencedor, no tanto por el legado de su primer mandato, sino por el desencanto de ciertos sectores de la población con el desempeño de la presidenta Bachelet y una marcada fragmentación de la izquierda.
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El programa de Piñera incluyó la revisión de algunos temas que desagradan a los conservadores: la ley del aborto, la propuesta del matrimonio igualitario, la ley laboral y no se notaba una disposición para cambiar la Constitución. Pretendía reforzar las fronteras, ser más selectivos con los extranjeros que llegaban a Chile, ser más firme con los indígenas Mapuches y en sus sueños más ambiciosos deseaba transformar al país en la mayor potencia de la región.
Su propuesta encontró fuerte apoyo entre la élite, los militares y los sectores insatisfechos con la economía. El Chile de Piñera seguiría siendo un país abierto, con una economía anclada al precio del cobre, su principal fuente de exportación y lejano del imaginario latinoamericano.
Nadie supuso que en los años siguientes una protesta social dolorosa tomaría las calles de Chile y pondría en jaque el gobierno de Piñera. Había un anhelo colectivo de retirar de la historia de Chile el lastro simbólico y efectivo de la Dictadura de Augusto Pinochet: la Constitución aún vigente, una mejor distribución del poder, dar voz a los pueblos indígenas, desmilitarizar la Araucanía y regular las industrias de extracción como la forestal o la minera.
En 2019, por medio de un acuerdo entre los partidos políticos para contrarrestar la mayor crisis social vista en el Chile democrático, se somete a consideración del pueblo un plebiscito que decidiría si redactaban o no una nueva Constitución. Con 80% de los votos, ganó el sí.
Posteriormente, se realizó la selección de los constituyentes. Chile sorprendió gratamente. Se escogieron 155 representantes de forma equitativa, algo inédito. Entre los elegidos, se hicieron presentes 17 representantes de los pueblos indígenas. Todos escogidos por el pueblo para que, en un plazo de un año, entregaran al país una nueva Constitución
Este 4 de julio, las 78 mujeres y 77 hombres elegidos por el pueblo instalaron la Nueva Asamblea Constituyente para iniciar la elaboración de una Nueva Constitución. Lo que dejará atrás uno de los símbolos más evidentes de la Dictadura de Pinochet: la Carta Magna proclamada en 1980 que sigue vigente en Chile, para muchos, autoritaria y sectaria.
La indígena mapuche Elisa Loncón, profesora de la Universidad de la Frontera, fue elegida para el cargo de Presidente de la Mesa Directiva. En su primer discurso, la académica abogó por la “fundación de un nuevo Chile, plural, plurilingüe, con las mujeres, con los territorios. Ese es nuestro sueño”.
Reiteró que “es posible establecer una nueva relación entre todos quienes conforman este país; esta es la primera muestra de que esta Convención será participativa”
Este Chile llena de esperanza a su pueblo y a los latinoamericanos.
*Profesora Universidad Externado de Colombia
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