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La responsabilidad de la seguridad no puede seguir siendo de la víctima, la ciudad necesita propuestas novedosas y arriesgadas.
La peor sensación después de que me robaron el celular no fue sentirme vulnerable, no saber qué hacer o no conocer el número de teléfono de nadie para pedir ayuda. La peor sensación fue la culpa: sentirme culpable por haber sido robada, escuchar frases como “¿pero por qué das papaya?”, como si pararme en la puerta del edificio de mi trabajo y pedir un taxi en mi celular fuera la peor equivocación que podía haber cometido. “Dar papaya” es el equivalente a culpar a la víctima de sus problemas y decirle que la ciudad no es capaz de garantizarle el derecho mínimo de caminar por sus calles o, siquiera, de estar en la puerta de un edificio sin correr el riesgo de ser robada.
Entiendo que no podemos ser ingenuos y pensar que estamos en Dinamarca y no en Cundinamarca, y que debemos tener cuidado al caminar por la calle. Pero, en serio, ¿la culpa es mía por “dar papaya” o de la ciudad por no protegerme? Sé que las autoridades dicen esto porque se sienten sobrepasadas, porque no saben cómo controlar un problema tan complejo como la inseguridad y buscan que no “corramos riesgos” para que sus estadísticas no se incrementen. Yo he estado en ese lugar. Cuando fui alcaldesa de Chapinero, tuve que enfrentar la dura realidad de una inseguridad constante y pocas herramientas para resolverla. Muchas veces dije: “No den papaya”. Pero, si lo miro en retrospectiva, fue un gran error.
Pensemos por un momento en las estadísticas de seguridad en los últimos años: el hurto a personas en Bogotá, según la Policía Nacional, se ha triplicado en la última década y no parece existir una propuesta seria al respecto. Todas las alcaldías han dicho las mismas cosas: aumentaremos el presupuesto de seguridad. ¿Y en qué se invierte ese dinero? En comprar más motos y más carros para la policía. Cada año, supuestamente, llegan refuerzos policiales: las noticias anuncian la llegada de 1.000 policías para Bogotá, a veces 1.500, incluso 2.000. Entonces, se compran más motos, más carros y ahora, incluso, drones. Pero lo que nunca nos cuentan es que esos mismos policías son trasladados a otras regiones del país a los pocos días y la ciudad queda con la misma fuerza policial de antes, aunque eso sí, con motos nuevas.
A excepción de Claudia López, quien hizo una propuesta novedosa e incluso arriesgada de tener una policía local que dependiera de Bogotá y no de la Nación, ninguna alcaldía ha planteado una solución de fondo para el problema de seguridad de la ciudad. Especialmente después del proceso de paz. ¿Por qué menciono el proceso de paz? Porque todos los procesos de negociación de conflictos armados internos terminan en incrementos de la delincuencia común en las grandes ciudades. Y no porque el proceso sea un fracaso, sino porque, al ser un éxito, aquellos que aprendieron a usar armas buscan otra forma de emplear esas “habilidades” y, generalmente, son contratados por grandes bandas criminales. Se sabía que habría un incremento de la inseguridad ciudadana en las principales urbes del país, pero no hubo un plan de contingencia.
No obstante, no es solo el proceso de paz. Otros problemas estructurales afectan la seguridad en Bogotá: el incremento de la desigualdad y el aumento del hambre. Según la encuesta de Bogotá Cómo Vamos, en 2024 el hambre aumentó a 26,7 %, comparado con el 24,9 % de 2023. Es decir, las personas que no pueden comer tres veces al día son cada vez más. Sin embargo, estos problemas no parecen relacionarse con la seguridad en las propuestas de las administraciones y siempre se tratan como temas independientes. ¿Por qué se sigue hablando de la inseguridad sin pensar en los problemas sociales? ¿Por qué ninguna alcaldía, ni siquiera la de Gustavo Petro, tuvo un plan de seguridad que incluyera programas para reducir la desigualdad?
La seguridad en Bogotá no puede seguir siendo un tema de comprar motos y hacer exhibiciones en la Plaza de Bolívar. Se necesitan propuestas novedosas y arriesgadas, que dejen de culpar a la víctima y vayan a la raíz del problema. ¿Qué tal una renta básica universal, o al menos para los estratos 1 y 2? Esto permitiría que las personas más vulnerables a ser cooptadas por bandas criminales tuvieran una alternativa. ¿O una gran inversión en deporte, que hiciera que los parques y espacios públicos estuvieran llenos de chicos y chicas practicando deportes, con un subsidio mensual, mientras esos lugares se llenan de vida y seguridad?
Si propuestas como la policía local, la renta básica o el deporte para todos no son realistas para un alcalde o alcaldesa de Bogotá, tal vez sea hora de que los congresistas de la ciudad comiencen a plantear soluciones para mejorar su lugar de origen y dejen de desentenderse de la ciudad que los eligió.
