El 19 de junio empezó un nuevo tiempo para Colombia. Gustavo Petro es elegido el primer presidente de izquierda del país y Francia Márquez, la primera vicepresidenta afrodescendiente, después de 214 años. La llegada de Francia Márquez al poder no representa solamente un momento único para Colombia, sino también una victoria del continente después de siglos de segregación racial.
Después de más de 200 años, un gobierno progresista llega a la Presidencia de Colombia, un país que ha padecido una desigualdad estructural y un conflicto interno que perduró más de sesenta años.
A pesar de las dificultades de la implementación del proceso de paz, esta es la primera elección cuyo dilema no fue guerra y paz. En la memoria histórica quedó el resultado de un plebiscito cuya victoria fue el no al Acuerdo de Paz.
En los últimos meses, Colombia afrontó una batalla electoral compleja, en donde se evidenciaba la fragilidad de los partidos políticos tradicionales, el oportunismo de ciertas alianzas, el desplome del centro y el temor al discurso y la praxis política del candidato Gustavo Petro. Se notaba que a pesar de la fuerza del uribismo, el Centro Democrático ya no era el mismo, que su líder había superado con creces las filas de su propio partido y que Federico Gutiérrez, a pesar de estar rodeado de una potente maquinaria electoral, no era el candidato ideal, mientras que Rodolfo Hernández superaba las expectativas mediante nuevas estrategias digitales de campaña.
Por otro lado, el centro, representado por líderes de alta formación académica y experiencia política, se perdió entre los egos de sus representantes y en una campaña que más parecía una anticampaña. Miles de electores se cansaron de esperar que Sergio Fajardo tuviera un papel protagónico en esta contienda.
Durante estos largos meses, Gustavo Petro demostró su convicción y creencia en su proyecto político y en su liderazgo para poner en marcha los cambios estructurales que Colombia necesita. Su alianza con Francia Márquez marca un hito en la historia de Colombia y del continente.
Sin embargo, para que Petro llegara a la Presidencia él tuvo que hacer alianzas con algunos miembros de los partidos políticos tradicionales que han gobernado el país. Lo importante es que a la larga no se convierta en rehén de las prácticas políticas que él ha combatido y que la búsqueda imprescindible de gobernabilidad no conlleve al debilitamiento de su programa de gobierno.
A grandes rasgos, Gustavo Petro afirma que su programa de gobierno pretende “democratizar el capital y el saber en el país”. En líneas generales puede ser resumido en cinco puntos:
1) Colombia, economía para la vida. 2) De una economía extractivista hacia una economía productiva. 3) De la desigualdad a una sociedad garante de derechos. 4) La democratización del Estado, libertades fundamentales y agenda internacional para la vida. 5) Dejar atrás la guerra y entrar en una era de paz.
En un día inusitado, marcado por una votación sin atentados ni zozobras, el resultado fue divulgado con una premura compatible a la ansiedad de un país en suspenso, pues independientemente de la afiliación política, se sabía del simbolismo de estas elecciones para Colombia.
Al final de la tarde, la noticia para al país: venció el candidato del Pacto Histórico, en su tercer intento por llegar a la Presidencia de Colombia. Había recibido 50,44 % de los votos, frente al 47,3 % de Rodolfo Hernández.
Ojalá el gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez inspire a otras latitudes del mundo, con el mensaje de que una transformación social profunda, sin apelar a la violencia, puede ser el inicio de una descolonización cultural, política e económica o, en términos de Michel Foucault, pudiera significar la descolonización del poder.
Este hito colombiano rescata sueños interrumpidos en varios lugares del mundo por causas similares. Nace en Colombia una llama capaz de devolver la esperanza no solo a los colombianos, sino a millones en personas alrededor del globo.
La responsabilidad histórica de Petro y Francia Márquez es inmensa. Los vientos de su victoria llegarán a donde se necesite un soplo de libertad, donde se haga urgente la ruptura de las cadenas de la desigualdad, donde haya personas con hambre, existan niños y jóvenes al margen de los salones de clase, donde la mortalidad infantil aún subsista y la esclavitud moderna sea una realidad.
Gustavo Petro y Francia Márquez, desde Colombia, desde América Latina, nos devuelven la creencia de que otro mundo es posible.
*Profesora de la Universidad Externado de Colombia.
