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Afirma la filósofa argentina Luciana Cadahia, quien además es profesora en la Universidad Javeriana: “A los amigos latinoamericanos que postean sobre Venezuela, por favor, posteen con la misma vehemencia sobre Colombia. Ahí está el nudo ciego y la dictadura más sangrienta. De lo contrario se vuelve sospechoso que se aferren y visibilicen solo una parte del drama latinoamericano. En serio, lo digo sin sarcasmo, empecemos a mostrar entre todos la tragedia colombiana y pidamos ayuda de organismos internacionales si no queremos repetir lo peor de las masacres del uribismo”.
Y nuestra tragedia, como en 30 años lo fue para República Dominicana el dictador Trujillo, es el dictador Uribe. Una tragedia que posee un coro que poco a poco calla su voz. Un coro que no actúa como debiera, es decir, como intermediario; no se involucra en la acción. Cuando se lee a los trágicos observamos cómo los cantos del coro son importantes y explican a menudo el significado de los acontecimientos que precedían a la acción. El coro es el espectador que todo lo sabe, la grandeza de la tragedia griega se refleja en el enfoque con la que es vista por ese coro espectador.
Aquí en Colombia el coro escucha cómodamente sentado durante 13 minutos, frente a la televisión acogedora y fraudulenta, cómo el presidente Duque define los destinos de millones de colombianos y los condena a la guerra. Parece extenuado el coro para cantar quién está detrás del actor que oficia como presidente y escribe sus parlamentos. Los parlamentos de un guion escrito con la sangre de masacres como la de El Salado, la de El Aro, los falsos positivos, Barrancabermeja, Tierralta, Chengue, los Montes de María, Tame, Saravena, Soacha, Ituango, la Operación Orión; la de millones de muertos en vida en hospitales; la de cientos de líderes y campesinos que caen a manos de las balas y debido a la fumigación indiscriminada de glifosato o por pertenecer a los partidos de oposición; la de campos arrasados para que entre el ganado y salgan millones de desplazados a morir en las ciudades y pueblos; la de más de 2.000 mujeres asesinadas en lo que va del año porque es el país de los patriarcas amantes del statu quo, que elige a la más machista de las mujeres como su vicepresidenta. Un guion escrito por un personaje que se aferra al poder para que el poder lo ampare de su delincuencial prontuario y que cubre un error (Operación Orión) con otro error: un proyecto que destruye el cuerpo del río Cauca como Hidroituango.
La de Colombia es la tragedia de la dictadura más sangrienta porque se gesta desde la guerra que respalda una Carta Constitucional tan de vanguardia como vilipendiada. Es la tragedia de la dictadura que inició desde mucho antes del 2002 y hoy se revitalizó porque un actorcillo de poca monta de pronto se ganó el papel principal. Y si el coro o los héroes no se avispan, lo cumplirá al pie de la letra. Esa es nuestra tragedia, una verdadera dictadura respaldada por las leyes reescritas con la intimidación y por un coro apagado.