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El conflicto en Afganistán demostró que el pueblo afgano es una víctima más del discurso creado para justificar la implantación artificial de la democracia y la libertad.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reconoció que la retirada de Kabul es una de las “más grandes y más difíciles de la historia”, y prometió movilizar “todos los recursos necesarios” para sacar a los norteamericanos y afganos aliados que buscan huir del nuevo régimen talibán.
En un discurso en la Casa Blanca, Biden afirmó “que esta es una de las evacuaciones aéreas más grandes y difíciles de la historia”, “no puedo prometer cuál será el resultado final o que será sin riesgo de pérdidas”.
La corresponsal de CNN en Kabul, Clarissa Ward, dijo el 20 de agosto que había pasado las últimas 12 horas en el aeropuerto y no había visto despegar un solo avión de Estados Unidos. “¿Cómo van a evacuar 50.000 personas en las próximas dos semanas? Simplemente no puede ocurrir”, afirmó.
Por su parte, el presidente Biden dijo que habían hecho progresos, y que desde el 14 de agosto, cuando inició la evacuación, habían logrado sacar a 13.000 personas, antes de la caída de Kabul. El mandatario prometió que todos los norteamericanos que quieran salir del país podrán hacerlo, y que su gobierno hará “todo lo posible” para darles una evacuación segura a los aliados afganos, que, según las estimaciones oficiales, son hasta 65.000.
Además, en los últimos días, Estados Unidos ha enviado más personal al aeropuerto de Kabul para acelerar el procesamiento de visas especiales para los afganos aliados de Washington que buscan desesperadamente abandonar el país por temor a represalias de los talibanes.
Sin sombra de duda, Kabul hoy es un dolor para el pueblo afgano, un reto para la administración del presidente Joe Biden y no deja de ser una frustración para los veteranos de guerra británicos y estadounidenses.
Después de 20 años de una guerra que ha cobrado la vida de miles de soldados, ver lo que está ocurriendo en Afganistán es muy duro para exmilitares estadounidenses. Unos 800 mil hombres participaron en la guerra más larga de Estados Unidos, 2.000 militares fallecieron y otros 2.000 resultaron heridos.
Estados Unidos gastó US$822.000 millones en la guerra y en el entrenamiento de las fuerzas afganas. Los exmilitares no solo lamentan el retorno de los talibanes, sino también temen por lo que enfrentará el pueblo de Afganistán.
Lo que pasa hoy en Afganistán es “un fracaso no solo de Estados Unidos, sino de toda la humanidad”. Afganistán, a lo largo de su historia, ha derrotado tres imperios: el británico, el soviético y el norteamericano. Para muchos, “Kabul es una tierra que no se deja conquistar”.
Ante este dramático escenario uno se pregunta quiénes fueron los ganadores de la Guerra en Afganistán.
Jon Schwarz acaba de publicar un artículo en que afirma que los ganadores de la Guerra de Afganistán han sido las cinco mayores empresas bélicas y sus accionistas, todas ellas asesoradas por militares jubilados de alta jerarquía. “US$10 mil invertidos en las acciones de la industria bélica ahora valen US$100 mil”.
En realidad, esta carrera hacia uno de los negocios más rentables del mundo, la guerra, empezó el día en que el presidente George Bush firmó la autorización para el uso de la fuerza militar en respuesta a los ataques del 11 de septiembre de 2001, considerado el Pearl Harbor del siglo XXI.
Esta película, vista en tantos lugares del mundo, nos remite al discurso de despedida del presidente Eisenhower cuando afirmó que habían ocurrido cuatro grandes guerras entre poderosas naciones y que en tres de esos conflictos había participado Estados Unidos. Esto había conllevado a la creación de una industria armamentística permanente de grandes dimensiones: 3,5 millones de hombres dedicados a la defensa, lo que les había traído graves consecuencias.
En retrospectiva, no solo graves consecuencias para ellos, sino para el mundo. Una industria armamentística que necesita, de tiempo en tiempo, mantener su dinamismo a toda costa, hasta generar guerras inventadas. Cuanto más lucrativas sean las guerras, ganadas o perdidas, más guerras habrá. El mundo hoy no solo es rehén de un Consejo de Seguridad de la ONU con déficit de legitimidad, sino también de las empresas bélicas.
Si hoy se preguntan: ¿Por quién doblan las campanas?, las campanas doblan por el pueblo afgano, una víctima más del discurso creado para justificar la implantación artificial de la democracia y la libertad.
* Profesora Universidad Externado de Colombia.