A pocos meses de las elecciones presidenciales de octubre de 2022, una de las más importantes de la historia de Brasil, se consolida la alianza entre el Partido Socialista Brasileño y el Partido de los Trabajadores, representados por el expresidente Lula da Silva y el exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin.
En el acto simbólico, asistido por la presidenta del Partido de los Trabajadores, Gleisi Hoffmann, y por Carlos Siqueira, presidente del Partido Socialista Brasileño, Gleisi Hoffmann, el expresidente Lula y el ex gobernador sellaron esta alianza con el deseo de recuperar la soberanía, la democracia y los derechos del pueblo. Los participantes demostraron inmensa preocupación por el presente y el futuro del país: crisis política, económica y social reflejadas en el hambre, el desempleo, la mayor tasa de inflación en los últimos 28 años y crisis en el sistema educativo
Una alianza hasta cierto punto sorpresiva, lo que llevó al expresidente reiterar que, en distintos momentos de la historia del país, ambos partidos caminaron juntos, a veces en el gobierno y en otras ocasiones como opositores. Sin embargo, lucharon por la democratización del país. El expresidente aclaró que esta no era solamente una unión entre dos partidos políticos para vencer las elecciones, sino el inicio de un movimiento a favor de Brasil.
Por su parte, el exgobernador de Sao Paulo ratificó que no es hora de egoísmos, sino de grandeza política y unión, que hay una necesidad urgente de reconstrucción nacional y de redemocratización de Brasil. Señalo que la crisis está en la tríada violencia, hambre y miseria. Recordó que, en 2010, cuando el presidente Lula concluyó su segundo mandato, Brasil registró un índice de crecimiento de 7,5 %.
Nadie duda de la simpatía y el gran apoyo popular que tiene el presidente Lula, sin embargo, su alianza con Alckmin es una estrategia inteligente, pues de alguna forma acercarse a un político respetado, de larga trayectoria, tiende a dar un mensaje a la sociedad brasileña y al capital internacional de que Lula estaría dispuesto a establecer un gobierno moderado, a construir alianzas con sectores distintos para derrotar al presidente Bolsonaro en las urnas. Pues si bien él aparece en las encuestas con menos opción de votos que el expresidente, en los últimos días ha repuntado y cuenta con la lealtad de sectores importantes como el agronegocio y de los que aún creen que Brasil estaría mejor si siguiera liderado por él.
En una coyuntura política tan compleja, esta alianza crea expectativas. La figura de Alckmin en estas elecciones puede ser comparada al vice de Lula en el primer mandato, el empresario José Alencar que, en aquel entonces, tranquilizó el mercado, propició una interlocución con el empresariado y fue consejero sensato y leal del príncipe en momentos de desafío.
Diferentemente del Brasil de 2002, hoy el presidente Lula cuenta con una experiencia política histórica que va desde la militancia en plena dictadura militar, su protagónico papel como líder de los metalúrgicos del ABC paulista, su paso por el Planalto, hasta sus 580 días de prisión en la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba y los fantasmas de la operación Lava Jato que van desapareciendo.
Como decía Tom Jobim, Brasil no es para principiantes. En este camino que acaba de empezar, muchas cosas pueden ocurrir.
Profesora Universidad Externado de Colombia
👀🌎📄 ¿Ya te enteraste de las últimas noticias en el mundo? Te invitamos a verlas en El Espectador.
A pocos meses de las elecciones presidenciales de octubre de 2022, una de las más importantes de la historia de Brasil, se consolida la alianza entre el Partido Socialista Brasileño y el Partido de los Trabajadores, representados por el expresidente Lula da Silva y el exgobernador de Sao Paulo, Geraldo Alckmin.
En el acto simbólico, asistido por la presidenta del Partido de los Trabajadores, Gleisi Hoffmann, y por Carlos Siqueira, presidente del Partido Socialista Brasileño, Gleisi Hoffmann, el expresidente Lula y el ex gobernador sellaron esta alianza con el deseo de recuperar la soberanía, la democracia y los derechos del pueblo. Los participantes demostraron inmensa preocupación por el presente y el futuro del país: crisis política, económica y social reflejadas en el hambre, el desempleo, la mayor tasa de inflación en los últimos 28 años y crisis en el sistema educativo
Una alianza hasta cierto punto sorpresiva, lo que llevó al expresidente reiterar que, en distintos momentos de la historia del país, ambos partidos caminaron juntos, a veces en el gobierno y en otras ocasiones como opositores. Sin embargo, lucharon por la democratización del país. El expresidente aclaró que esta no era solamente una unión entre dos partidos políticos para vencer las elecciones, sino el inicio de un movimiento a favor de Brasil.
Por su parte, el exgobernador de Sao Paulo ratificó que no es hora de egoísmos, sino de grandeza política y unión, que hay una necesidad urgente de reconstrucción nacional y de redemocratización de Brasil. Señalo que la crisis está en la tríada violencia, hambre y miseria. Recordó que, en 2010, cuando el presidente Lula concluyó su segundo mandato, Brasil registró un índice de crecimiento de 7,5 %.
Nadie duda de la simpatía y el gran apoyo popular que tiene el presidente Lula, sin embargo, su alianza con Alckmin es una estrategia inteligente, pues de alguna forma acercarse a un político respetado, de larga trayectoria, tiende a dar un mensaje a la sociedad brasileña y al capital internacional de que Lula estaría dispuesto a establecer un gobierno moderado, a construir alianzas con sectores distintos para derrotar al presidente Bolsonaro en las urnas. Pues si bien él aparece en las encuestas con menos opción de votos que el expresidente, en los últimos días ha repuntado y cuenta con la lealtad de sectores importantes como el agronegocio y de los que aún creen que Brasil estaría mejor si siguiera liderado por él.
En una coyuntura política tan compleja, esta alianza crea expectativas. La figura de Alckmin en estas elecciones puede ser comparada al vice de Lula en el primer mandato, el empresario José Alencar que, en aquel entonces, tranquilizó el mercado, propició una interlocución con el empresariado y fue consejero sensato y leal del príncipe en momentos de desafío.
Diferentemente del Brasil de 2002, hoy el presidente Lula cuenta con una experiencia política histórica que va desde la militancia en plena dictadura militar, su protagónico papel como líder de los metalúrgicos del ABC paulista, su paso por el Planalto, hasta sus 580 días de prisión en la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba y los fantasmas de la operación Lava Jato que van desapareciendo.
Como decía Tom Jobim, Brasil no es para principiantes. En este camino que acaba de empezar, muchas cosas pueden ocurrir.
Profesora Universidad Externado de Colombia
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