Mientras la llamada oposición se bate en cruentas guerras impudorosas, ese mal llamado uribismo se tranquiliza porque esa es la circunstancia ideal para equilibrar la debacle que viven. Aunque si estos grupos alternativos supieran leer al país más allá del centro bogotano, se percatarían de que el uribismo está vivito y matando en veredas, corregimientos y municipios de Colombia, por ejemplo, de la Costa Caribe colombiana. Hablo de La Mojana sucreña, hablo de esos cuatro pueblos que la integran: Sucre, Majagual, Guaranda y Achí. Profundamente conservadores. Pueblos que intentan sobrevivir y pelear por el drama que los ha confinado a la desigualdad y al desconocimiento de una vida digna e igualitaria.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con lo básico: agroindustria. Es una tierra donde sembrar arroz es como sembrar oro. Pero no hay tecnificación. Sólo tienen acceso a una combinada, a un tractor, a trilladoras, a camiones para sacar el arroz en bulto los dueños (pocos) de grandes extensiones de tierra. El campesino sigue sin poseer más que su sabiduría y fuerza de trabajo al servicio del terrateniente. Y la tierra es ante todo para que paste el ganado (o el búfalo, si no que lo diga el expresidente Uribe) y luego sea asesinado en esa tradicional costumbre de comer animales antes de matarlos.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con lo básico: educar para evitar el éxodo de jóvenes hacia otros departamentos o hacia el mayor emprendimiento (para emplear un término a lo Duque) que hoy existe: hacer parte del paramilitarismo y el narcotráfico. Tristemente muchos jóvenes mojaneros sueñan con ser paraco-mafiosos, portar un arma, tener una moto de alto cilindraje y sembrar el terror cual villano de cine. El asunto adquiere un nivel dramático porque la víctima de estos emprendedores, es su propio paisano. El Clan del Golfo es la gran empresa de muerte en esas tierras bellas y productivas.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con desmontar ese servilismo(negocios) de los riquillos de cada municipio que sostienen la miseria de sus paisanos (acueducto, alcantarillado y luz eléctrica paupérrimos) para empoderar al senador venido de Sincelejo. Siempre y siempre seguidores de lo que hoy es el uribismo y que antes era Carlos Martínez Simahan, El Gordo García, los Guerra Tulena, Guerra de La Espriella.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con educar para el bienestar colectivo que incluye la llegada de una mirada nueva y generosa sobre ese hábitat tan maravilloso que lo constituye. Es decir, no más el río Cauca y sus afluentes convertidos en vertederos de la basura indiscriminada; o taponados por el plástico y la taruya que ya no respira. Bastaría con adquirir un trato menos clasista hacia el paisano mestizo, indígena y negro como seres condenados a no ocupar cargos de liderazgo y que sólo es necesario para que arree la carga y venda su voto.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con desmontar la llamada “economía fraterna”, ésa de la caridad cristiana, de los subsidios, o mejor, de las limosnas que endiosan a un Estado que ofrece la solución inmediata y dependiente en lugar de un trabajo estable que ofrezca independencia económica y, en consecuencia, independencia para actuar. Porque para eso se paga impuestos.
Es una tarea disciplinada que hay que hacer para desmontar estas formas de vida que son convenientes para la politiquería del Centro Democrático. Pero no es imposible. Porque este es un drama (y en los dramas hay solución a los conflictos). No es un inexorable destino trágico.
Mientras la llamada oposición se bate en cruentas guerras impudorosas, ese mal llamado uribismo se tranquiliza porque esa es la circunstancia ideal para equilibrar la debacle que viven. Aunque si estos grupos alternativos supieran leer al país más allá del centro bogotano, se percatarían de que el uribismo está vivito y matando en veredas, corregimientos y municipios de Colombia, por ejemplo, de la Costa Caribe colombiana. Hablo de La Mojana sucreña, hablo de esos cuatro pueblos que la integran: Sucre, Majagual, Guaranda y Achí. Profundamente conservadores. Pueblos que intentan sobrevivir y pelear por el drama que los ha confinado a la desigualdad y al desconocimiento de una vida digna e igualitaria.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con lo básico: agroindustria. Es una tierra donde sembrar arroz es como sembrar oro. Pero no hay tecnificación. Sólo tienen acceso a una combinada, a un tractor, a trilladoras, a camiones para sacar el arroz en bulto los dueños (pocos) de grandes extensiones de tierra. El campesino sigue sin poseer más que su sabiduría y fuerza de trabajo al servicio del terrateniente. Y la tierra es ante todo para que paste el ganado (o el búfalo, si no que lo diga el expresidente Uribe) y luego sea asesinado en esa tradicional costumbre de comer animales antes de matarlos.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con lo básico: educar para evitar el éxodo de jóvenes hacia otros departamentos o hacia el mayor emprendimiento (para emplear un término a lo Duque) que hoy existe: hacer parte del paramilitarismo y el narcotráfico. Tristemente muchos jóvenes mojaneros sueñan con ser paraco-mafiosos, portar un arma, tener una moto de alto cilindraje y sembrar el terror cual villano de cine. El asunto adquiere un nivel dramático porque la víctima de estos emprendedores, es su propio paisano. El Clan del Golfo es la gran empresa de muerte en esas tierras bellas y productivas.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con desmontar ese servilismo(negocios) de los riquillos de cada municipio que sostienen la miseria de sus paisanos (acueducto, alcantarillado y luz eléctrica paupérrimos) para empoderar al senador venido de Sincelejo. Siempre y siempre seguidores de lo que hoy es el uribismo y que antes era Carlos Martínez Simahan, El Gordo García, los Guerra Tulena, Guerra de La Espriella.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con educar para el bienestar colectivo que incluye la llegada de una mirada nueva y generosa sobre ese hábitat tan maravilloso que lo constituye. Es decir, no más el río Cauca y sus afluentes convertidos en vertederos de la basura indiscriminada; o taponados por el plástico y la taruya que ya no respira. Bastaría con adquirir un trato menos clasista hacia el paisano mestizo, indígena y negro como seres condenados a no ocupar cargos de liderazgo y que sólo es necesario para que arree la carga y venda su voto.
¿Qué sería una vida digna para La Mojana? Bastaría con desmontar la llamada “economía fraterna”, ésa de la caridad cristiana, de los subsidios, o mejor, de las limosnas que endiosan a un Estado que ofrece la solución inmediata y dependiente en lugar de un trabajo estable que ofrezca independencia económica y, en consecuencia, independencia para actuar. Porque para eso se paga impuestos.
Es una tarea disciplinada que hay que hacer para desmontar estas formas de vida que son convenientes para la politiquería del Centro Democrático. Pero no es imposible. Porque este es un drama (y en los dramas hay solución a los conflictos). No es un inexorable destino trágico.