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Desde diciembre de 2021 han circulado afirmaciones y comunicados desde el gobierno de Estados Unidos acerca de una supuesta invasión por parte de Rusia al territorio ucraniano, que podría tener serios inconvenientes y desastrosos desdoblamientos.
Según Estados Unidos, una de esas evidencias es el despliegue militar ruso hasta regiones más cercanas a la frontera con Ucrania. Por su parte, Rusia afirma que la entrada de militares occidentales a territorio ucraniano ha sido evidente, sobre todo en los últimos dos meses.
El fin de semana pasado, el Pentágono retiró de Ucrania a 160 instructores de Estados Unidos, los cuales habían llegado en noviembre a Ucrania con el objetivo de entrenar y asesorar a las Fuerzas Armadas de ese país. Además de esto, el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, recomendó a sus ciudadanos salir inmediatamente de Ucrania con la justificativa de un conflicto inminente, lo que fue visto por las autoridades rusas como la creación de un pánico que impide bajar el nivel de tensión existente entre ambos países y buscar instrumentos de disuasión, lo que según Rusia “es una campaña mediática sin precedentes”.
En este contexto, de evidencias y verdades a medias sobre la mesa, resurge la necesidad de implementación de los Acuerdos de Minsk, I y II, lo que de alguna forma genera un consenso entre los integrantes del Cuarteto de Normandía, conformado por Rusia, Ucrania, Francia y Alemania, países que buscan una solución para el conflicto armado en el este de Ucrania, provocado, sobre todo, por la autoproclamación de las repúblicas de Lugansk y Donetsk en abril de 2014.
Este acuerdo de 13 puntos estipulaba el alto el fuego desde el 15 de febrero de 2015, así como los siguientes puntos:
- “La retirada del armamento pesado por parte de ambos participantes en el conflicto para crear una zona de seguridad.
- La liberación y el intercambio de todos los rehenes.
- La prestación de asistencia humanitaria a quienes la necesiten.
- El restablecimiento del control sobre la frontera estatal por parte de Kiev.
- La retirada de todas las formaciones armadas extranjeras, equipo militar y también de mercenarios desde el territorio de Ucrania, bajo la supervisión de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), así como el desarme de todos los grupos ilegales.
- Una reforma constitucional en Ucrania con el fin de formalizar la descentralización del poder y la entrada en vigor de la nueva Constitución para finales del 2015, así como la aprobación de la legislación sobre el estatus especial de determinados distritos de las provincias de Donbas y Lugansk”.
Importante recordar que siete años después las disposiciones que constan en los Acuerdos de Minsk no fueron cumplidas a plenitud, sobre todo lo que se refiere a la parte política, el control de la frontera por Kiev y la creación de un estatus especial para Donbas.
Si por un lado las soluciones para el conflicto parecen no llegar, la venta de armas provenientes del Occidente a los ucranianos sigue siendo una constante. Sin embargo, las preguntas de fondo son: ¿Vladimir Putin realmente quiere una guerra con Ucrania? ¿Tiene Rusia entre sus prioridades sostener una guerra con esta región del mundo, que comparte afinidades históricas, culturales e identitarias, en donde más de la mitad de la población tiene el ruso como lengua materna o es rusa? ¿Hasta qué punto Occidente tiene el derecho de impedir que Rusia movilice sus fuerzas militares dentro de su propio territorio?
Detrás de todo esto está el fuerte deseo de ampliación de la OTAN, que ha llegado a la zona de influencia de Rusia. Pareciera ser que una invasión de Rusia a Ucrania podría justificar una serie de sanciones internacionales que, de alguna forma, disminuirían su rol en el orden internacional y, en cierta medida, aplazarían un acercamiento mayor con China, lo que a la larga podría afectar aún más el liderazgo de Estados Unidos en el mundo.
Sin embargo, el presidente Vladimir Putin no se hizo esperar. Recientemente, participó de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno en China. En esa ocasión, ambos países establecieron una alianza estratégica, definida sin límites, cuyo fin es la construcción de un mundo multipolar.
Está por verse, pero, sin sombra de dudas, esta alianza podría conllevar a una nueva correlación de fuerzas en el sistema internacional y, con seguridad, desde Rusia será una nueva estrategia para blindarse del expansionismo de la OTAN. Detrás de todo hay un intento más de guerra híbrida con un matiz geopolítico.
* Profesora Universidad Externado de Colombia.