“Tal vez apagues todas las luces de mi noche
Tal vez me prives de la ternura de mi madre
Tal vez falsifiques mi historia
Tal vez te pongas máscaras para engañar a mis amigos
Tal vez levantes murallas y murallas a mi alrededor
Tal vez me crucifiques un día ante espectáculos indignos
Pero no claudicaré (...)”.
Samih Al Qasim (1939 - 2014), poeta palestino.
En plena lucha en contra del COVID 19, Palestina afronta una nueva estrategia de ocupación por parte de Israel, apoyada por la Casa Blanca: “El acuerdo del Siglo”, divulgado por el Presidente Donald Trump en enero, por medio del cual se pretende anexar parte de Cisjordania a Israel. Este supuesto “Plan de Paz” fue negociado por Telaviv y Washington, sin la presencia de representantes palestinos.
La Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén del Este conforman el territorio palestino. Gaza es considerada “la más grande cárcel a cielo abierto del mundo”, es uno de los lugares del planeta con la más alta densidad poblacional, 5.500 personas por kilómetro cuadrado. Su población carece de agua potable, pues la mayoría de sus acueductos han sido contaminados, tiene a su disposición solamente 6 horas de electricidad diarias. Sometida a bloqueo económico y militar marítimo, terrestre y aéreo desde hace más de 13 años, registra altos índices de pobreza y desempleo y cuenta con un sistema de salud muy débil. Según organizaciones de derechos humanos, hay restricciones israelíes en atención y capacitación médica. Anualmente, muchas solicitudes de permisos son rechazadas o retrasadas. En ese contexto, este territorio podrá ser uno de los lugares más afectados por el COVID 19.
Como si fuera poco el sufrimiento del pueblo palestino con la ocupación militar de Israel, la expansión de sus asentamientos ilegales, la demolición de casas de los palestinos y las prisiones arbitrarias de civiles y niños, el “Acuerdo del Siglo” está a escasos días de ser puesto en marcha.
Una estratégica y fortalecida extrema derecha, sin pena ni gloria, parece estar dispuesta a asfixiar aún más al pueblo palestino y caminar arbitrariamente hacia la anexión, pasando por alto los principios consagrados en el derecho internacional.
El “plan de paz” de la Casa Blanca establece la anexión de parte del territorio de Cisjordania, lo que abarcaría el Valle del Jordán, tierra de recursos naturales y cultivos vitales.
Jerusalén, capital histórica de Palestina, pasaría a ser la capital de Israel. Jerusalén Este, sería la nueva capital de Palestina.
Según expertos, si esto sucediera Israel oficializaría su posición de Estado Apartheid ante los ojos del mundo y jamás reconocería a Palestina como un Estado.
Desde el primer momento de su proclamación, el “acuerdo” ha sido rechazado tanto por la Liga Árabe como por Al-Fatah y Hamas las principales organizaciones político-militares de Palestina, considerados por algunos “organizaciones terroristas” y, por sus seguidores, movimientos de resistencia. Según Hamás “la anexión de partes de Cisjordania sería una declaración de guerra que Israel lamentará amargamente”.
Ese plan de anexión no cuenta con el respaldo de la ONU, ni con la anuencia de la Unión Europea ni de los líderes del Partido Demócrata de Estados Unidos y tampoco con el apoyo de Rusia, China y del Vaticano.
El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Política y Seguridad, Josep Borrell, en una declaración avalada por 25 de los 27 países que conforman la Unión Europea afirmó que “Instamos a Israel a abstenerse de cualquier decisión unilateral que conduzca a la anexión de cualquier territorio palestino ocupado y que, como tal, sea contrario al derecho internacional”.
Se rumora que, en los últimos días, los autores del “acuerdo,” Israel y Estados Unidos, se han reunido ´para delimitar el nuevo mapa y precisar cómo y cuánto territorio nuevo quitarán al pueblo palestino.
El Presidente palestino, Mahmud Abás, se niega a restablecer contactos con el Gabinete del Presidente Trump, suspendidos desde 2017, cuando Estados Unidos declaró Jerusalén como capital de Israel.
Aunque Israel posea una de las industrias militares más poderosas del mundo y que sea considerado el ejército móvil de Estados Unidos, debería dimensionar las consecuencias de esa anexión frente a los países árabes y sus pares extrarregionales.
Hay que preguntarse si este acuerdo del presidente Donald Trump, además de ser otro recurso de campaña electoral ante la comunidad judía, constituye una estrategia dolorosa para desviar la atención en un momento en que su popularidad está cada vez más baja, su ineficiente gestión de la pandemia del COVID 19 es cada vez más evidente y Joe Biden emerge como el candidato preferido de gran parte de los estadounidenses.
Con todo, mientras este maquiavélico contexto se define, es necesario apoyar al resistente pueblo palestino y rechazar esta anexión ilegal, pues representaría una usurpación de 30% de tierras de los palestinos, la legalización de los asentamientos hasta ahora ilegales de Israel en territorio ajeno y la posible expulsión de 300.000 palestinos de sus hogares.
Ojalá la comunidad internacional no sea cómplice de esta barbarie con su silencio, pues este acuerdo abriría un controvertido precedente: el uso de la fuerza para usurpar territorios de otras naciones.
La única salida aceptable es la coexistencia pacífica de los dos Estados. Este sería el Acuerdo del Siglo.
¡Apoyemos la independencia de Palestina como un Estado libre e independiente!
