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Recientemente, se reunió en Buenos Aires la Asamblea Euro latinoamericana, cuya preocupación principal fue el hambre y la recesión mundial, agudizados, en parte, por la guerra en Ucrania. Para algunos expertos, “el conflicto va más allá de las zonas de enfrentamiento, es un asalto a los países más pobres.”
Ucrania es de lejos uno de los proveedores de alimentos más importantes para los países de Europa Oriental y del Programa Mundial de Alimentos, la agencia humanitaria más grande del mundo. “45 países africanos menos desarrollados importan trigo de Ucrania y Rusia”. El incremento de los precios de los alimentos y la escasez de cultivos básicos afectarán el cercano Oriente, África del Norte y a los países más vulnerables del mundo, incluido el Cuerno de África.
Además, el conflicto en Ucrania tiende a desviar los fondos anteriormente destinados a otras zonas grises, mientras los líderes mundiales incrementan significativamente sus presupuestos militares, lo que pone en vilo el sistema mundial.
En la declaración final de EUROLAT se reiteró la necesidad de “intensificar los esfuerzos para fortalecer las cadenas de suministro de alimentos y la seguridad alimentaria, incluyendo la protección de las actividades de producción y comercialización necesarias para satisfacer la demanda nacional y mundial y la búsqueda de nuevos proveedores alternativos de alimentos”.
Por su parte, la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo -UNCTAD alertó que el crecimiento global podrá alcanzar un 2,6 %, 1 % menos que el índice previsto el año pasado.
En este contexto, aparecen la deuda de un billón de dólares de los países en desarrollo, el alza de la inflación, inestabilidad cambiaria, incremento de las tasas de interés, variables ya bastante complejas, en varias partes del mundo, desde el inicio de la pandemia del Covid 19.
Todo esto sumado al surreal incremento de los precios de los combustibles, de los alimentos, de los fertilizantes y un sinnúmero de medidas que no han contribuido para la mínima estabilidad en los países más vulnerables abren fisuras para una sobredimensionada crisis energética y alimentaria global que pueden esparcir “semillas de inestabilidad política en todo el mundo”.
Ante este panorama desalentador, la UNCTAD advirtió que se hace necesario una reforma multilateral a gran escala, similar al Plan Marshall, puesto en marcha en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial.
Hasta el momento, la guerra Rusia-Ucrania, tiene muy pocos ganadores: China, la más beneficiada, y los países de la OTAN que mantienen el dinamismo de la industria de armas en medio del fuego cruzado Ucrania-Rusia, pero con seguridad aumentará la pobreza y el hambre en el mundo. El fin del conflicto y la restauración de la paz parecen estar lejos, con todo, lo que permanece son las ambiciones geopolíticas y económicas de Rusia y Ucrania y sus respectivos aliados, a expensas de millones de personas que han sufrido la inclemencia de esta guerra.
Resta saber si después de muertos y heridos, intereses estratégicos alcanzados, los países desarrollados y los amos de la Guerra estarán preparados para juntar los escombros de este insano conflicto que al fin y al cabo dispersa la atención de la comunidad mundial para temas que no se hacen esperar, tales como: el cambio climático y los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que están en el tintero en la mayoría del globo, la pobreza, el hambre y la migración forzada.
*Profesora Universidad Externado de Colombia
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