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No estamos locos

Blanca Inés Durán
10 de octubre de 2024 - 05:05 a. m.

La etiqueta de “depresiva” me la pusieron hace más de diez años, cuando mi familia casi me obligó a ser examinada. Yo prefería ignorarlo, pero cuando ya prácticamente no era capaz de levantarme de la cama, se volvió imposible pasarlo por alto.

El diagnóstico fue rápido, unas cuantas preguntas, dos o tres miradas a mi postura y mi actitud y ya estaba. Me recetaron unos medicamentos, que aún el día de hoy debo tomar. No me dijeron nada más. Durante muchos años sentí mucha vergüenza de hablar del tema, en mi familia los “loqueros” no son bien vistos y este tipo de cosas se ven como una falta de carácter, de valor. “Falta de oficio”, en palabras de mi mamá.

En Bogotá, más del 19 % de las personas han tenido ideas de suicidio, y en el primer semestre de 2024 ya se han presentado 184 casos. Si bien ahora se habla un poco más del tema, se hacen encuestas y se busca generar políticas públicas, aún existe mucho temor y desinformación. Más del 10 % de la población bogotana ha sido diagnosticada con depresión, aunque la cifra real debe ser mucho mayor. A la gente le da pena buscar ayuda profesional; al fin y al cabo, “yo no estoy loco, solo estoy un poco triste”.

La estigmatización, el cuestionamiento a la capacidad de alguien con un trastorno mental, impide que se hable abiertamente del tema. A pesar de que la pandemia visibilizó la magnitud del problema e hizo que el mundo prestara atención a la ansiedad, la depresión y el suicidio, el tema sigue siendo tabú. Incluso ahora que asisto a psicoterapia y trabajo en mi proceso, mientras escribo estas líneas, me pregunto si está bien contar lo que me pasa, si eso no hará que me traten diferente.

En una reciente entrevista de trabajo, me pidieron pasar por el chequeo médico, luego de algunas preguntas generales la doctora preguntó:

- “¿Toma algún medicamento?”

- “Sí, tomo este medicamento para la depresión”.

- “¿Hace cuánto lo toma?”.

- “Hace varios años”.

- “¿Y aún no lo ha superado?”. Y luego dijo: “Eso quiere decir que algo no está haciendo bien”.

Me quedé de piedra, una médica, una profesional de la salud, me estaba diciendo que si seguía tomando un medicamento para la depresión era porque yo no me esforzaba lo suficiente. ¿En serio?

Luego de un sermón sobre autoayuda, mindfulness y religión, la doctora terminó su entrevista diciendo: “debe estar pendiente porque las personas con esos problemas son las que más faltan al trabajo y generan más costos a la empresa”. Hacía muchos años que no me sentía tan mal por decir que tenía depresión, lo primero que pensé fue que debí mentirle, debí quedarme callada, pero en realidad, ¿debía hacerlo?

Los diagnósticos de salud mental te aíslan. Mientras toda la familia rodea a un familiar con cáncer o con diabetes, nadie quiere hablar de los trastornos de salud mental. Tal vez sea un chisme en voz baja. “¿Sabías que fulanita estuvo internada?”, o “sí, terrible, la pobre está loca”, que no hace más que reforzar el estigma. Eso impide que las personas busquen ayuda y las obliga a meterse en un closet de vergüenza y un poco de culpabilidad por no ser capaces de enfrentar la vida, por ser tan “nena”.

Incluso las nuevas tendencias de mindfulness y autoayuda pueden ser dañinas porque imponen la idea de que las personas son culpables de su propio sufrimiento. Frases como “piensa positivo”, “tú eres el dueño de tu destino”, “tú defines lo que quieres ser” o “si lo piensas lo logras” terminan generando más culpas.

Hoy es el Día Mundial de la Salud Mental. Miles, millones de personas en todo el mundo están enfrentando, en soledad, algún trastorno. Bogotá puede ser un buen lugar para empezar a salir del clóset de la salud mental y comenzar a hablar abiertamente del tema.

Quizás la Alcaldía podría promover grupos de apoyo, sitios y horarios de encuentro y charlas, que permitan tener interacción y no sentirse aislado. También es importante que se hable abiertamente del tema en nuestras familias y con los amigos y que hagamos más actividades colectivas en las que mostremos nuestra solidaridad y amabilidad con aquellos que la necesitan.

En una ciudad tan grande como Bogotá, donde la soledad es un problema creciente, se necesitan medidas de salud pública que complementen los esfuerzos individuales. La “pandemia” de la depresión y la ansiedad exige una respuesta colectiva.

Blanca Inés Durán

Por Blanca Inés Durán

Bogotanóloga, ingeniera industrial y gestora pública.

 

Camilo(24292)Hace 6 minutos
Gran artículo, muy útil, siga adelante. Porque he padecido algo similar la entiendo perfectamente.
Juan(93509)Hace 1 hora
Gracias, Blanca Inés, por la valentía.
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