El 19 de junio empezó un nuevo tiempo para Colombia. Gustavo Petro es elegido el primer presidente de izquierda del país y Francia Márquez, la primera vicepresidenta afrodescendiente, después de 214 años. La llegada de Francia Márquez al poder no representa solamente un momento único para Colombia, sino también una victoria del continente después de siglos de segregación racial.
Después de más de 200 años, un gobierno progresista llega a la Presidencia de Colombia, un país que ha padecido una desigualdad estructural y un conflicto interno que perduró más de sesenta años.
A pesar de las dificultades de la implementación del proceso de paz, esta es la primera elección cuyo dilema no fue guerra y paz. En la memoria histórica quedó el resultado de un plebiscito cuya victoria fue el no al Acuerdo de Paz.
En los últimos meses, Colombia afrontó una batalla electoral compleja, en donde se evidenciaba la fragilidad de los partidos políticos tradicionales, el oportunismo de ciertas alianzas, el desplome del centro y el temor al discurso y la praxis política del candidato Gustavo Petro. Se notaba que a pesar de la fuerza del uribismo, el Centro Democrático ya no era el mismo, que su líder había superado con creces las filas de su propio partido y que Federico Gutiérrez, a pesar de estar rodeado de una potente maquinaria electoral, no era el candidato ideal, mientras que Rodolfo Hernández superaba las expectativas mediante nuevas estrategias digitales de campaña.
Por otro lado, el centro, representado por líderes de alta formación académica y experiencia política, se perdió entre los egos de sus representantes y en una campaña que más parecía una anticampaña. Miles de electores se cansaron de esperar que Sergio Fajardo tuviera un papel protagónico en esta contienda.
Durante estos largos meses, Gustavo Petro demostró su convicción y creencia en su proyecto político y en su liderazgo para poner en marcha los cambios estructurales que Colombia necesita. Su alianza con Francia Márquez marca un hito en la historia de Colombia y del continente.
Sin embargo, para que Petro llegara a la Presidencia él tuvo que hacer alianzas con algunos miembros de los partidos políticos tradicionales que han gobernado el país. Lo importante es que a la larga no se convierta en rehén de las prácticas políticas que él ha combatido y que la búsqueda imprescindible de gobernabilidad no conlleve al debilitamiento de su programa de gobierno.
A grandes rasgos, Gustavo Petro afirma que su programa de gobierno pretende “democratizar el capital y el saber en el país”. En líneas generales puede ser resumido en cinco puntos:
1) Colombia, economía para la vida. 2) De una economía extractivista hacia una economía productiva. 3) De la desigualdad a una sociedad garante de derechos. 4) La democratización del Estado, libertades fundamentales y agenda internacional para la vida. 5) Dejar atrás la guerra y entrar en una era de paz.
En un día inusitado, marcado por una votación sin atentados ni zozobras, el resultado fue divulgado con una premura compatible a la ansiedad de un país en suspenso, pues independientemente de la afiliación política, se sabía del simbolismo de estas elecciones para Colombia.
Al final de la tarde, la noticia para al país: venció el candidato del Pacto Histórico, en su tercer intento por llegar a la Presidencia de Colombia. Había recibido 50,44 % de los votos, frente al 47,3 % de Rodolfo Hernández.
Ojalá el gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez inspire a otras latitudes del mundo, con el mensaje de que una transformación social profunda, sin apelar a la violencia, puede ser el inicio de una descolonización cultural, política e económica o, en términos de Michel Foucault, pudiera significar la descolonización del poder.
Este hito colombiano rescata sueños interrumpidos en varios lugares del mundo por causas similares. Nace en Colombia una llama capaz de devolver la esperanza no solo a los colombianos, sino a millones en personas alrededor del globo.
La responsabilidad histórica de Petro y Francia Márquez es inmensa. Los vientos de su victoria llegarán a donde se necesite un soplo de libertad, donde se haga urgente la ruptura de las cadenas de la desigualdad, donde haya personas con hambre, existan niños y jóvenes al margen de los salones de clase, donde la mortalidad infantil aún subsista y la esclavitud moderna sea una realidad.
Gustavo Petro y Francia Márquez, desde Colombia, desde América Latina, nos devuelven la creencia de que otro mundo es posible.
*Profesora de la Universidad Externado de Colombia.