Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Para ser un factor fundamental en nuestra vida y determinante para nuestra salud y bienestar, es sorprendente lo poco que sabemos del dinero y la poca educación financiera que recibimos.
¿Cómo aprendemos a manejar el dinero? En el colegio, aprendemos aritmética sumando y restando con manzanas o con naranjas, y pronto aplicamos estos conocimientos al manejo del dinero. Nos dan lo del diario, compramos las onces, y pronto aprendemos que si gastamos menos nos queda algo, unas monedas que pueden guardarse para comprar algo más que golosinas: láminas para un álbum, un juguete, ropa, etc.
Prestamos dinero a algún compañero que no lo devuelve y aprendemos que este es escaso y duele perderlo. Los más arriesgados empiezan a vender dulces y aprenden pronto que en el intercambio de bienes y servicios hay un margen de ganancia. Otros son más apáticos y no se preocupan por el tema sino hasta más tarde en su vida. Pero más allá de eso, no recibimos mayor educación financiera, ni en el colegio ni en nuestra casa.
En mi experiencia, y de personas a mi alrededor, vamos aprendiendo a través del doloroso método de prueba y error. Sacamos una tarjeta de crédito o alguien nos presta, nos endeudamos y aprendemos a golpes que un crédito es traer consumo futuro a tiempo presente, y que su costo es la tasa de interés.
Podemos decir que, en gran medida, la educación financiera y económica en nuestra sociedad es mínima o nula. Son pocos los privilegiados que reciben un conocimiento claro en esta materia para aprender a manejarlo. A la mayoría de los mortales nos toma por sorpresa cuando tenemos que enfrentarnos a conceptos como el valor del dinero en el tiempo, las tasas de interés efectivas o nominales, o la inflación. Mucho más aún, cuando nos sorprenden los impuestos, cuando descubrimos que tenemos que declarar renta, pagar el IVA o los parafiscales, o hacer aportes a salud y pensión.
Lo único que sabemos del dinero es lo que nos enseñó Pambelé: “es mejor ser rico que pobre”. Aprendemos un oficio o profesión para generar ingresos, porque sabemos que es mejor tener dinero que no tenerlo, pero en realidad no tenemos un aprendizaje formal para manejarlo y para que sea una fuente de bienestar en nuestra vida, no un dolor de cabeza.
Es común en la teoría económica encontrar el concepto de “agentes racionales”. Es decir, se asume que las personas tomamos decisiones económicas racionales, buscando siempre lo mejor para nosotros y los nuestros. Pero sabemos que la teoría económica se estrella con la vida real.
“La investigación en psicología se ha aplicado recientemente a un conjunto de fenómenos económicos que demuestran que la forma de pensar sobre el presente es muy distinta a como pensamos en el futuro. En el presente somos impulsivos, nos dejamos llevar en gran medida por las emociones y los deseos inmediatos”, dicen Banerjee y Duflo, dos ganadores del Nobel de Economía que se han dedicado a estudiar la pobreza y cómo es muy difícil para la gran mayoría de la humanidad tomar decisiones que nos beneficien económicamente.
Somos humanos y nos dejamos tentar, mandamos el tarjetazo para ir al concierto que queremos, comprar ropa, pagar ese viaje, o comprar ese regalo. “Tenemos una inclinación natural a posponer los pequeños costes, de modo que no recaigan sobre nuestro yo actual, sino sobre nuestro yo del futuro”, agregan estos dos economistas en su libro “Repensar la pobreza”.
En general, tenemos más dudas que certezas cuando hablamos del dinero, mucho más ahora que este perdió su forma material. Pasó del oro y la plata a las monedas y billetes, y ahora a los 1 y 0 en la nube. Ahora vemos cómo el dinero salta de una pantalla a través de productos financieros cada vez más abstractos y difíciles de entender, mucho más de materializar, como las criptomonedas y los NFT.
Pero qué pasa si a todas estas dificultades le agregamos el género, ¿manejan mejor el dinero los hombres o las mujeres? Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo en Colombia, México y Uruguay, las mujeres planean más, se ajustan más a su plan de gastos, ahorran para la educación de sus hijos y son menos arriesgadas a la hora de hacer inversiones financieras.
Esas diferencias no se deben únicamente a la testosterona masculina que los hace más arriesgados y competitivos, sino a unos factores sociales de desigualdad. Las mujeres ganan mucho menos que los hombres y por eso tienen menos disposición a arriesgar su dinero, además, muchas de ellas asumen las responsabilidades del hogar, los hijos, padres mayores o personas con discapacidad y por esta razón deben ser más cuidadosas con sus inversiones.
Es por esto que aprender a manejar el dinero es crucial y especialmente para las mujeres que hemos tenido menos oportunidades de educación financiera y más responsabilidades familiares, lograr que las mujeres seamos más eficientes en la inversión del dinero podría hacer que muchas personas salgan de la pobreza, al fin y al cabo, es mejor ser rico que pobre.
Para hablar de educación financiera, vamos a estar este miércoles 27 de noviembre en el Irish Pub de Quinta Camacho en Bogotá con las chicas de @Feminario.co, una empresa que trabaja por la autonomía económica de las mujeres. Quienes quieran participar pueden visitar @vamos.colectivo en Instagram, donde encontrarán el formulario de inscripción.