Profesora Universidad Externado de Colombia
“Tal vez apagues todas las luces de mi noche
Tal vez me prives de la ternura de mi madre
Tal vez falsifiques mi historia
Tal vez te pongas máscaras para engañar a mis amigos
Tal vez levantes murallas y murallas a mi alrededor
Tal vez me crucifiques un día ante espectáculos indignos
Pero no claudicaré (...)”.
Samih Al Qasim (1939 - 2014), poeta palestino.
En plena lucha en contra del COVID 19, Palestina afronta una nueva estrategia de ocupación por parte de Israel, apoyada por la Casa Blanca: “El acuerdo del Siglo”, divulgado por el Presidente Donald Trump en enero, por medio del cual se pretende anexar parte de Cisjordania a Israel. Este supuesto “Plan de Paz” fue negociado por Telaviv y Washington, sin la presencia de representantes palestinos.
La Franja de Gaza, Cisjordania y Jerusalén del Este conforman el territorio palestino. Gaza es considerada “la más grande cárcel a cielo abierto del mundo”, es uno de los lugares del planeta con la más alta densidad poblacional, 5.500 personas por kilómetro cuadrado. Su población carece de agua potable, pues la mayoría de sus acueductos han sido contaminados, tiene a su disposición solamente 6 horas de electricidad diarias. Sometida a bloqueo económico y militar marítimo, terrestre y aéreo desde hace más de 13 años, registra altos índices de pobreza y desempleo y cuenta con un sistema de salud muy débil. Según organizaciones de derechos humanos, hay restricciones israelíes en atención y capacitación médica. Anualmente, muchas solicitudes de permisos son rechazadas o retrasadas. En ese contexto, este territorio podrá ser uno de los lugares más afectados por el COVID 19.
Como si fuera poco el sufrimiento del pueblo palestino con la ocupación militar de Israel, la expansión de sus asentamientos ilegales, la demolición de casas de los palestinos y las prisiones arbitrarias de civiles y niños, el “Acuerdo del Siglo” está a escasos días de ser puesto en marcha.
Una estratégica y fortalecida extrema derecha, sin pena ni gloria, parece estar dispuesta a asfixiar aún más al pueblo palestino y caminar arbitrariamente hacia la anexión, pasando por alto los principios consagrados en el derecho internacional.
El “plan de paz” de la Casa Blanca establece la anexión de parte del territorio de Cisjordania, lo que abarcaría el Valle del Jordán, tierra de recursos naturales y cultivos vitales.
Jerusalén, capital histórica de Palestina, pasaría a ser la capital de Israel. Jerusalén Este, sería la nueva capital de Palestina.
Según expertos, si esto sucediera Israel oficializaría su posición de Estado Apartheid ante los ojos del mundo y jamás reconocería a Palestina como un Estado.
Desde el primer momento de su proclamación, el “acuerdo” ha sido rechazado tanto por la Liga Árabe como por Al-Fatah y Hamas las principales organizaciones político-militares de Palestina, considerados por algunos “organizaciones terroristas” y, por sus seguidores, movimientos de resistencia. Según Hamás “la anexión de partes de Cisjordania sería una declaración de guerra que Israel lamentará amargamente”.
Ese plan de anexión no cuenta con el respaldo de la ONU, ni con la anuencia de la Unión Europea ni de los líderes del Partido Demócrata de Estados Unidos y tampoco con el apoyo de Rusia, China y del Vaticano.
El alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Política y Seguridad, Josep Borrell, en una declaración avalada por 25 de los 27 países que conforman la Unión Europea afirmó que “Instamos a Israel a abstenerse de cualquier decisión unilateral que conduzca a la anexión de cualquier territorio palestino ocupado y que, como tal, sea contrario al derecho internacional”.
Se rumora que, en los últimos días, los autores del “acuerdo,” Israel y Estados Unidos, se han reunido ´para delimitar el nuevo mapa y precisar cómo y cuánto territorio nuevo quitarán al pueblo palestino.
El Presidente palestino, Mahmud Abás, se niega a restablecer contactos con el Gabinete del Presidente Trump, suspendidos desde 2017, cuando Estados Unidos declaró Jerusalén como capital de Israel.
Aunque Israel posea una de las industrias militares más poderosas del mundo y que sea considerado el ejército móvil de Estados Unidos, debería dimensionar las consecuencias de esa anexión frente a los países árabes y sus pares extrarregionales.
Hay que preguntarse si este acuerdo del presidente Donald Trump, además de ser otro recurso de campaña electoral ante la comunidad judía, constituye una estrategia dolorosa para desviar la atención en un momento en que su popularidad está cada vez más baja, su ineficiente gestión de la pandemia del COVID 19 es cada vez más evidente y Joe Biden emerge como el candidato preferido de gran parte de los estadounidenses.
Con todo, mientras este maquiavélico contexto se define, es necesario apoyar al resistente pueblo palestino y rechazar esta anexión ilegal, pues representaría una usurpación de 30% de tierras de los palestinos, la legalización de los asentamientos hasta ahora ilegales de Israel en territorio ajeno y la posible expulsión de 300.000 palestinos de sus hogares.
Ojalá la comunidad internacional no sea cómplice de esta barbarie con su silencio, pues este acuerdo abriría un controvertido precedente: el uso de la fuerza para usurpar territorios de otras naciones.
La única salida aceptable es la coexistencia pacífica de los dos Estados. Este sería el Acuerdo del Siglo.
¡Apoyemos la independencia de Palestina como un Estado libre e independiente!
Profesora Universidad Externado de Colombia